jueves, 4 de junio de 2009

Inteligencia Ecológica


Inteligencia Ecológica:
Colaborar para sobrevivir en tiempos de incertidumbre

Marcelo Lasagna, Gerente Sector Público de Catenaria
mlasagna@catenaria.cl

El último libro de Daniel Goleman, Inteligencia Ecológica, amasa algunas de las ideas que más me han ocupado y entusiasmado en el ultimo tiempo. Principalmente la de por qué el patrón de la colaboración es clave en el mundo de las organizaciones de hoy y del futuro, y cómo hacer para que éste se convierta en una práctica incorporada en aquellas. El título del libro podría llevar a pensar que Goleman nos hablará desde una sensibilidad medioambientalista, sin embargo, siendo así en parte, no lo es en el fondo. No es un libro ecologista, es un libro que nos invita a reflexionar sobre el mundo que emerge y el impacto que éste tiene para la forma en la que nos organizamos y convivimos en las organizaciones. El viejo paradigma del managment y de la teoría de organización, que podríamos ilustrar con la visión fayoliana de la empresa, no nos sirve para entender y actuar en un mundo que se ha hecho mucho más dinámico, incierto, frágil, interdependiente y complejo. ¿Qué nos dice Goleman de ello?. Para comprenderlo no es suficiente una sola mente que lo piense y comprenda. Esta no es capaz de integrar toda la información que se requiere para hacer inteligible una realidad, por lo que se requiere el surgimiento (emergencia) de la inteligencia colectiva, como la de los insectos sociales, la que sólo es posible mediante la colaboración. Colaborar viene del latín co-llaborare y denota la actividad de trabajar juntos por un propósito común. Esta actividad es tan humana que está en nuestra genética, pues ha sido uno de los patrones que la selección natural ha premiado, en tanto nos ha permitido sobrevivir y ser más fuertes como especie. Con todo, en la actualidad el paradigma clásico del managment la ha inhibido muy fuertemente. Goleman nos invita a recuperarla y re-pensarla.

En estas notas quiero compartirles algunas ideas del libro de Daniel Goleman.

1. Aprender de los sistemas vivos

Los ecologistas nos dicen que los sistemas naturales operan en múltiples escalas. A nivel macro hay ciclos biogeoquímicos globales, al igual que para el flujo de carbono, donde los cambios en las proporciones de los elementos se pueden medir no sólo a través de los años, sino que a través de los siglos y de las edades geológicas. El ecosistema de un bosque balancea la interacción entrelazada de especies de plantas, animales e insectos, bajando a las bacterias en el suelo, donde cada uno encuentra un nicho ecológico para explotar, y sus genes evolucionan conjuntamente. En el nivel micro los ciclos siguen su curso en una escala de micrones o milímetros, en tan sólo segundos(1).

¿Cómo percibimos y entendemos todo esto hace una diferencia crucial?. "El árbol que mueve a algunos hasta las lágrimas de alegría, a otros sólo representa una cosa verde que se interpone en el camino", escribió el poeta William Blake hace dos siglos. "Algunos ven en la Naturaleza todo el ridículo y la deformidad, y algunos pocos ven la Naturaleza como un absoluto. Pero a los ojos del hombre de la imaginación, la naturaleza es la propia imaginación. Como un hombre es, por lo que ve."

La inteligencia ecológica nos permite comprender los sistemas en toda su complejidad, así como la interacción entre lo natural y los mundos creados por el ser humano. Pero esta comprensión exige un amplio acervo de conocimientos, tan grande que ningún cerebro por sí sólo puede almacenarlo todo. Cada uno de nosotros necesita la ayuda de otros para navegar las complejidades de la inteligencia ecológica. Tenemos que colaborar (2).

Esta es la nueva máxima para sobrevivir en los tiempos de la complejidad y la incertidumbre(3). El nuevo paradigma de ver y pensar la realidad se traslada desde una mirada centrada en la materia, las cosas, las estructuras, hacia una focalizada en la relación, el vínculo, las redes. Es en este marco conceptual que la colaboración tiene un sentido práctico intenso y clarificador. Gregory Bateson proponía precisamente como nueva forma de pensar una que sustituyera los objetos por las relaciones………….

