miércoles, 30 de julio de 2014

Jugar o no jugar, esa es la cuestión

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Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
 
Si ha habido un evento que ha acaparado la atención de todo el planeta durante los meses de junio y julio, ha sido el mundial de futbol de Brasil. A lo largo del campeonato, países completos han sufrido, llorado y padecido al ser eliminados como el caso de Chile, México y sobre todo Brasil tras la humillante goleada recibida en semifinales. Pero exactamente al mismo tiempo, millones de personas rieron, cantaron y celebraron con los triunfos de sus equipos, y nadie se alegró más que Alemania. A pesar de que el futbol no es más que un juego, resulta impresionante comprobar el impacto que tiene en la vida y en el estado de ánimo de los seres humanos. Debemos ser conscientes del enorme poder del juego como herramienta. Actualmente, la industria del juego y el videojuego superan ampliamente a la del entretenimiento. Las mediciones que se han efectuado sobre la cantidad de horas que las personas invierten en jugar, muestran cifras verdaderamente gigantescas y con clara tendencia a seguir creciendo. Hay juegos, como el póker, que recientemente han pasado a convertirse en fenómenos sociales y tenemos incluso ciudades construidas exclusivamente alrededor del juego como Las Vegas. Los jugadores de futbol se encuentran entre los personajes más admirados del mundo (y mejor pagados), alcanzando muchos de ellos la categoría de héroes.
En el mercado, siempre han existido etiquetas que se colocan a aquello que se quiere presentar como novedoso. En el ámbito de la educación, las últimas etiquetas llevan nombres como MOOCs, entornos personales de aprendizaje y por supuesto gamificacion que no es otra cosa que llevar los principios del juego al diseño de actividades de aprendizaje para mejorar habilidades y desempeño. No hay nada nuevo en usar juegos, a fin de cuentas han acompañado al ser humano desde el inicio de los tiempos. Sin embargo, jugar y aprender no son sinónimos. Que algo sea entretenido no quiere decir que automáticamente exista aprendizaje pero al mismo tiempo, si no hay diversión, resulta más difícil aprender. En la mayoría de casos, los juegos están pensados para entretener pero no para aprender. Es más, en el mundo empresarial se habla de “juego serio ”. Es evidente que el apellido de “serio” se ha tenido que incluir porque que para la empresa, el juego todavía tienen connotaciones negativas siendo menospreciado como una pérdida de tiempo.
¿Es el juego una metodología de aprendizaje a tener en cuenta? Para averiguarlo, hay que analizar la definición de qué es aprender. Aprender es un proceso personal que consiste en acumular experiencia reutilizable en el futuro y que depende de 3 factores esenciales: Motivación, tiempo y oportunidad de practicar. Como comprobaremos, el juego cumple todas las condiciones que caracterizan al proceso de aprendizaje, y especialmente la más importante de todas, que es a su vez la más esquiva para el resto de metodologías: la motivación.
1. Proceso personal: Al igual que no tiene sentido que nadie coma o duerma por ti, no es lógico que otro juegue por ti a no ser que el juego no te interese en lo más mínimo. No hay nada que se pueda comparar a la sensación de experimentar las cosas en primera persona. Con independencia de que el juego sea individual o colectivo, una de sus peculiaridades es que jugar te obliga a estar involucrado con los 5 sentidos a diferencia de otros métodos más orientados a determinados sentidos específicos (textos para la vista, discurso verbal para el oído, etc.). Por ello, jugar no es delegable a terceros sino que es un proceso personal e intransferible.
2. Acumular experiencia: El diccionario de la Real Academia de la Lengua asocia experiencia con “situaciones vividas”. Desde ese punto de vista, jugar siempre supone vivir una experiencia, lo que significa que participas y desempeñas un rol activo. En sintonía con el primer punto, la experiencia es un proceso personal ya que cuando la experiencia la vive otra persona, deja de ser experiencia para convertirse en información. No en vano se dice que “no es posible aprender en cabeza ajena”. La experiencia del juego es factible de ser compartida con otros a través de una historia, de hecho cada juego es una historia en sí misma. La práctica prolongada de un juego proporciona cada vez mayor habilidad en la ejecución del mismo. Para ser diestro en cualquier juego, no hay otro secreto que dedicar cuantas más horas mejor ya que con cada ocasión que juegas, lo que haces es añadir una nueva experiencia a tu colección histórica de experiencias pasadas. Nadie se muere por exceso de experiencia.
