Hace poco más de un año nos dejó este ser humano excepcional, íntegro, comprometido, sabio. Aunque quise rendirle homenaje con otro post en mi blog Reflexiones, deseo también compartir rasgos sobre su vida y obra en este blog.
Nacido en Barcelona en 1917, en el seno de una familia con referentes cubanos, filipinos, argelinos y suizos, vivió su infancia e inicio de la adolescencia en Tánger, para ser movilizado después, debido a la Guerra Civil española, a Melilla, Guadalajara, Cuenca y a algunas zonas de Cataluña. En Melilla, fue funcionario de aduanas. En estos años, por otra parte, ya cultivaba la poesía y escribió su primera novela, “La estatua de Adolfo Espejo” (publicada, sin embargo, en 1994).
Ya destacado economista y habiéndose casado y sido padre de una niña, fue nombrado asesor del ministro de Comercio y, años más tarde, Catedrático de Estructura Económica por la Universidad Complutense de Madrid. Como docente, escribió obras sobre economía y ejerció de profesor visitante en las universidades británicas de Salford y Liverpool, y en la estadounidense Bryn Mawr. Compaginó esta actividad con puestos en el Banco Exterior y en el Ministerio de Hacienda. Fue elegido senador de las primeras Cortes en democracia.
Los años 80 del pasado siglo representaron para Sampedro el comienzo de una exitosa carrera literaria, con libros tan celebrados como “La sonrisa etrusca”, “Octubre, octubre” o “El amante lesbiano”. En 1990, ingresó en la Real Academia Española de la Lengua. Ese mismo año, se casaría por segunda vez.
Hombre muy lúcido y adaptado a los tiempos, fue un ejemplo de humanismo y criticó la decadencia del sistema capitalista y de valores en los países occidentales. Así, prologó en castellano el libro que inspiró el movimiento del 15M, “¡Indignaos!”, de Stéphane Hessel. Recibió numerosos premios, entre los que destaca la Orden de las Artes y las Letras de España 2011.
José Luís Sampedro dijo:
El tiempo no es oro; el tiempo es vida.El sistema está roto y perdido, por eso tenéis futuro.Somos naturaleza. Poner al dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe.¿Tenemos mucho tiempo libre para vivirnos, o pedimos constantemente que nos vivan? ¡No hemos aprendido a vivir!Hay una cosa que me preocupa: hasta qué punto se están destruyendo valores básicos. No hablo ya de derechos humanos, sino de la justicia, la dignidad, la libertad, que son constitutivas de la civilización.Deberíamos vivir tantas veces como los árboles, que pasado un año malo echan nuevas hojas y vuelven a empezar.Porque es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a saber quién es, y donde entonces empieza a pisar firme.Qué importa mi boca cerrada, ¡cuando piensas con el alma te oyen!La vida es un arder y el que no arde no vive.
Muy feliz semana,
Álex Rovira
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