sábado, 14 de enero de 2012

El entrenamiento de un héroe: encontrar la fuerza interior en tiempos de incertidumbre – Mario Alonso Puig

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El entrenamiento de un héroe: encontrar la fuerza interior en tiempos de incertidumbre – Mario Alonso Puig

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El entrenamiento de un héroe: encontrar la fuerza interior en tiempos de incertidumbre
– Mario Alonso Puig

Médico especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo, fellow en Cirugía por la Universidad de Harvard, en Boston, y miembro de la Academia de las Ciencias de Nueva York y de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, ha dedicado gran parte de su vida a explorar el impacto que tienen los procesos mentales en el despliegue de nuestros talentos y en los niveles de salud, de energía y de bienestar que experimentamos. Ponente de HSM Talents, ha sido invitado por instituciones como el MD Anderson Cancer Center de Houston (Estados Unidos), el Global Leadership Center en INSTAD (Francia) y la Universidad Pitágoras de Sao Paulo (Brasil). Actualmente imparte conferencias y cursos sobre Liderazgo, Comunicación, Creatividad y Gestión del Estrés tanto nacional como internacionalmente.

Cuando un país toca fondo después de un periodo de crisis severa, hay distintas maneras en las que puede emprender su proceso de recuperación. Si simplemente se queda en el fondo y se resigna a la crisis, puede permanecer en una situación de mínimo o nulo crecimiento durante muchos años. Si lo representáramos en una gráfica, esta evolución tendría una forma de L. Sin embargo, si la sociedad comienza un proceso progresivo de recuperación, entonces, en nuestra gráfica, la forma en la que lo representaríamos sería una V. Ahora bien, una V puede tener los brazos más o menos abiertos. Cuanto más abiertos estén, más lenta va a ser la recuperación económica. Hay elementos que influyen en la velocidad de dicha recuperación y en los que nosotros difícilmente vamos a poder influir. Imaginemos por ejemplo en este sentido, que surgiera súbitamente del mundo oriental un competidor inesperado y que nos pillara completamente por sorpresa. Hay poco en este sentido que podamos hacer para cambiar dicha situación.

Sin embargo, hay algunas cosas que nosotros como personas y como sociedad sí podemos hacer para lograr que la recuperación económica sea mucho más rápida. Entre estas cosas, yo destacaría el papel que juega nuestra actitud a la hora de recuperarnos de "los golpes de la vida". Es esta misma actitud, la que al potenciar nuestra inteligencia y desplegar nuestro pensamiento creativo, tiene un enorme impacto en nuestra capacidad para hace frente con éxito a los retos y a los obstáculos que encontramos en el camino. Por todo ello, es muy importante hacernos la siguiente pregunta:
¿Qué es lo que hace que haya personas que en medio de la dificultad se mantengan serenas y confiadas, mientras que otras caen en el desánimo y la desesperanza?
Contestar a esta pregunta nos va a exigir hacer un análisis muy serio y profundo de un determinado concepto. Es un concepto que no deja indiferente a nadie y que normalmente, se asocia con experiencias de índole negativo. Me refiero al estrés.
Para muchas personas, el estrés es algo negativo, dañino y que por lo tanto hay que evitarlo como sea. Este es un error frecuente y grave que procede de nuestra ignorancia de lo que realmente significa dicha palabra. El tema no es superfluo, ya que la forma en la que las personas valoramos las cosas afecta mucho a las experiencias que tenemos. Es por ello, por lo que voy a describir lo que la investigación científica define como estrés, para que sea e lector el que saque sus propias consecuencias y decida la manera en la que quiere relacionarse con dicho concepto. El estrés no es sino una fuerza que el organismo necesita para hacer frente a una serie de retos que se salen de lo común, de lo ordinario, de la rutina de cada día. Es como si ante determinadas situaciones, nuestro combustible no fuera suficiente y necesitáramos uno especial, uno con mucho mayor octanaje. Dado que los retos que el ser humano se puede encontrar son de dos tipos, esa fuerza, ha de canalizar su energía a través de dos mecanismos. Es por eso por lo que el ser humano dispone de un mecanismo llamado de supervivencia y de un mecanismo llamado de adaptación.
El mecanismo de supervivencia está diseñado para protegernos de aquellos elementos que ponen en peligro la vida. Estamos hablando de una amenaza a nuestra integridad física. Cuando este mecanismo se pone en marcha, se producen cambios muy rápidos en el funcionamiento de nuestro organismo. Estos cambios comienzan en el cerebro y se extienden por el resto del cuerpo.

