domingo, 15 de febrero de 2009

Más pasión y sueños, menos infraestructura y experiencia

Hervé Lebret es profesor, ángel inversor y escritor, además de gestionar Innogrants, un fondo de la EPFL (École Polytechnique Fédérale de Lausanne) que ayuda a estudiantes a poner en marcha sus ideas emprendedoras. Su último libro, Start-up: what we still may learn from Silicon Valley, es una lectura recomendada para aquéllos que quieran comprender por qué no se dan googles ni apples en Europa;si el crecimiento de la emprendedoría tecnológica es cuestión de cultura o de infraestructura, y por qué los europeos todavía no han entendido del todo la cultura emprendedora californiana. Hace un año un periódico catalán publicó el resultado de una encuesta realizada entre licenciados universitarios: más del 60 % querían llegar a ser funcionarios y trabajar en la Administración pública.

¿Es ése parte del problema?

¡Ése es el origen del problema! En el EPFL sólo entre el 3 y 5 % de los estudiantes están interesados en fundar una nueva empresa. Creo que el principal motivo es cultural, pero también individual. No es que no quieran hacerlo, es que no conocen las opciones de una nueva empresa.

Si es cultural como usted dice, ¿dónde empieza?

En cierta manera, es peligroso decir que se trata de una cuestión cultural, porque entonces parece como si no se pudiese hacer nada al respecto. No obstante, creo que el problema empieza en la familia, y en la escuela. ¡Fíjese en el sistema estadounidense! Fíjese en cómo dan charlas en congresos, o cómo Steve Jobs vende sus iPhones o sus iBooks. ¡Rebosan confianza en sí mismos!

¿Qué le motivó a escribir su último libro?

En primer lugar, porque tengo amigos tanto en Silicon Valley como entre los ángeles inversores, y sentía la necesidad de poner por escrito sus experiencias y conclusiones. En segundo lugar, porque detecté mucha frustración, frustración procedente del hecho de que en Europa mucha gente todavía confunde la dinámica emprendedora con la mentalidad de planificar, centralizar y entonces decidir. Cuando, de hecho, la creación de una nueva empresa está llena de incertidumbres; se trata de arriesgarse, de probar cosas, que suelen ser absolutamente insensatas. Si no pruebas cosas en las que la gente no cree, no podrás cambiar nada.

La creación de una nueva empresa está llena de incertidumbres; se trata de arriesgarse, de probar cosas, que suelen ser absolutamente insensatas.

¿Así pues, la experiencia y los planes de empresa a cinco años vista no son imprescindibles para el éxito?

Puedes planificar a 12, o incluso a 18 meses vista, y no tienes por qué ser un estudiante de empresariales. La mayoría de los que han triunfado, no sólo en Estados Unidos sino también en Europa -fíjese en Logitech en Suiza o Business Objects en Francia- eran gente joven sin ningún tipo de experiencia. Si quieres conseguir algo, aprendes y lo haces. Esto todavía no se ha entendido lo suficiente en Europa. Prefiero que me vengan dos chicos apasionados con lo que quieren alcanzar juntos, que uno apoyado por alguien con experiencia. La gente experimentada puede intervenir más adelante.

Juventud, pasión e imprudencia, como dijo Steve Jobs...

Fíjese en las experiencias exitosas en Europa: la edad media de esta gente es de 35 años, pero en Estados Unidos es de 25. ¿Y qué me dice de los fundadores de Yahoo!, Google, o Microsoft? Bill Gates tenía 20 años; ¡Michael Dell tenía 19! Ése es un aspecto crucial en cuanto a masa crítica de historias de éxito. Cuando eres joven, quizá fracases la primera vez, pero puedes volverlo a intentar a los 28. En cambio, si tienes 35 años y dos hijos, acabará siendo una pesadilla y no lo volverás a probar.

En mis tiempos de Universidad, la orientación profesional iba más de cómo triunfar en una entrevista de trabajo que de cómo montar una empresa..

¿Conoce el concepto de cool drop-out [los que abandonan los estudios y triunfan]? Bill Gates no acabó Harvard, Steve Jobs también dejó la universidad. Ese tipo de personas no acaban la licenciatura porque un día se dan cuenta de que tienen una gran idea y de que la quieren hacer realidad. Mientras que en Europa, queremos acabar, queremos tener un título, y luego quizás hacer algo. Pero el título podría no sea tan importante. Deberíamos saber un poco más sobre cómo se crea realmente una empresa de éxito. Eso es lo que trato de explicar en mi libro, ¡quiero transmitir ese entusiasmo para que la gente se anime a probar!

