Cuando éramos niños teníamos muchos sueños, pero estos se han ido quedando a lo largo del camino, como si se tratase de piedras que pesaban demasiado. Sin embargo, vivir sin sueños es como morir un poco cada día. Por eso, una de las técnicas más antiguas de la filosofía budista consiste en escribir nuestros deseos, aunque nos parezcan imposibles. Y cuantos más, mejor. De hecho, la mayoría de las personas solo logra escribir cinco o siete deseos, pero lo verdaderamente interesante y transformador de esta idea llega cuando vas más allá, porque te obligas a mirar dentro de ti y preguntarte exactamente qué es lo que quieres, no lo que se supone que debes querer.
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