Nuestro cerebro tiene partes bien diferenciadas, las cuales se especializan en ciertas funciones. Unas partes y otras se conectan de forma muy intensa para que el cerebro funcione como un todo. La parte más superficial del cerebro, de aspecto arrugado, se llama corteza cerebral. El porcentaje más amplio de la corteza cerebral está dedicado a asociar información, recuerdos y experiencias. Gracias a nuestra corteza cerebral podemos analizar y razonar. También la corteza nos permite planificar, organizar y tomar decisiones teniendo en cuenta; las consecuencias a largo plazo de dichas decisiones. La corteza cerebral es muy importante tanto en el aprendizaje como en el despliegue de la creatividad.

Imagínese ahora el lector que está en una playa en la India y de repente ve que se acerca a gran velocidad algo que no acaba de identificar. De repente, se da cuenta de que es un tigre que va hacia usted. No cabe duda de que en ese momento, procesos mentales tales como el análisis, la planificación, la negociación o el pensamiento creativo no sólo consumen mucha energía, sino que además no le van a ayudar a sobrevivir. Por eso, el cerebro se regula así mismo cambiando bruscamente su funcionamiento. El proceso ocurre de la siguiente manera: Una parte del llamado sistema límbico o cerebro emocional y que se conoce como amígdala, una vez que ha reconocido la presencia del tigre, entra en lo que se llama modo de alarma y a una velocidad sorprendente empieza a transformar por completo nuestra fisiología. Ante una situación tan dramática como ésta en la que nos encontramos, las únicas opciones de supervivencia están en salir corriendo o nadando, en quedarnos paralizados en caso de que el depredador no nos haya visto o en ir contra el tigre, en caso de que entre el tigre y nosotros se encuentre uno de nuestros hijos. Estas tres reacciones son las mismas que nos han ayudado a sobrevivir a lo de nuestra historia como seres vivos. Para que cualquiera de las respuestas pueda tener alguna eficacia, toda nuestra musculatura ha de cambiar. Sólo así, seremos capaces de correr o de nadar a una velocidad superior a lo normal, de atacar con una violencia extraordinaria o de irnos absolutamente inmóviles en un estado que se conoce como catatonia.

Cualquiera de estas reacciones, necesita una transformación fundamental manera en la que opera nuestra musculatura. Para eso, ha de aumentar mucho el metabolismo, lo cual implica que tiene que llegar mucha más sangre a los músculos con oxígeno, glucosa y adrenalina. La pregunta lógica que nos tenemos que hacer ahora es la siguiente: ¿de dónde procede esta sangre? Esta sangre procede de aquellos órganos que no son imprescindibles en ese momento específico el que el organismo se ve amenazado por un depredador. Entre las partes del cuerpo que experimentan una reducción del riego sanguíneo, podríamos citar la corteza cerebral, el tubo digestivo, la piel, el sistema reproductor y el sistema inmunitario. Como podemos ver, este mecanismo de supervivencia es de enorme eficacia porque conduce la energía desde donde no es necesaria hasta donde es imprescindible. Los únicos problemas que puede plantear este mecanismos son o que con demasiada facilidad, o que una vez activado no se desactive. De hecho, esta es una situación mucho más frecuente de lo que uno podría prever. Es esencial que sepamos que el mecanismo de supervivencia no sólo se activa ante una amenaza a nuestra integridad física, sino también cuando se produce una amenaza mental. Esto ocurre en el momento en el que la persona se siente amenazada en su imagen y en la valoración que otras personas puedan estar haciendo de ella. Se ha podido comprobar también con técnicas muy modernas de neuroimagen, que cuando una persona queda atrapada en una conversación limitante del tipo “no puedo" "no hay salida", se activa directamente la amígdala. Por eso, cuando alguien se siente insignificante, despreciado, humillado o simplemente ve amenazado su puesto de trabajo o su prestigio, puede experimentar una activación sostenida de la amígdala, lo cual se conoce como secuestro amigdalino.