Los agentes de negocios y los políticos europeos creen que montando lusters tecnológicos y centros de negocios van por buen camino. Pero no ha Acabado de funcionar, ¿no?

La infraestructura es necesaria; no digo que no sirva para nada. Pero
sólo resulta útil si tenemos emprendedores. Con todas estas herramientas, como viveros, parques científicos, coaching, etc., hemos intentado suplir la falta de esfuerzo individual. A veces en broma digo que tenemos a más gente apoyando a los emprendedores, que emprendedores en sí. Y las grandes empresas no ayudan a la innovación. Bueno, no exactamente, sí que ayudan, pero no son un elemento crítico. El principal elemento, como dice Paul Graham, es una combinación de personas insensatas y personas ricas, inversores de riesgo que comparten la pasión de esa gente joven y que quieren ayudarlos. El resto saldrá solo. En cambio, en Europa ponemos ese resto antes que nada.

¿Por qué en Europa tenemos a tan poca gente dispuesta a ser inversores de riesgo o ángeles financieros?

En Estados Unidos, los inversores surgieron a partir de los ángeles financieros, primero en Boston y luego en Silicon Valley. Esas personas adineradas fundaron Fairchild, Intel y muchas otras nuevas empresas por azar, y como ganaron dinero, a continuación estructuraron ese tipo de inversiones en la industria del capital riesgo. De nuevo, en Europa lo hemos hecho al revés, y ahora no tenemos suficientes historias de éxito en lo que a nuevas empresas se refiere.

Tenemos a más gente apoyando a los emprendedores, que emprendedores en sí.

En su libro, dice que Silicon Valley es un ecosistema real.

Un ecosistema real no tiene por qué ser un ecosistema de hormigón, es decir: no se necesitan edificios para crear un cluster tecnológico que funcione. Un libro muy interesante sobre clusters tecnológicos, Understanding Silicon Valley, the anatomy of entrepreneurial region, de Martin Kenney (2000), enumera cinco ingredientes básicos. El primero son universidades de primera fila, es decir, gente que puede crear una masa crítica con ideas muy buenas.

El segundo son los inversores, ángeles financieros, una industria de capital riesgo. Se necesita dinero amigo, ya que el dinero público es un elemento peligroso.

El tercer ingrediente son los profesionales, gente que trabaja en empresas ya establecidas.

El cuarto son los proveedores de servicios: abogados, head-hunters, cualquier tipo de servicio que necesitarán las empresas para desarrollarse. Pero tenemos un quinto ingrediente: el espíritu emprendedor, la cultura pionera. Por desgracia, no he visto mucho de eso en Europa, mientras que sí que existe en Estados Unidos y en otro lugar del mundo, Israel, que tiene una cultura similar a la estadounidense en cuanto a lo pionero. Se trata de gente que esté dispuesta a correr riesgos, y eso es más difícil de crear. Así que un ecosistema real es una red de personas que intercambian ideas de forma ágil y sencilla. En San Francisco la gente conversa; en los setenta y los ochenta había bares famosos por la gente que se juntaba ahí para solucionar pequeños problemas. El concepto de intercambiar ideas es crucial.

Y es más permisivo y permeable; la gente se cambia de una empresa a otra sin dudarlo.

Totalmente de acuerdo; la libertad para moverse entre compañías es esencial.

Así pues, no tenemos nada que se pueda comparar en Europa...

Se ha intentado en muchas regiones: Escandinavia, Reino Unido, Irlanda, Benelux, Suiza, Alemania o Francia. Otra opción es usar Internet para desarrollar clusters tecnológicos virtuales con personas dinámicas que quieren conseguir objetivos conjuntos desde diferentes países. Fíjese en Skype, por ejemplo. Que yo sepa, se desarrolló desde Estonia, pero los fundadores vivían en Suecia. Aun así, la respuesta a su pregunta es que no he visto en Europa el mismo nivel de éxito que en Tel-Aviv o en Austin, Seattle o California.

Los europeos frustrados se van al oeste, a Silicon Valley.

Yo les aconsejo que vayan a visitarlo. Me sorprendió descubrir que un 20 % de los fundadores extranjeros de nuevas empresas en Silicon Valley proceden de Europa. Conocí a gente de Polonia, Rumania, Reino Unido o Francia que han fundado allí start-ups de gran éxito. Quizá deberíamos aprovechar más a esas personas, hacer que vuelvan y que nos aconsejen sobre cómo actuar.

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