Gustavo Santaolalla es un músico, productor, y compositor argentino que ganó 2 veces el premio Oscar y compuso música para casi todo lo que puede tener música hoy. Desde juegos de PlayStation hasta series, películas (Diarios de Motocicleta, Babel, Secreto en la montaña, Relatos Salvajes, etc), documentales, bandas, discos, de todo.
En una entrevista que le hicieron en la revista WOBI, tira dos respuestas que me gustaron e interesaron compartir. Primero le preguntaron cómo era el proceso creativo para componer la música de una película. Respondió lo siguiente:
“Yo no sé leer ni escribir música, así que no puedo pasarles partituras a otros músicos. Entonces, en las bandas de sonido, estoy obligado a tocar la mayoría de los instrumentos. Yo sólo sé tocar la guitarra y el ronroco, pero me encanta el desafío de probar instrumentos nuevos.Un ejemplo claro es Babel. Para esa película buscaba un instrumento que funcionara como hilo conductor, dado que la historia transcurre en varios países y regiones. No quería que la música terminara siendo como la de un documental de National Geographic. Quería que fuera un sonido del mundo, pero no necesariamente de un lugar.Después de meses de investigar, encontré el instrumento que tenía todos los condimentos: el oud, un antepasado árabe del laúd y, por ende, de la guitarra. Sus cuerdas tienen una impronta del mundo árabe, pero también un parentesco con la guitarra mexicana, y a su vez con el coto, que es de origen japonés. Paradójicamente, gané un Oscar con un instrumento que no sé tocar.”
Después le preguntaron qué consejos le daría a un artista joven. Y la respuesta fue esta:
Me enfocaría en tres cualidades fundamentales. Ante todo, disciplina. El famoso 80 por ciento de transpiración y 20 por ciento de inspiración. Lo segundo es encontrar tu identidad, y la tercera es mantenerte fiel a tu visión.Siempre se presentan propuestas que te alejan de tu camino. En particular, en dos instancias: cuando no eres conocido y necesitas vivir, y cuando ya alcanzaste un nivel de reconocimiento y aparecen ofertas millonarias que no tienen que ver con tu identidad. En las dos situaciones hay que tener la integridad de saber decir que no.
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