Cualquier persona que quede atrapada en esta situación, va a experimentar severas limitaciones en su capacidad para pensar con claridad y para tomar decisiones eficientes. Además, ello le va a dificultar aprender y memorizar. Entendemos en base a esto, por qué hay niños muy brillantes que cuando se encuentran en una escuela donde no se sienten reconocidos ni valorados, pueden experimentar una reducción tan llamativa de su rendimiento. Por otra parte, la activación mantenida de la amígdala puede producir muchos trastornos digestivos del tipo del reflujo gastroesofágico, las úlceras gastroduodenales, las digestiones pesadas y el colon irritable. Debido a que el secuestro amigdalino también limita el funcionamiento del sistema de defensa, las personas que están en secuestro amigdalino se acatarran con más frecuencia y se recuperan peor de los procesos infecciosos. El secuestro amigdalino también está asociado a la infertilidad y a muchos otros trastornos como el aumento de los triglicéridos y el colesterol la hipertensión arterial y las arritmias. Resulta no menos que sorprendente, que un mecanismo que fue creado para proteger la vida, cuando se activa de manera incorrecta y se mantiene activado, pueda reducir de manera tan significativa la salud, la eficiencia y la vitalidad. Los estudios llevados a cabo por la facultad de Medicina de la Universidad de Harvard a lo largo de más de treinta años han concluido que entre el 70% y el 90% de las consultas a médicos generales en el mundo occidental tienen una relación directa con la gestión inadecuada de las emociones. Además la persona que se siente en peligro constante es muy fácil que perciba oponentes, amenazas y peligros donde no los hay. De alguna manera, cuando alguien está buscando de forma constante un peligro, es mucho más probable que lo encuentre aunque sea él mismo quien sin saberlo, lo esté fabricando. El secuestro amigdalino favorece además el insomnio, los accidentes de tráfico, la ansiedad y la depresión.

Es conveniente, una vez que hemos expuesto todo lo anterior, hacer un alto en el camino para resumir lo fundamental de aquello que hemos visto. El estrés es una fuerza que cuando activa el mecanismo de supervivencia ante peligros físicos reales, constituye en sí una ventaja competitiva, mientras que cuando se pone en marcha como consecuencia de amenazas mentales merma nuestras capacidades intelectuales y nuestra salud.

Si recordamos lo que vimos al comienzo de este artículo, el estrés actuaba a través de dos mecanismos. Hemos estudiado hasta ahora el mecanismo de supervivencia y nos queda comprender el otro mecanismo, el de adaptación. El mecanismo de adaptación ha de ponerse en marcha cuando nos enfrentamos al cambio y a la incertidumbre. Como podemos comprender hay una gran diferencia entre estar en una tierra hostil o estar en una tierra desconocida. Imaginemos por ejemplo que nos encontramos de repente en el desierto de Arizona. No cabe duda de que este contexto es completamente nuevo para nosotros y sin embargo, si activáramos e mecanismo de supervivencia nos sería imposible adaptarnos. Atacar, huir, defendernos o quedarnos paralizados, pueden ser reacciones muy útiles si nos encontramos frente a una serpiente cascabel o a un grupo de coyotes, pero lo que no nos sirven es para adaptarnos a la nueva tierra.

El mecanismo de adaptación ha sido el que nos permitió adaptarnos a la enorme crisis que sufrió nuestro primer antecesor, el homo habilis, cuando la tierra se secó, las frutas desaparecieron y las plantas jugosas se transformaron en plantas duras y secas. Fue esta situación la que le empujó a abandonar la seguridad de los árboles y adentrarse en la sabana africana. Fue su capacidad de adaptación la que le fue transformando de herbívoro en carnívoro, lo cual indujo un aumento progresivo en el tamaño de su cerebro.

El mecanismo de adaptación es radicalmente distinto al de supervivencia. Como de lo que aquí se trata es de aprender la manera en la que podemos acoplarnos a un nuevo entorno, precisarnos experimentar un cambio radical en ciertas capacidades mentales. Por una parte hemos de ser capaces de observar con, mayor claridad y precisión lo que ocurre a nuestro alrededor. Tenemos que aprender deprisa y ser especialmente creativos a la hora de encontrar recursos y soluciones para hacer frente a los nuevos desafíos. Además, necesitamos experimentar una clara ilusión que haga que el explorar nuestro nuevo entorno, lejos de ser una tarea penosa, se convierta en algo interesante e incluso apasionante.

El mecanismo de adaptación cuando se pone en marcha se asocia con alteraciones profundas en el riego cerebral. Si antes eran ciertas partes del sistema límbico las que dirigían toda la respuesta, ahora es la corteza cerebral y especialmente la parte más anterior de la misma, la que experimenta una intensificación en su funcionamiento. Ello repercute en un aumento de la concentración, en una mejora de la capacidad de análisis y en un despliegue de la creatividad.

Además, empieza a aumentar la población de neuronas del hipocampo en un proceso denominado neurogénesis. La neurogénesis es el proceso de transformación de una célula madre pluripotencial en una neurona. Sabemos que podrían emigrar en un adulto, entre 500 y 1.000 células madre por día, las cuales a lo largo de un período de 21 días se convertirían en neuronas. Las neuronas del hipocampo son esenciales en todo proceso de aprendizaje y también para controlar a la amígdala de tal manera que no se active en exceso ante la incertidumbre. La activación amigdalina nos llevaría con facilidad a entrar en un estado de pánico y bloqueo.