3. Reutilizable en el futuro: Para aprender es requisito imprescindible recordar. Si por ejemplo, a día de hoy eres incapaz de recordar cómo resolver una integral, por mucho que fueses capaz de hacerlo cuando estabas en el colegio, la conclusión es que no aprendiste. Aprender es lo contrario de olvidar. Por tanto, si el objetivo del aprendizaje consiste en acumular experiencias de forma que seas capaz de volver a utilizarlas cuando las requieras en el futuro, entonces es fundamental que dichas experiencias queden almacenadas para que las recuerdes siempre que las necesites. Uno de los muchos rasgos del juego es que su desenlace puede conducir a la victoria o a la derrota. En ambos casos, la alegría de ganar o la tristeza de perder suele generar un impacto emocional que deja una huella difícil de borrar. Muchos españoles jamás olvidarán el fallo de Cardeñosa en Argentina 78 o el gol de Iniesta en Sudáfrica igual que muchos chilenos todavía no olvidan el fallo de Caszely en España 82. Es por esa razón que la mayoría de personas olvidó casi todo lo que aprendió en la escuela y en la universidad y sin embargo es capaz de recordar con una nitidez asombrosa las experiencias que vivieron y en particular, tanto los triunfos como los fracasos en aquellos juegos que verdaderamente les importaban.
4. Motivación: ¿Por qué será que mis hijos quieren jugar siempre pero no quieren estudiar nunca? La motivación es la energía del aprendizaje y el juego cuenta con una serie de particularidades que ningún otro método tiene para lograr el sueño de todo educador: despertar el interés y abrir la puerta de par en par al proceso de aprendizaje.
- Aunque sea una perogrullada, para aprender hay que querer aprender y las personas no siempre quieren aprender lo que les queremos enseñar. ¿Por qué jugamos? Porque jugar es una actividad placentera que te predispone y te coloca en actitud favorable ya que implica emociones positivas: disfrute, diversión, gozo, entretención, todos ellos ingredientes esenciales de las cosas que nos motivan. El deleite de jugar tiene múltiples variantes: placer de jugar bien, placer de ganar al otro, placer de superarte y progresar, placer de alcanzar logros en equipo y contribuir a la felicidad de tus compañeros…
- El juego es un acto voluntario, lo contrario del carácter obligatorio de estudiar o asistir a un curso.
- Es también un acto de autonomía suprema ya que tienes libertad para decidir qué hacer y qué no hacer y por tanto de influir en las consecuencias. Cuando juegas, tienes control sobre tu destino, algo casi imposible en otras actividades de aprendizaje.
- Es un acto eminentemente creativo en el que nada está escrito y por ello puedes descubrir múltiples maneras de conseguir los objetivos lo que da sensación de poder y bienestar.
- El juego es emocionante ya que incorpora el factor del azar, incertidumbre, sorpresa e imprevisibilidad respecto de lo que va a pasar en el instante siguiente. El misterio nos atrae: no sé qué va a pasar, quiero ganar pero puede que pierda (no tendría gracia si siempre gano o siempre pierdo) lo que me genera curiosidad y me abre  a estar dispuesto a correr riesgos.
- El juego explota la veta competitiva que me permite desarrollar el anhelo de ganar a otros sin que ello obligatoriamente implique una actitud de agresividad o violencia.
- Jugar te obliga a pensar, demanda un alto nivel de concentración para no perder detalle ya que cuando juegas no puedes permanecer pasivo, al contrario de lo que ocurre en un aula.
