Resulta muy interesante seguir el patrón de difusión de las distintas herramientas sociales a lo largo del tiempo: cuando la tasa de adopción y el número de usuarios activos son los factores fundamentales que te convierten en ganador o perdedor, la forma de competir de la mayoría de las compañías termina por ser la búsqueda de la convergencia, la copia de aquellas funciones que han resultado exitosas en otros competidores.
Así, podemos ver dinámicas de convergencia competitiva constantes: Facebook incorpora elementos de Twitter, Twitter modifica sus mensajes directos para que se parezcan a las herramientas de mensajería instantánea, Facebook persigue el éxito del long form blogging de Medium, el desarrollo de Snapchat lo pone en rumbo de colisión con Twitter, y así sucesivamente.
La evolución de cada herramienta, sin embargo, tiende a tener un punto de anclaje conceptual muy fuerte con la idea fuerza inicial que tenía al comienzo de su adopción. A todos los efectos, muchos usuarios siguen visualizando Facebook como una herramienta que se utiliza para saber qué hacen nuestros amigos y familiares, aunque realmente ya se pase mucho más tiempo leyendo noticias y viendo vídeos que interesándose por sus aventuras y novedades.
Cuando pensamos en Twitter, muchos continúan relacionándolo con lo que era cuando se usaba para saber qué habían dicho las personas que seguían, aunque hoy sea más una herramienta para estar al corriente de lo que se cuece en aquellos temas que nos interesan y el criterio para escoger a quién o quiénes seguir haya cambiado drásticamente.
Snapchat mantiene una clarísima connotación de herramienta de mensajes que se autodestruyen, a pesar de que hoy ofrece una amplia gama de opciones de comunicación no necesariamente perecederas y permite usos que van desde la lectura de noticias hasta el intercambio de dinero con amigos.
Medium, que comenzó como una herramienta orientada a la creación de artículos largos, ha luchado por replantearse como atractiva para cualquier tipo de contenidoindependientemente de su longitud, pero con un éxito moderado. A medida que crecen, las herramientas sociales van incorporando nuevas funciones y evolucionando algunas de las que tenían originalmente, pero la persistencia de la imagen que tenían al principio, de aquella primera impresión que posiblemente tuvo mucho que ver en nuestra adopción, parece clara y evidente.
Las noticias, sin duda, parecen un elemento común en ese proceso de convergencia que todas las redes parecen querer perseguir. Convertirse en la plataforma elegida para suministrar información a los usuarios es un elemento con un indudable atractivo, que influye de manera decisiva en las dinámicas de uso y conlleva un importante componente de sostenibilidad. El cambio que en su momento llevó a cabo Twitter pasando de preguntarnos “qué estás haciendo” a “qué está pasando” consiguió convertirla en un recurso que muchos de sus usuarios consideran central a la hora de acceder a noticias de última hora, una posición de creciente importancia que tanto Facebook con sus Instant Articles como Snapchat con Discover se lanzaron rápidamente a conquistar.
Hablamos de un cambio social de primera magnitud: una sociedad que antes acudía para informarse a la prensa y a la televisión, ahora recibe esa informacióna través de redes sociales, con la prensa y los medios clásicos relegados a una función de ampliación posterior, a un segundo clic o a un momento específico, como el rato de ver el telediario a la hora de la comida o la cena, o el tiempo que pasamos en el coche entre casa y trabajo. La evolución de las pautas de consumo de noticias en Twitter y Facebook acaba de ser estudiada en un reciente informe de Pew Research, que pone de manifiesto su importancia cuantitativa: obviamente, Twitter es una red mucho menos popular que Facebook, lo que lleva a que uno de cada diez norteamericanos la consideren un sitio fundamental para informarse mientras que sean cuatro de cada diez los que ponen a Facebook en ese privilegiado lugar.
Facebook, de hecho, se ha convertido ya en el primer origen de tráfico para páginas de noticias, superando ya a la antes todopoderosa Google, y con una evolución verdaderamente impresionante: del 20% al 43% desde enero del año pasado hasta ahora. Matices aparte, como el hecho de que Twitter se vea más adecuado para las noticias de última hora y Facebook se interprete como más generalista, parece claro que hablamos de pautas que habitualmente tienden a desarrollarse con cierta lentitud, y que cuesta superponer a esos elementos iniciales fundacionales, lo que otorga todavía más valor al proceso que Facebook ha seguido para hacerse con el liderazgo en ese consumo de noticias. Generalmente, una vez que una herramienta encuentra su propuesta de valor que desencadena una adopción masiva, se ata a ella y da lugar a una percepción, un cliché basado en esa primera impresión, que habitualmente cuesta mucho evolucionar.
¿Cuánto del uso que hacemos de las diversas herramientas de la red está basado en esos clichés iniciales? ¿Cuántos siguen viendo las herramientas como lo que eran al principio, en lugar de tomar decisiones sobre su posible uso basadas en aquello en lo que han terminado por convertirse? ¿Hasta qué punto somos flexibles como para cambiar esa primera impresión que tuvimos cuando supimos de una herramienta por primera vez?
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