Si repasamos lo que hemos visto hasta ahora en relación al estrés y a tos mecanismos de supervivencia y de adaptación creo que nos llamará la atención algo que tiene una enorme relevancia en la situación económica en la que nos encontramos y en la posibilidad de recuperarnos más o menos deprisa. En una situación como la actual marcada por tanta incertidumbre, la mejor manera para salir adelante de la forma más rápida posible, sería poner en marcha el mecanismo de adaptación. Sin embargo me da la sensación de que no está siendo así, sino más bien al contrario. Es el mecanismo de supervivencia el que está activado y por eso hay tanta irascibilidad y tanta desesperanza en nuestra sociedad. ¿Cómo es posible que nuestro cerebro pueda cometer semejante error? ¿Cómo es posible que pongamos en marcha el mecanismo de supervivencia cuando el que nos sacaría adelante es el mecanismo de adaptación?
Sencillamente por la manera en la que estamos evaluando algo como una desgracia, cuando no lo aceptamos, nos estamos resistiendo a la realidad y ello de forma natural pone en marcha el mecanismo de supervivencia. La aceptación no implica que nos guste lo que hay, sino sencillamente que asumimos que las cosas son como son y por eso nos reconciliamos con la realidad. Es la aceptación y no la resignación la que una vez asumida la nueva realidad, nos ayuda a buscar caminos para salir adelante en medio de la dificultad.

Otro de los errores que cometemos cuando hacemos frente a la incertidumbre es dejar que nuestra atención esté continuamente enfocada en lo que queremos evitar y no en lo que queremos alcanzar. Nos posicionamos entonces en jugar no a ganar sino a no perder y es esta mentalidad la que nos genera una enorme tensión y una escasa ilusión. A veces, no somos nosotros, sino otras personas con sus diálogos llenos de crispación y de negatividad las que favorecen que "compremos" de alguna manera la idea de que todo está fatal. Esto alimenta una sensación interior de pequeñez, de insignificancia, de impotencia y de desesperanza. Es algo muy conocido en psicología que la sensación de incompetencia puede ser enseñada, aprendida y así convertirse finalmente en real. Por eso es tan importante transmitir la información sin teñirla de un montón de negatividad subjetiva.

Es precisamente cuanto más complejo es el entorno, cuanto más tenemos que transmitir la idea de que somos perfectamente capaces de hacerle frente. Los estudios del Dr. Bandura catedrático de Psicología de la Universidad de Stanford no dejan muchas dudas al respecto. Bandura demostró que cuando se transmite una confianza en la capacidad que tenemos nosotros y otras personas a la hora de hacer frente a los desafíos y las dificultades, se libera en la sangre una serie de hormonas denominadas neuropéptidos. Estas hormonas son capaces de inhibir a la amígdala para que no se active y nos bloqueemos. Por eso es clave esperar victoria si queremos obtener victoria.

Ante el nuevo entorno vamos a cometer errores y tenemos que aprender de ellos. Por eso, si nuestra valoración del error está llena de negatividad hacia nosotros o hacia los otros, nuestra frustración y nuestro sentido de culpa y de vergüenza impedirán que sigamos intentándolo. El error significa que algo no ha funcionado y por lo tanto, la exigencia de probar un abordaje diferente. Cuando aguantarnos la tendencia habitual a ocultar el error o a culpar a algo o a alguien y soportamos el dolor que produce acercarse al error para observarlo, evaluarlo y aprender de él, entonces se abre para nosotros la posibilidad de descubrir lo que hemos de hacer de diferente.

El error nos va a enseñar si dejamos que lo haga. Muchos de los mejores inventores que ha habido en nuestra historia, llegaron a hacer sus excepcionales descubrimientos porque eran inasequibles al desaliento y no tiraban la toalla cometieran los errores que cometieran. Era ese compromiso, determinación, persistencia, esa paciencia que mostraron, los que les llevaron a la revelación de aquello que hasta entonces había permanecido oculto. Al final, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo muestra. Por eso, la adaptación a la incertidumbre no es un tema de erudición, sino de motivación. Sólo las personas verdaderamente motivadas harán el esfuerzo que es necesario hacer para hacer frente a sus dudas y a sus miedos. Sólo desde una profunda insatisfacción inspiradora, las personas abandonamos nuestro estatus quo y nos atrevemos a escuchar la llamada del héroe, esa que nos invita a descubrir, a crecer y a evolucionar. Es este crecimiento y esta evolución los que nos revelan que puede haber problemas complejos, pero que no hay problemas insuperables. Es Esta misma evolución lo que nos hace ser conscientes de que lo que convierte un problema complejo en uno insuperable es nuestra sensación de pequeñez a hora de hacerle frente.

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