miércoles, 16 de diciembre de 2015

¿Pensar como Einstein?

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¿Pensar como Einstein?
Mucha gente ignora que, cuando el célebre físico Albert Einstein murió, unos científicos (sin permiso familiar) le extrajeron el cerebro con el fin de investigarlo profusamente.La hipótesis era que si Einstein había sido un científico excepcional quizás esto se manifestaría visiblemente a través de algunos cambios significativos en su morfología cerebral. Se suponía que tendría, por ejemplo, más desarrolladas las áreas corticales relacionadas con las habilidades lógico-matemáticas.
La sorpresa de los científicos fue que los únicos cambios visibles correspondieron en las áreas de asociación, aquellas que permiten hacer conexiones remotas entre conceptos distantes (dinosaurio y ajo, por ejemplo), visualizar e imaginar. En comparación con un cerebro control, el del célebre físico mostraba un aumento significativo de la dimensión de las mencionadas zonas.
Conclusión: Einstein fue un gran científico no tanto por su capacidad lógico matemática (que también) sino por su enorme habilidad para imaginar (“la imaginación es más importante que el conocimiento”, dijo) y encontrar relaciones inusitadas entre ideas o conceptos científicos aparentemente inconexos. De hecho, Einstein fue un genio porque podía pasar con facilidad de un estado cerebral deliberado (secuencial, lógico y ordenado) a otro espontáneo (intuitivo, analógico, disruptivo). La clave de la eficacia creativa reside en esta habilidad dual.
Mi colega de la Universidad de Harvard Shelley Carson, efectivamente, define la creatividad como “la habilidad para combinar bits de información de maneras nuevas y originales”. Por lo tanto, si queremos ser creativos tenemos que aprender (o reaprender) a combinar, mezclar e hibridar elementos (música, ideas lógicas, palabras, movimientos del cuerpo, etc.) de una manera diferente a la habitual.
Pero combinar, hibridar y mezclar quiere decir arriesgarse, probar y equivocarse. Y esto no acostumbra a estar bien visto en el seno de nuestra cultura. Nadie quiere cometer errores en las empresas, todo el mundo quiere tener ideas brillantes a la primera y triunfar. Algo falla, pues.
Cómo ya he dicho otras veces, las empresas tendrían que tener espacios para experimentar y prototipar nuevas propuestas. Espacios como talleres, con materiales, aparatos de prototipaje, vídeos, dibujos… Sin todo esto, la empresa se limita a un espacio burocrático y aburrido donde siempre se hacen, más o menos, las mismas cosas. Si queremos progresar tenemos que ser más atrevidos, traspasar los límites aparentes de las cosas e ir más allá. Hace falta que los integrantes de una empresa, además de hacer lo que hacen cada día, tengan espacios para la imaginación radical, el ensayo y la experimentación. Por lo tanto, espacios (reales o virtuales) para que puedan formular buenas preguntas-hipótesis y herramientas por refutarlas o confirmarlas. No todo está en la cabeza de los jefes. Todos tenemos mucho talento y hace falta que lo usemos de manera continuada. Sin esto las empresas acabarán fracasando. Cómo dice mi amigo Josep Lagares de Metalquimia, “disrupt or you will be disrupted”.
Por cierto, como seguramente ya sabréis, Einstein era un desastre en matemáticas cuando estudiaba. Pero, ¿sabéis por qué? Pues porque no le gustaban los profesores que tenía y no se sentía motivado por el tema. ¿Cuántos fracasos escolares se deben a las deficiencias de nuestro sistema educativo? Me temo que muchos.

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