2. La inteligencia colectiva: cooperar más y desmarcarse menos.

Convencionalmente los psicólogos ven la inteligencia como un atributo que sólo reside en un individuo. Pero la habilidad ecológica que necesitamos para poder sobrevivir hoy en día debe ser una inteligencia colectiva, una que aprendemos y dominamos como especie, y que reside en forma distribuida entre redes de personas deslocalizadas. Los desafíos que enfrentamos son muy variados, sutiles, y complicados para ser comprendidos y superados por una sola persona; su reconocimiento y solución requieren intensos esfuerzos de una amplia gama de expertos, empresarios, activistas - de todos nosotros. Como grupo tenemos que saber a qué peligros nos enfrentamos, cuáles son sus causas, y cómo hacerlos inofensivos, por un lado, y, por otro, ver las nuevas oportunidades que ofrecen estas soluciones - necesitamos la determinación colectiva hacer todo esto.

Comprender el problema es un paso necesario para la inteligencia ecológica. Un problema mal conceptualizado es un problema mal resuelto. Si los problemas a que nos enfrentamos son cada más volubles e indeterminados, la inteligencia ecológica nos invita a generar un sistema de alerta y comprensión de la realidad, de la cual siempre sólo conoceremos una parte de ella, por lo que colaborar con otros se hace un imperativo……….

Los antropólogos evolutivos reconocen la habilidad cognitiva requerida para la inteligencia compartida, como una capacidad humana distintiva, dado que ha sido fundamental para ayudarnos como especie a sobrevivir. El más reciente valor añadido al cerebro humano incluye nuestro circuito para la inteligencia social, el que permitió a los primeros seres humanos utilizar complejas formas de colaboración para cazar, emparentarse, y sobrevivir. En el mundo de hoy, necesitamos mucho más de estas mismas capacidades para intercambiar conocimiento, de cara a superar los nuevos de desafíos que determinarán nuestra supervivencia.

La colaboración tiene un sentido: compartir información y conocimiento para poder entender los desafíos que enfrentas y actuar ante ellos. Mientras más conocimiento tienes sobre una realidad en mejores condiciones estarás para enfrentarla. El conocimiento se vuelve, en consecuencia, en un factor clave para las organizaciones……

Un colectivo, sea entre amigos o en familia, dentro de una empresa, o a través de toda una cultura, expande la conciencia del grupo a través de la inteligencia distribuida. Cuando una persona capta una parte de esta compleja red de causa y efecto (que es la realidad) y lo comunica a los demás, esta idea (hallazgo) se convierte en parte de la memoria grupal, que será utilizado por otro miembro del grupo cuando lo requiera. Así la inteligencia compartida crece mediante las contribuciones de las personas que anticipan esa comprensión y luego la difunden entre el resto del grupo. Por lo tanto necesitamos "scouts", exploradores que nos alerten sobre las verdades ecológicas con las cuales hemos perdido el contacto o aquellas que vienen por descubrir.

Las grandes organizaciones encarnan la inteligencia distribuida. En un hospital un técnico de laboratorio realiza ciertas tareas, una enfermera quirúrgica hace otras, un radiólogo también otras: coordinar todas estas habilidades y conocimientos permite a los pacientes recibir una buena atención. En una empresa de ventas, los departamentos de finanzas, marketing y planificación estratégica representan una expertise única. Sin embargo, estas partes -aparentemente desconectadas- operan como un todo a través de una coordinación, y de la comprensión compartida.

Ahora bien, en la práctica el comportamiento de silos (estancos) sigue prevaleciendo en muchas organizaciones, lo que convierte a cada una de esas islas en realidades desconectadas de los objetivos estratégicos de la organización. Todo ello, en una medida importante, es fruto de la falta de una cultura del compartir.

El carácter compartido de la inteligencia ecológica es sinérgica con la inteligencia social, lo que nos da la capacidad para coordinar y armonizar nuestros esfuerzos. El arte de trabajar juntos de manera eficaz, como un equipo de alto rendimiento, combina habilidades como la empatía y la perspectiva de tomar, la franqueza y la cooperación, para crear creación de persona a persona vínculos que permitan obtener información de valor añadido como parte de este viaje. La colaboración y el intercambio de información son vitales para la amasar los hallazgos ecológicos esenciales y necesarios para generar la base de datos que nos permitan actuar para producir el bien.