- Jugando tienes una inmejorable oportunidad de poner a prueba tu auto exigencia, tu capacidad de superación personal, tu amor propio y orgullo, tu capacidad de no rendirte a pesar de las dificultades. Los anglosajones hablan de “hard fun” (diversión dolorosa) porque exige esfuerzo pero es placentera.
- Cuando juegas, gozas de un espacio para escapar de la realidad diaria que en algunos casos resulta estresante. Puedes adoptar otras personalidades, explorar otros mundos, encarnar otros roles. Además, cuando jugamos todavía nos mantenemos a salvo de las interferencias cotidianas que nos interrumpen continuamente (aunque no todos son capaces de apagar el teléfono mientras juegan)
- Cuando el juego es colectivo, se despliegan una serie de habilidades sociales, de interacción y colaboración mediante las que puedes contribuir al progreso de otros, permitiéndote sobresalir en el juego mientras, por ejemplo, tienes dificultades en el ámbito académico.
- El juego actualiza la situación permanentemente entregándote información continua y también ofreciendo feedback inmediato de tus acciones, tanto de lo que haces bien como de los errores. Cuando ganas, obtienes una recompensa, a veces monetaria, otras veces solo moral, como la satisfacción de ganar o de haberte superado a ti mismo.
- El juego es guiado y transcurre como una historia en la que asumes un rol. Por ejemplo, los militares denominan Juegos de Guerra a las simulaciones en las que recrean un enfrentamiento con propósitos de entrenamiento.
- Cuando estás jugando es cuando tú inconsciente, tu parte menos racional, aflora con fuerza y toma las riendas de tus acciones y es cuando te muestras como realmente eres. No importa si antes o después de jugar te disfrazas de traje y corbata y te comportas intachablemente según lo que requiere cada situación. Si cuando juegas, tratas de hacer trampas, ganar como sea y engañar al árbitro o si por el contrario, respetas las reglas y no te aprovechas de las situaciones ilícitas, entonces ése eres tú en realidad.
Es importante aclarar que cuando juegas, tu objetivo no es aprender sino jugar y por eso no todo juego equivale a aprendizaje. El juego siempre te plantea una serie de objetivos que te importa alcanzar, te presenta las reglas para lograrlos y se asegura de que sepas cuando los alcanzaste. Aprender, es únicamente el medio para conseguir tus objetivos, es algo que ocurre de forma invisible para el jugador. Cuando juegan, mis hijos no son conscientes de que aprenden ni les preocupa mucho en realidad.
5. Tiempo. Como bien sostenía Paco de Lucia, “Cualquiera puede ser el mejor guitarrista del mundo si está dispuesto a pasarse los siguientes 30 años practicando 10 horas diarias los 7 días de la semana”. Es imposible aprender algo verdaderamente valioso en una actividad de una hora o en un curso de un día. No es ningún secreto que aprender exige mucho tiempo. Los aprendizajes que te acompañan toda la vida son fruto de largas horas de dedicación, de sacrificio y de esfuerzo. Hay quien incluso ha establecido en 10 mil horas el número mágico del tiempo que debes dedicar para convertirte en un experto en cualquier disciplina. Lo interesante es que  cuando juegas, por lo general pierdes la noción del tiempo y tienes la sensación de que “el tiempo vuela” que es quizás la mejor demostración de que lo pasaste bien. No es infrecuente escuchar a muchas personas reconocer que durante el juego, entran en lo que los psicólogos denominan “estado de flujo”. La conclusión es que jugando te resulta más sencillo desarrollar habilidades que exigen un alto nivel de trabajo y por tanto que se extienden por un largo periodo de tiempo. Sabes que para ser competente en un juego, tendrás que dedicar mucho tiempo a practicar y fallar antes de hacerlo bien pero lo grato de jugar y la intensa sensación de euforia cuando alcanzas tus objetivos compensa toda la dedicación. Como dice el refrán “sarna con gusto no pica”.
