sábado, 20 de octubre de 2012

El poder a los niños

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El niño aprende por sí sólo una gran cantidad de cosas antes de ingresar a la  escuela, guiado por su interés y curiosidad. El sistema, privilegiando el aspecto social y regulador, reprime su mirada inquisitiva.

La autoestima, la curiosidad como placer,  la cristalización de sus deseos en planes, el autocontrol, la generación de relaciones, el  poder de comunicación  y cooperación dependen de un entorno familiar  basado en principios  de libertad emocional que se traducirán luego en "yo puedo, soy el creador, sé imaginar y producir".

Por el contrario, la escuela estimula la adquisición de un conocimiento promedio antes que la búsqueda interior del genio dormido. Así, un ser libre pasa a responder a intereses externos. Bill Gates abandonó la Harvard para  crear Microsoft . Pensar por sí mismo tiene sentido sólo si la persona es capaz de tener pensamientos propios (Erich Fromm).

Ante la progresión geométrica del saber,  el error reside en correr detrás de los contenidos. Si a Ud. le ofrecen un billón de dólares con la condición de contarlos de a uno, sería un despropósito  aceptarlos  porque demoraría 63 años (Humberto Ecco). Peter Drucker lo plantea con claridad: la información no es igual al saber porque lo que valen son los resultados, es decir, su aplicación. Citando a Confucio lo que importa no es que el gato sea blanco o negro sino si caza ratones. No hay que buscar la media, sino desarrollar los puntos fuertes de cada uno ya que la vocación es una mezcla dinámica de interés y aptitud.

En el sistema se fomenta la recepción pasiva de la información antes que su selección  crítica  y no se induce a  pensar sino a repetir  "como un loro" lo que podría guardarse en una PC.

 En un mundo en el que los valores se encuentran en crisis, el espacio socializador de la escuela debe contribuir a formarlos mientras se aprende y se vive. La escuela no es una autopista o lugar de paso donde lo único que importa es cómo se entra y cómo se sale sino un sendero donde se disfruta el trayecto y lo que en él se crea. El objetivo  es alcanzar la felicidad no como una estación a la que se arriba sino como la manera de viajar.  Es decir que la escuela debe educar para la vida enseñando a ser, a hacer, a aprender y a convivir ya que desaparecerá si se convierte en una mera procesadora de tecnología o  guardería. Su función  será formar ciudadanos participativos, solidarios, con saberes y competencias para lograr así que el avance científico se transforme en un bien común.

Los niños indagan siempre el porqué de todas las cosas y hasta rompen sus juguetes para conocerlos. Este instinto es el más antiguo y los enriquece con cada pregunta y con cada respuesta. La escuela es el mapa, la realidad es el territorio. Por eso no hay espacio para el enciclopedismo. Es tan importante el saber como poder gestionarlo mediante la metodología de proyectos que tampoco se aprende en el colegio.

La escuela, por la necesidad de la actualización permanente, ya no será sólo para los chicos. Por lo tanto, la ocupación  del adulto será volverse cada vez  más niño cuando un mundo globalizado lo limita para poder crear. La juventud no coincidirá así con una edad cronológica sino con una actitud frente a la vida. El que mantenga su curiosidad intelectual intacta, sus esperanzas y el optimismo será joven a cualquier edad.

De esta manera haremos realidad la frase: el niño es el padre del hombre.

*  Dr. Horacio KrellDirector de ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar.

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