¿Una persona que se quiere a sí misma tomaría
alimento o veneno? La respuesta es obvia. No obstante, en la práctica
una inmensa cantidad de personas prefiere envenenarse.
La risa es un privilegio del ser humano, ningún otro animal se ríe. Y es necesario saber que la risa produce un enorme bienestar a las personas. Ya en el siglo VII Thomas Sidenhman decía: “Es más benéfico para el pueblo la llegada de un clown que una caravana de remedios”. Sigmund Freud afirmaba que la risa -sobre todo la carcajada- ayuda a liberar la energía negativa.
En la actualidad en muchos países existen las llamadas “clínicas de risoterapia”, en las que se curan muchas enfermedades sólo con la risa. En ellas se ha podido comprobar a través de estudios científicos cómo el cortex, la sustancia gris que recubre los hemisferios cerebrales, libera impulsos eléctricos negativos tan sólo una fracción de segundo después de haber empezado a reír.
Cuando nos reímos activamos casi 400 músculos de nuestro cuerpo. Pero el beneficio que recibe nuestro organismo como resultado de un estado de ánimo positivo es múltiple. Una risa profunda, verdadera, entre otras cosas fortalece el corazón, dilata los vasos sanguíneos, mejora la respiración, segrega betaendorfinas, alivia la digestión y fortalece los lazos afectivos.
Una risa auténtica es la que resulta de la expresión de un estado de ánimo positivo; nos ayuda a asumir una visión positiva y tranquila de las cosas, nos hace sentirnos humanos, hermanados. En cambio una risa falsa es tóxica, no produce efectos benéficos, es más una explosión de tensiones reprimidas o una mueca nerviosa con ruidos.
Las últimas investigaciones sobre los efectos positivos de la risa en el organismo los atribuyen a su capacidad de oxigenación de los tejidos celulares y a la mayor respuesta que experimenta el sistema inmunológico ante la enfermedad.
Así que a estar alegres.
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