6. Práctica. Aristóteles afirmaba que lo que aprendemos, lo aprendemos haciendo. Jugar es sinónimo de hacer, de practicar. A mucha gente le gusta jugar al fútbol pero no disfruta de la misma forma viendo un partido por televisión. La motivación del juego propicia la práctica repetida hacia la maestría. Jose Luis Chilavert, uno de los porteros que más goles anotó mientras estuvo en activo, se compró una barrera de madera y ensayaba 150 tiros cada día. Escuchar es aburrido, hacer es mucho más atractivo. Hasta que no haces, no puedes decir que sabes y jugar tiene un efecto secundario: El orgullo de aprender ya que te pruebas a ti mismo que eres capaz (vences la duda de ¿podré?) lo que ayuda a mejorar tu autoestima. Cuando practicas siempre está presente el factor que más influencia tiene en el proceso de aprendizaje: el error. Si bien tratas siempre de evitar que ocurra, cuando juegas debes convivir con el error y aprender de él resulta crítico. Jugar implica en cierta forma aprender a perder. Muchas veces, el fracaso es la raíz del triunfo. Al jugar tienes que aprender a lidiar con la frustración, con el ego y a controlar tus impulsos. Jugar exige aceptar el riesgo y asumir que te vas a equivocar con mayor frecuencia de la que acertarás. De otra manera, ningún jugador de fútbol, basket o tenis se atrevería a tomar ni una sola decisión. El error es una oportunidad para mejorar siempre que seamos capaces de aprender de él para que no vuelva a suceder. La ventaja que tenemos en el caso del juego es que podemos planificarlo para que el error ocurra por diseño. Dado que quiero que te equivoques para que aprendas, entonces programo el juego para que tengas que fallar y de esa forma no tener que depender de que el error ocurra por accidente o casualidad.
Conclusiones:
El juego es una metodología natural para los humanos ya que es la primera herramienta de aprendizaje que todos experimentamos. Desde que nacemos hasta que entramos al colegio, el juego se convierte en nuestra principal y casi única estrategia de aprendizaje, a través de la que vamos adquiriendo habilidades y competencias de alta complejidad y que serán esenciales a lo largo de toda nuestra vida. Lo que regalamos a los niños en su cumpleaños o en navidades son juguetes, cualquier otra cosa les causa una profunda decepción. Lo que los hijos piden a sus padres cada minuto del día es que juegues con ellos. Todos recordamos que en el colegio, resultaba imposible aguantarse las ganas de que llegase el recreo para salir a jugar con nuestros amigos. La decisión de jugar nunca supuso un sacrificio independientemente del esfuerzo que requiriese el juego en sí. No hacía falta que nadie te obligase a jugar. Sin embargo, entrar en clase a escuchar al profesor era un tormento supremo. Jugar crea vínculos especiales y sólidos entre las personas, en mi caso, la mayor parte mis mejores amigos provienen de los distintos equipos de baloncesto en los que jugué. Y es que si cuando eres adulto sigues jugando es porque te devuelve a tu época de niño en la que tienes grabado que juego equivale a disfrute.
Cuando juegas, no lo haces por aprender sino para ganar, disfrutar, mejorar tu salud, estado físico o mental, etc. Jugar te obliga siempre a aprender las reglas del juego y las habilidades necesarias para ganar pero ninguna de ellas son el verdadero objetivo del jugador. Eso significa que en el juego convergen siempre 2 miradas, la del diseñador que debe pensar en que habilidades tiene que aprender el participante y cuál es la mejor manera para que las aprenda y la mirada del jugador que está pendiente de si el desafío que le plantea el juego le interesa lo suficiente como para querer jugar y hacer el esfuerzo. Claro que si el juego no se parece a lo que harás posteriormente en la vida real, es posible que te diviertas mucho pero no habrá transferencia y por tanto no servirá de gran cosa.
Existe unanimidad en que aprender mejor y más rápido que los demás se convierte en la principal ventaja competitiva de personas y organizaciones. No hay duda de que el juego es una metodología inigualable para lograr el aprendizaje. Por eso es más importante que los niños jueguen en lugar de que estudien sobre todo cosas que no les interesan. ¿A qué estamos esperando para innovar e incorporar el juego en los colegios y las empresas como una de las metodologías de aprendizaje  fundamentales?

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