Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner
Resumen: Las emociones tienen un rol fundamental a la hora de lograr que los alumnos logren afianzar los conocimientos en su memoria. ¿Cómo influyen? ¿Cómo pueden usarlas los docentes a su favor?
Para que un recuerdo se consolide en nuestra memoria necesita de algo fundamental: estar asociado a una emoción.
Durante toda nuestra existencia aprendemos infinidad de cosas, pero con el paso del tiempo solo algunas perdurarán en nuestros recuerdos, y la emocionalidad es la principal responsable de que esto suceda. Los aprendizajes generados en la vida cotidiana o dentro de un aula que se encuentran asociados a sentimientos ―ya sean positivos (como la alegría o el orgullo) o negativos (como el miedo o la tristeza)― son los que permanecerán en nuestra memoria.
Podemos dividir nuestra memoria en tres subtipos:
1. Corto plazo: es la capacidad de mantener en nuestra mente una pequeña cantidad de información ―ya sea un teléfono, una dirección o el nombre de algo que vimos en la televisión―. Si estos datos no son repasados con entusiasmo, ante la más mínima distracción podemos olvidarlos. Está relacionada principalmente con el hipocampo.
2. Operativa o de trabajo: aquí es donde un conocimiento traspasó la memoria a corto plazo, teniendo la oportunidad de convertirse en un recuerdo a largo plazo o de quedar en el olvido a los pocos días. Por ejemplo, podemos estar largas horas estudiando ―incluso durante la madrugada― para sacarnos una buena nota en un examen. No obstante, si esa información no es repasada y no tenemos compromiso emocional con ese conocimiento en el corto plazo la mayor parte desaparecerá.
La memoria de trabajo también es la que nos permite extraer datos de la memoria de largo plazo para resolver una tarea en el presente. Es coordinada por la corteza prefrontal –principalmente en el área dorsolateral–.
3. Largo plazo: una situación que despierte nuestras emociones hace que la unión de neuronas (sinapsis) pueda llegar a ser tan fuerte que los recuerdos consigan perdurar durante un gran lapso de tiempo e incluso toda la vida. Aún cuando consideremos que esa información ya no está a nuestro alcance, con el simple hecho de repasar un poco o volver a practicar esa actividad se nos hará sencillo realizarla o evocarla. Un ejemplo de esto sería andar en bicicleta. Podemos estar años sin subirnos a una, pero solo con el hecho de pedalear unos metros será suficiente como para volver a sentir que nunca hemos abandonado este hábito tan saludable.
¿Qué sucede con lo aprendido en la escuela?
En el aprendizaje dentro de un espacio educativo nunca olvidaremos si alguna vez fuimos fastidiados por algunos compañeros, como tampoco desaparecerán de nuestra memoria esos docentes y profesores que ponían tanto énfasis y entusiasmo en enseñarnos.
Por esta razón, ir a aprender en ambientes motivadores no solo nos predispondrá de mejor forma a estudiar, sino que también perdurarán esos conocimientos mucho más tiempo en nuestra memoria.
Por el contrario, los espacios educativos percibidos como agresivos o estresantes nos dificultarán concéntranos y gran parte de la información brindada en la clases desaparecerá. La presencia de focos en los cuales nuestra atención se desvié ―como el miedo al recreo (por tener que soportar compañeros molestos) o la obligación de asistir a una clase en donde el profesor nos exija por encima de nuestra capacidad― convertirá el espacio de aprendizaje en un lugar de olvido de los conocimientos que se deben adquirir. No solo por la gran dificultad de concentrarnos, sino también porque el estrés afecta negativamente la comunicación de las neuronas (principalmente a las espinas dendríticas ―área de recepción de los impulsos nerviosos―), proceso vital para el aprendizaje y la memoria.
Uno de los principales objetivos de la educación debe ser crear ambientes educativos emocionalmente positivos y de colaboración, algo que ayudará a los niños a recordar más y también fomentará un proceso de enseñanza asociado a la alegría y felicidad.
Podemos promover esto haciendo sentir a los alumnos participes activos de las clases. Somos una especie social con una inmensa capacidad para enseñar y disfrutamos mucho del proceso. Quien haya tenido la oportunidad de ser consultado sobre un tema del cual conoce (aún siendo algo pequeño como explicarle a otro qué transporte público utilizar para llegar a su destino) sabrá que esto es algo que nos llena de placer y orgullo.
De este modo, una buena forma de motivar a los alumnos podría ser darles la posibilidad de investigar un tema visto en clase que les haya despertado su curiosidad, invitarlos a desarrollar algunas de las preguntas que serán parte de los exámenes (premiando no solo las buenas respuestas, sino también las buenas preguntas), fomentar que ellos puedan enseñar lo que saben (invitándolos a ser docentes de sus propios compañeros de grado o de otras niveles) y premiando su iniciativa, aun cuando se cometan algunos traspiés en el intento.
Es fundamental asociar la educación al bienestar y felicidad. Los ámbitos educativos deben caracterizarse por mostrar día a día alegría y risa, además de combatir el estrés y los estados emocionales negativos. Reír es una de las mejores formas de promover la interacción positiva con los otros, ya que es un lenguaje universal que fortalece los lazos afectivos y, conjuntamente, tiene muchos otros beneficios:
- Ayuda al sistema respiratorio, ya que mejora la oxigenación de la sangre y hace que nuestro cuerpo y, principalmente, cerebro funcionen de forma óptima.
- Nos permite dormir más plácidamente y combate el insomnio, siendo el sueño una etapa de vital importancia para la consolidación de la memoria.
- Regulariza el pulso cardiaco, disminuyendo la presión arterial, además de colaborar en la liberación de lipoproteínas, las cuales favorecen en la reducción del nivel de colesterol.
- Fortalece el sistema inmunológico, aumentando el nivel de endorfinas.
- Reduce la tensión muscular. Cuando nos reímos movemos más de 400 músculos y además quemamos unas cuantas calorías.
- Ayuda al aparato digestivo.
- Fomenta la liberación de hormonas y neurotransmisores que nos hacen sentirnos muy bien, tales como la dopamina y la serotonina.
- Y un largo etcétera, que nos hace tomar conciencia de lo beneficioso que es estudiar y aprender tanto en ámbitos educativos como laborales, teniendo en cuenta el bienestar y el estado emocional de quienes forman parte del mismo.
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Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner
Presidente de Asociación Educar.
Médico Especialista en Oncología, Universidad de Buenos Aires.
Máster en Neurociencia y Biología del Comportamiento, Universidad de Murcia.
Creador de la Formación en Neurosicoeducación.
Co-creador del Curso de Capacitación Docente en Neurociencias (finalizado por más de 2000 alumnos).
Director General de la revista on-line "Descubriendo el Cerebro y la Mente".
Sus cursos y formaciones cuentan con alumnos egresados en más de 30 países.
Capacitador y asesor de proyectos de Neurosicoeducación en el aula en los colegios: Río de la Plata Sur, River Plate, Mecenas, Magnus, Redwood, Instituto Pizzurno De Enseñanza Integral, Instituto Jesús María e Instituto Idio+DelFabro.
LinkedIn: http://ar.linkedin.com/in/carloslogatt
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