domingo, 22 de mayo de 2016

Longevidad y fortaleza, los beneficios del ayuno intermitente

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"Durante el ayuno el cuerpo destruye sus piezas defectuosas y luego las construye de nuevo cuando se reanuda la alimentación" —Herbert M. Shelton

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Esta mañana mientras leía Los Ensayos de Michel de Montaigne me encontré con este par de historias:
Ese Pomponio Ático al que escribe Cicerón, encontrándose enfermo, mandó llamar a Agripa, su yerno, y a dos o tres amigos más, y les dijo que había comprobado que nada ganaba con querer curarse y que todo lo que hacía para prolongar su vida, prolongaba y agravaba también su dolor. Que, en consecuencia, había decidido poner fin a ambas cosas, y les rogaba que aceptaran su decisión y que, cuando menos, no perdiesen el tiempo para apartarle de ella. Ahora bien, eligió quitarse la vida mediante el ayuno, pero resultó que la enfermedad se le curó por accidente. El remedio que había empleado para matarse, le devolvió la salud.

[...]

La historia del filósofo Cleantes es muy similar. Tenía las encías hinchadas y podridas; los médicos le aconsejaron que practicara una gran abstinencia. Tras ayunar dos días, mejoró tanto que le proclaman su curación y le permiten restablecer su forma de vida acostumbrada.
Pomponio y Cleantes fueron curados gracias al ayuno. Sus propiedades curativas son sabiduría ancestral; Hipócrates y Platón se cuentan entre sus primeros defensores. Los beneficios sobre la salud quizá son la razón por la cual es una práctica presente en varias religiones.

Desde hace algún tiempo vengo practicando una forma de ayuno que se conoce como‘alimentación restringida por tiempo’, la cual consiste en comer durante una estrecha ventana de tiempo en el día (6-8 horas), y las restantes (16-18), no tomo más que agua. Como norma general, desayuno a las 8:30 y la última comida la tengo a las 4:30.

Esta práctica la adopte como una forma de controlar mi peso y, por encima de todo, cultivar buena salud. Y desde hace tiempo tenía ganas de compartirla y escribir sobre ello, así que cuando leí estas historias me dije: “ya está, hoy es el día”. Y aquí estoy.

Durante los últimos años son numerosos las investigaciones que respaldan los efectos curativos del ayuno. John Durant escribe en El Manifiesto Paleo: Sabiduría ancestral para una salud duradera (The Paleo Manifiesto) sobre ello:
Un indicio de este efecto proviene del comportamiento de los animales enfermos, incluidos los humanos, que a menudo pierden el apetito hasta que una enfermedad ha pasado. Animales de granja, mascotas, animales de zoológico y animales salvajes a menudo simplemente dejan de comer por completo cuando se enfrentan a una infección aguda o una lesión grave. El carácter generalizado de este fenómeno sugiere que es una respuesta adaptativa. La pérdida de apetito no es un defecto, es una cualidad.

De igual manera que atacar a las líneas de suministro de un ejército invasor es una estrategia usada en las guerras, la restricción dietética debilita a los cuerpos patógenos, mientras que nuestro sistema inmune prepara una contraofensiva. Los diminutos patógenos no tienen grandes reservas de nutrientes y dependen del suministro que puedan obtener del huésped, por tanto, la manipulación de nuestra nutrición es una manera de manipular su nutrición.
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Imagen de Buda ayunando
Una gran cantidad de estudios señalan que los beneficios del ayuno van más allá de la cura de enfermedades infecciosas; también ayuda a prevenir condiciones relacionadas con el envejecimiento y probablemente promueva la longevidad. Mark Mattson, neurólogo e investigador del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, comenta sobre sus hallazgos:
Hemos encontrado que en los ratones o ratas que ayunan en días alternos, sus neuronas son más resistentes al tipo de daños asociados con el Parkinson, Alzheimer, e incluso, a accidentes cerebrovasculares y, de manera consistente, prolonga la duración de sus vida un 30%.
Las investigaciones han sido expandidas a humanos y sus hallazgos son similares.

Resulta que el patrón de tres comidas principales, balanceadas de forma minuciosas con proteínas, hidratos y vegetales, más dos refrigerios en medio, son una anormalidad desde el punto de vista evolutivo.

Durante la mayor parte de nuestra evolución comíamos carne cuando los machos habían sido exitosos cazando; sino, nos alimentabamos de frutos secos, tubérculos y frutas recolectadas por las hembras de la manada. Es decir, si no había caza, durante algunos días nos veíamos forzados a ser vegetarianos. Aunque en muchas ocasiones, por ejemplo durante las travesías, pasábamos varios días sin probar bocado.

El cuerpo humano, dado que nos hemos alimentado durante mucho más tiempo siguiendo el patrón del paleolítico que el de la era moderna, está mejor adaptado a este comportamiento alimentario. Nuestro cuerpo acumula reservas de energía en los músculos y en el hígado lo que nos permiten pasar semanas sin comer.
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El ayuno, al igual que lo hace el ejercicio, causa estrés e inflamación a nuestro organismo y este responde de forma adaptativa fortaleciéndose y haciéndose más resistente en el largo plazo.

Cuando privamos al organismo de nutrientes se promueve una condición denominada autofagia (auto-digestión); ante la falta de alimento las células empiezan a comerse así mismas. Pero nuestro organismo no es tonto, todo lo contrario, es listísimo. El proceso de autofagia comienza por el material celular dañado, nuestro cuerpo se come en primer lugar las células que están deterioradas. La acumulación de material celular dañado es una de las causas de la aparición de enfermedades crónicas, así que la autofagia termina convirtiéndose en una especia de limpieza que nos deja más saludable de lo que estábamos.

Otros investigadores como el doctor David Ludwig, profesor de nutrición de la Universidad de Harvard, sostienen, y yo estoy convencido de ello, que el ayuno mejora el funcionamiento del cerebro. Y es que pensémoslo por un momento, ¿cuando necesitamos estar más avispados, sagaces y creativos, cuando estamos hinchados de comer o cuando el hambre nos da puñaladas en el estómago?

Los primeros días de adaptación a esta forma de alimentación no fueron fáciles. En la noche el hambre acosaba, pero después de un par de semanas todo fue más fácil.

Aunque los beneficios sobre mi peso son evidentes, para saber si seré más longevo me tocará esperar, ojalá, mucho más. Como espero seguir escribiendo durante mucho tiempo, les iré reportando como avanza el asunto. Dentro de cuarenta años sabremos si el experimento fue exitoso o no. ;)

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