Al hablar de comunicación, saltan a mi memoria los libros que he leído, así como los talleres y actividades formativas en las que he participado en uno u otro lado de la mesa. Al final, me quedo con la siguiente frase deGroucho Marx: “Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y disipar cualquier duda”.
Una reflexión breve y profunda, ¿no os parece? Dicho con otras palabras, es posible que sea más inteligente permanecer en silencio, que abrir la boca y decir algo que evidenciará lo que realmente eres y no lo que quieres parecer.
Sin embargo, el tipo de sociedad en el que vivimos, valora y premia que una persona sea locuaz y sepa expresarse, sobre todo dentro de un contexto público, ya sea en el trabajo o en cualquier tipo de evento. Hay personas que son expertas en el manejo del lenguaje. Utilizan las palabras como un pintor utiliza con destreza sus pinceles. Para conseguirlo, es necesario conocer algunas técnicas, ofrecidas por numerosos libros y cursos. Sin embargo, si lo que buscamos es comunicar eficazmente, eso no es suficiente. Es necesario primero comprender al otro y esa comprensión que forma parte de la escucha, se basa en tu actitud y el tipo de persona que eres y no lo que tú quieres que piensen los demás que eres.
Entonces, ¿cómo descubrir realmente en nuestras relaciones personales, si estamos o no ante una persona que es tan solo un malabarista de las palabras?
La clave reside en observar su capacidad de escucha. Escuchar implica comprender lo que el otro nos quiere decir y no sólo lo que nos dice. Por eso es tan importante no solo escuchar con los oídos sin también con los ojos y con el corazón. Escuchar es comprender cómo ve el mundo la otra persona, cómo lo siente. No significa estar de acuerdo, pero sí comprender realmente a la otra persona, tanto emocional como intelectualmente.
¿Consideras que eres una persona que sabe escuchar?
Son muchas las personas que escuchan no para comprender sino para contestar. Lo filtran todo a través de sus propias creencias, leen su autobiografía en las vidas de otras personas. Proyectan lo que piensan sobre la conducta de los demás. Si tienen un problema con alguien, su actitud se limita a pensar que “esa persona no me entiende”. Quieren que les den la razón, pero no están dispuestos a poner en duda sus propias creencias para comprender lo que está sucediendo dentro de otro ser humano. Presuponen que su forma de ser es la correcta, sin plantearse ni siquiera la duda de que esto no sea siempre así. Tampoco tienen interés en saber cuáles son los motivos que llevan al otro a pensar o comportarse de una determinada manera, lo cual les incapacita para comprender a la otra persona.
-Permanecer callado- como decía Groucho Marx, por no evidenciar algo que no quieres que los demás sepan, es una actitud poco valiente porque no das la oportunidad de que te conozcan. Es importante que en tu comunicación con otra persona, te muestres tal como eres, pero sin necesidad de herir. La mejor manera de llegar al otro y que éste nos abra su alma y confíe en nosotros es comprendiéndole. Para ello, es necesario que exista congruencia entre lo que pensamos, sentimos y lo que decimos y hacemos.
El tiempo que invertimos en comprender profundamente a los seres queridos produce enormes beneficios en la comunicación. La otra persona se siente más valorada y apreciada cuando escuchamos sus inquietudes y las hacemos nuestras. Con ello, procuramos evitarle que llegue al punto en que tenga que pedir. Sabemos que cuando alguien te pide algo, de alguna forma ya has llegado tarde. Y además, al escuchar al otro aprenderás, porque dejarse influir es la premisa para influir en los demás.
Antes de juzgar y dar por hecho que lo que piensas es lo correcto, y por lo tanto lo que el otro piense o diga pasa a un segundo plano, procura comprender. No es sencillo, lo sé, pero si realmente la otra persona es importante para ti, dedícale el tiempo necesario para escucharle y descubrirás que un mundo de posibilidades se abre ante ti.
Recibirás más de lo que das.
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