“Todo aquello que puedas, o sueñes hacer, comiénzalo. La audacia contiene en si misma genio, poder y magia” Goethe.
Llevo dos años en el hospital. Tengo alguna que otra salida, por algún evento especial con la familia, y me dejan estar con ellos. Pero mi “centro de operaciones” ahora es el hospital.
Me preguntarás que enfermedad tengo, la conozco, sé de qué trata, la he aceptado como compañera de fatigas en este camino que emprendí, el día que me dijeron que estaba conmigo. El nombre, para mí es lo de menos, lo más importante, es que la he aceptado. Me costó, pero lo he conseguido. Estará un tiempo conmigo, pero sé qué pronto se irá de mí, porque yo no la quiero siempre junto a mí. Y eso que me dijeron al principio, que no tenía muchas expectativas de salir de la misma.
Mi familia al principio, me reprochaba que no se me cayeran las lágrimas, que no me quejara, que no maldijera todo lo que me estaba pasando.
Claro que lo maldije al principio, tuve que dejar mi trabajo, mi pareja, me ha dejado después de 4 años juntos y los amigos que al principio venían a verme, he pasado al olvido en sus mentes.
¿Pero qué hago? ¿Hundirme? ¿Tirar la toalla y dejarme irme?
Lo pensé, claro que lo pensé. Sentía que mi vida ya no tenía sentido, que iba a la deriva.
Pero un día llegó uno de mis tíos a verme al hospital. Ya hará un año de aquel momento. Había pasado mal día, con pruebas y demás. Me traía un regalo. Me encantan las sorpresas.
Era un libro de esos de los que hablas en el blog. Lo había visto referido en tu blog, le gustó y pensó que me podría ayudar. Lo vi y pensé que no tenía nada que hacer, ni trabajo, ni una novia con la que pasear, así que esa misma noche, me puse manos a la obra con él.
Lo “devoré” en dos días.
Siempre se dice que hay una situación, alguien, un libro que te cambia la vida, y este libro fue ese cambio de chip.
Hasta entonces, había vivido con resignación todo lo que me pasaba. Ahora lo aceptaba.
Claro que lloraba cuando mis padres no me veían, me preguntaba todo, pero no tenía respuestas. Pero no querían me vieran llorar, ya tenía suficiente con ver sufrir a mi familia y todas las desgracias que tenía a mi alrededor. Ya valía.
Le dí las gracias a mi tío por ese cambio de chip que me había supuesto el libro. Quería luchar por mi vida de verdad, ya valía de resignación. Siempre había sido un chico soñador y esta situación había oprimido mi capacidad de generar sueños. Todo lo que me había propuesto, lo había conseguido en mi vida, ¿Y ahora esta situación me iba a hundir, deprimir, dejándome vencer por el pesimismo y la desidia?
Yo no era así y no pensaba cambiar a peor.
Empecé a trabajar el libro día tras día, poniendo en marcha todo lo que iba diciendo. Empezaba a ver resultados, tanto anímicos como físicos.
Los médicos me decían qué me pasaba, porque cuando venían mis padres cambiaba por completo a como me veían ellos a diario, y ahora el estado de ánimo, era siempre el mismo.
¿Sabes que respondí? ¡! Que quería conseguir mis sueños y que solamente estaba cogiendo carrerilla aquí, reponiendo fuerzas.¡¡
Y es así, quiero conseguir mis sueños, tener una novia que me quiera y yo quererla, conseguir esos sueños que me quedan pendientes y voy a por ellos. Quiero crear una empresa, que ayude a los demás, ¿De qué? no lo sé, pero sé que así será.
Desde aquel día, mi tío me trae con frecuencia libros, videos, que aumentan mi motivación, que me ayudan a tener más ganas de salir del hospital, de abandonar por fin esta enfermedad.
¿Pero sabes una cosa? Le doy gracias. Parecerá muy difícil de digerir lo que estoy diciendo, pero es así. Cómo igual que habría que dar gracias a esta crísis que estamos viviendo.
Esta situación me ha hecho conocerme más a mí mismo, me ha hecho parar, y aunque “jode” muchas cosas que ves, aceptarme, aceptar la enfermedad que tengo, me ha hecho vivir el presente, y el presente es y será por un tiempo el hospital.
¿Sabes? Algún día aplico lo que voy aprendiendo a los nuevos compañeros de habitación. Los noto que están pasando la misma situación que había pasado yo en algún momento, los oigo llorar, desmotivados, no aprecian todo lo que pueden aprender y vivir en él.
Ya hemos hecho un grupo, parecemos a las pulseras rojas, de Antena 3, aunque con unos cuantos años de más.
Me queda un tiempo aún de estancia en el Hotel “hospital”, pero me han dicho que lo he reducido drásticamente con mi cambio de actitud.
Me pregunto a diario, ¿Por qué la gente no cambia de actitud?
Los beneficios serían incalculables a todos los niveles.
Los veo pasar desde mi ventana, camino del trabajo, todos los días con la cabeza baja. Sólo oigo conversaciones negativas, todo el mundo se queja. Claro que me quejaba yo,
¿Pero qué ganas sin hacer nada al respecto? NADA.
Sólo soy una persona que lleva escribiéndote desde las 9 de la mañana, un simple ocupante del hospital, pero creo que tengo más ganas por luchar, por conseguir cosas en la vida, que el 90% de la gente que veo al cabo del día. ¿Y así vamos a salir de cualquier barrera nos ponga la vida?
ME PARECE QUE NO.
Sólo quería comentarte mi situación, darte las gracias por el blog, por tu labor, decirte cómo estoy viviendo mi día y sobre todo, hacerte saber que estoy aprendiendo una cosa que jamás olvidaré hasta el resto de mis días: ACEPTATE, QUIERETE A TI MISMO COMO QUERRÍAS A LA PERSONA QUE JAMÁS HAYAS AMADO TANTO Y SOBRE TODO, TUS SUEÑOS SE PUEDEN HACER REALIDAD SI CREES EN ELLOS. ENCAMINATE HACIA ELLOS Y SE HARÁN REALIDAD.
Y después de esta carta, ¿te vas a quejar por lo que estás viviendo? ¿Te aceptas tal cuál eres? ¿Con qué ojos ves la vida? ¿Qué sueños tienes y vas a ir a por ellos? ¿Cuándo vas a trabajar o sales de casa, vas con la cabeza bien alta? ¿Qué te dices a ti mismo?
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