"El éxito, como la felicidad, no puede ser perseguido, debe llegar como el efecto secundario de la dedicación personal a una causa más grande que uno mismo" —Mihaly Csikszentmihalyi
Los beneficios de tener metas están más que comprobados. Son muchas las investigaciones que han encontrado que establecer objetivos mejora tanto nuestra vida personal como la profesional.
Demos un vistazo a lo que escribió Steven Kotler en el muy recomendado libro Bold:
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A finales de 1960, los psicólogos Gary Latham de la Universidad de Toronto y Edwin Locke de la Universidad de Maryland, descubrieron que la fijación de metas es una de las maneras más fáciles de aumentar la motivación y mejorar el rendimiento… En docenas y docenas de estudios, Latham y Locke encontraron que la fijación de metas aumentó el rendimiento y la productividad entre un 11 y un 25 por ciento. Este es un gran impulso. Si la jornada de ocho horas es nuestro punto de partida, es como si gozáramos de dos horas extras de trabajo por el simple hecho de poner a trabajar la gente en un marco mental más adecuado.
Ok, de acuerdo, las metas son poderosas. Pero no vale cualquier meta:
Uno de los aspectos más importantes para que funcionen las metas es el compromiso. "Hay que creer en lo que estás haciendo", continúa Latham. "Grandes objetivos funcionan mejor cuando hay una alineación entre los valores de un individuo y el resultado deseado de la meta. Cuando existe esa alineación, nos comprometemos totalmente, lo cual significa que prestamos más atención, tenemos mayor resistencia y somos mucho más productivos como consecuencia de ello.
Es decir, las metas tienen que ser relevantes para el individuo, tienen que estar alineadas con sus valores y con sus habilidades. Ahí reside la clave del gran desempeño.
Los equipos que funcionan a un alto nivel son aquellos que trabajan hacia un objetivo que sus integrantes consideran importante. Importante no sólo significa salvar las ballenas de la extinción, limpiar los océanos o erradicar la pobreza. Un trabajo que vale la pena realizar puede ser ayudar a tu equipo, a tu familia o, incluso, a ti mismo.
Al contrario, realizar un trabajo carente de significado personal puede convertirse en una pena difícil de soportar. “La idea que se me ocurrió”, afirmó Fiódor Dostoevsky hace cerca de 150 años, “es que si uno quisiera aplastar y destruir completamente a un hombre. Imponer el más terrible castigo. Uno ante el cual el asesino más temible se acobardaría y temblaría. Todo lo que se tendría que hacer sería obligarle a realizar un trabajo que careciera completa y absolutamente de significado”.
Esta es la gran tragedia dentro de las empresas hoy en día: existe una enorme discrepancia entre los valores y las preferencias de las personas y la labor que realizan. Esa es la razón por la cual casi el 90% de los trabajadores a nivel mundial no se siente involucrado a nivel emocional con su empleo.
Ahora bien, resulta que las metas también son importantes en nuestra vida personal: le dan sentido a nuestra existencia y aumentan el nivel de satisfacción general con la vida. Es decir, nos hacen más felices.
Esto fue lo que encontró Mihaly Csikszentmihalyi cuando realizó una gran investigación que buscaba descubrir cuándo y porqué se producen en las personas estados de dicha.
Las personas que con mayor frecuencia experimentaban momentos de satisfacción, eran aquellas que se encontraban realizando actividades que estaban relacionadas con objetivos que consideraban importantes en su vida.
El camino hacia la felicidad, concluye Csikszentmihalyi, no pasa por el goce intrascendente, el camino a la felicidad es la asunción consciente de un reto y la lucha por superarlo.
¿Una vida sin desafíos, sin retos que superar, puede ser una vida feliz? ¿Tu que opinas?
Los equipos que funcionan a un alto nivel son aquellos que trabajan hacia un objetivo que sus integrantes consideran importante. Importante no sólo significa salvar las ballenas de la extinción, limpiar los océanos o erradicar la pobreza. Un trabajo que vale la pena realizar puede ser ayudar a tu equipo, a tu familia o, incluso, a ti mismo.
Al contrario, realizar un trabajo carente de significado personal puede convertirse en una pena difícil de soportar. “La idea que se me ocurrió”, afirmó Fiódor Dostoevsky hace cerca de 150 años, “es que si uno quisiera aplastar y destruir completamente a un hombre. Imponer el más terrible castigo. Uno ante el cual el asesino más temible se acobardaría y temblaría. Todo lo que se tendría que hacer sería obligarle a realizar un trabajo que careciera completa y absolutamente de significado”.
Esta es la gran tragedia dentro de las empresas hoy en día: existe una enorme discrepancia entre los valores y las preferencias de las personas y la labor que realizan. Esa es la razón por la cual casi el 90% de los trabajadores a nivel mundial no se siente involucrado a nivel emocional con su empleo.
Ahora bien, resulta que las metas también son importantes en nuestra vida personal: le dan sentido a nuestra existencia y aumentan el nivel de satisfacción general con la vida. Es decir, nos hacen más felices.
Esto fue lo que encontró Mihaly Csikszentmihalyi cuando realizó una gran investigación que buscaba descubrir cuándo y porqué se producen en las personas estados de dicha.
Las personas que con mayor frecuencia experimentaban momentos de satisfacción, eran aquellas que se encontraban realizando actividades que estaban relacionadas con objetivos que consideraban importantes en su vida.
El camino hacia la felicidad, concluye Csikszentmihalyi, no pasa por el goce intrascendente, el camino a la felicidad es la asunción consciente de un reto y la lucha por superarlo.
¿Una vida sin desafíos, sin retos que superar, puede ser una vida feliz? ¿Tu que opinas?
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