Uno de los propósitos más extraños que se hacen las personas es el de llegar a “ser alguien en la vida”. Pero ¿qué es esto? ¿Acaso uno no es por naturaleza “alguien”? En nuestra sociedad vivimos con un alto grado de ansiedad por llegar a “ser alguien”. Detrás de eso hay una búsqueda de éxito que nos ha estado comiendo la cabeza las últimas décadas. Se trata de una búsqueda injusta porque, nuevamente, ¿qué es ser exitoso? Con mucha facilidad podemos agrupar bajo ese acápite cosas como dinero, fama y poder, cosas altamente valoradas o, para ser exactos, sobrevaloradas.
El éxito, definido como el logro de alguna meta, en sí mismo no es ni bueno ni malo. Dependerá de la bondad de la meta y sus beneficios para el exitoso, los demás y su entorno. Para nadie es un misterio que el éxito empresarial se ha concebido tradicionalmente como la generación de utilidades. Avanzamos, producimos y, a pesar de todo, no nos sentimos satisfechos. El mecanismo competitivo se celebra como estrategia, los criterios para la reforma laboral o la Constitución terminan siendo una mayor competitividad como país o como industrias. Estrechez de mente, estrechez de visión, estrechez de horizontes.
La competencia produce derrotados e inevitablemente nos sumerge en un futuro de dolor para alguien, aunque no seamos nosotros. Ocuparnos de la bondad de nuestro país, augura un futuro más humano y fecundo.
Podríamos pedir a las escuelas de negocios que generaran un nuevo modelo económico o un nuevo paradigma empresarial. Pero, tal como están las cosas, ninguna facultad se atrevería a proponer algo semejante. ¿Por qué? Simplemente porque a ellos los medirán por el nivel de logro que tengan en producir profesionales capaces de generar más dinero.
Urge redefinir el éxito. ¿No podremos ampliar los horizontes más allá de la mera subsistencia económica? ¿No podremos proponer un paradigma distinto? Personalmente me he dado cuenta de que afortunadamente hoy surgen voces distintas. En varios circuitos empresariales se están dando cuenta de que los públicos interesados en la empresa no son sOlo los accionistas. También están los trabajadores y sus familias, las comunidades cercanas a las fábricas, los niños por nacer que requieren un medio ambiente sano.
Así como una persona es buena en la medida que se ocupa de otros y sus acciones repercuten positivamente en su entorno, las buenas empresas deberían ser medidas análogamente por lo mismo. Pero eso no es todo. ¿Qué será más relevante, vivir en un país competitivo o en un país bueno? Dejo la respuesta al lector. La competencia produce derrotados e inevitablemente nos sumerge en un futuro de dolor para alguien, aunque no seamos nosotros. Ocuparnos de la bondad de nuestro país, augura un futuro más humano y fecundo.
Desearía que se midiera nuestro éxito por la cantidad de personas que ayudamos en la vida. Ojalá una empresa se considerara exitosa si ha logrado mejorar la vida de sus trabajadores. Quizá algún día podamos salir a otras latitudes y sentirnos orgullosos de habitar y construir un país bueno, que ha hecho el bien para otros países.
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