3. El ejemplo de los Insectos Sociales para fomentar la colaboración.

La forma que adoptan los enjambres de insectos nos sugieren otro sentido en el que la inteligencia ecológica puede ser distribuida entre nosotros. En una colonia de hormigas ninguna hormiga abarca el panorama del conjunto, ni conduce a las otras hormigas (sólo la reina pone huevos), en su lugar cada hormiga sigue reglas de oro simples para trabajar colaborativamente en un sinnúmero de formas para lograr las metas de la autoorganización. Las hormigas encuentran la ruta más corta a una fuente de alimento interconectadas a través de normas simples, tal como seguir el más fuerte sendero de feromonas. La inteligencia del enjambre permite que un objetivo mucho más amplio pueda ser alcanzado como resultado de que un gran número de actores siguiendo unas reglas sencillas. Ninguno de los actores necesita dirigir los esfuerzos del otro para lograr la meta general, ni tampoco existe ninguna necesidad de un director centralizado.

Tal como muchos de los avances científicos y técnicos han tenido lugar después de dar una aguda mirada a la naturaleza, cabría repensar nuestras creaciones humanas del ámbito social, como las organizaciones, dándole una mirada profunda los sistemas vivos.

Cuando se trata de nuestros objetivos colectivos ecológicos, las reglas del enjambre podrían reducirse a:

1. Conocer tus efectos.
2. Favorecer las mejoras.
3. Compartir lo que aprendes.

Así una inteligencia de enjambre se traduciría en una mejora en curso para nuestra inteligencia ecológica a través de una atenta conciencia de las verdaderas consecuencias de lo que hacemos y compramos, y de la voluntad de cambiar para mejor, y la difusión de lo que sabemos para que otros puedan hacer lo mismo. Si cada uno de nosotros en el enjambre humano seguimos estas tres reglas sencillas, y luego juntos podamos crear una fuerza que mejora nuestros sistemas humanos. Nadie de nosotros tiene un plan maestro o es el depositario de todo el conocimiento esencial. Todos nosotros seremos empujados hacia una mejora continua del impacto humano sobre la naturaleza.

El conocimiento brota mejor en entorno diversos, mientras más creatividad interrelacional hay, mayor conocimiento tendremos fruto de aquella. Con lo cual cualquier diseño organizacional que opte por la descentralización y las redes de inteligencia distribuida, más capacidades habrá en la organización para comprender los desafíos y reaccionar ante ellos……….

Las señales de los albores de este cambio en la conciencia colectiva son ampliamente visibles a nivel mundial, desde los equipos directivos que trabajan para hacer que sus empresas sean más sostenibles, a activistas de barrio que distribuyen bolsas para la compra reutilizables, sustituyendo las de plásticos por unas de tela- donde las personas están motivadas por la creación de una forma de interactuar con la naturaleza que transforma nuestras propensiones de compromisos de corto plazo hacia otros de largo plazo. Ciertamente que las investigaciones de alto perfil acerca de los innumerables peligros que la actividad humana plantea a los ecosistemas de nuestro planeta, como el creciente estudio del calentamiento global, son un simple comienzo. Tales esfuerzos ayudan a elevar nuestro sentido de urgencia. Sin embargo no podemos parar aquí. Necesitamos recoger sobre el terreno, los datos detallados y sofisticados que pueden orientar nuestras acciones. Para eso se necesita un análisis exhaustivo y permanente, y una disciplina determinada- y la búsqueda de la inteligencia ecológica.

La inteligencia colectiva es, al fin y al cabo, una propiedad emergente de un sistema social (empresa, Estado, organización, familia, club de fútbol, etc.) La idea de emergencia afirma que el todo es más que la suma de sus partes. Ello es que también hay que considerar las específicas conexiones e interrelaciones entre esas partes. (el vínculo importa más que los objetos!!!!!). La emergencia está muy vinculada al fenómeno de la complejidad, ya que en estos fenómenos el todo es más que la parte y su comportamiento es poco predecible. Y pensar la complejidad es descubrir ambigüedad, interacción y ambivalencia donde antes sólo había simplismo. Para emprender esta hercúlea tarea necesitamos desarrollar la capacidad de la inteligencia ecológica que nos propone Goleman. Para hacerlo lo primero que tendremos hacer es aprender a desaprender la forma como pensamos.


(1)En gris y cursiva son textos traducimos por mi del libro de
Daniel Goleman que aquí comento.
(2) La negrilla es mía.
(3)En naranja mis comentarios a la reflexión de Goleman.

No hay comentarios:

Publicar un comentario