Escrito por Gladys Carrasquel.
Se ha vuelto un pensamiento común la idea de que los niños son creativos. Y lo son, pero se debe entre otras cosas, a que su condición les permite ser espontáneos, libres, desinhibidos,
dar rienda suelta a su imaginación sin detenerse a pensar que alguien
los puede cuestionar; es decir, no es que los pequeños tengan más
imaginación que los adultos, simplemente se sienten libres para
expresarla.
¿Por qué no continuamos con esa libertad?
Una vez adultos ¿por qué nos inhibimos tanto? Hay muchos factores que
pueden influir en ello. Cuando somos niños, la constante observación en
el colegio hace perder las ganas de arriesgar y el impulso creativo va
disminuyendo; también pasa con la persistente evaluación, haciendo que
los pequeños se preocupen más por cómo son vistos y no en sentirse
satisfechos consigo mismos; sucede igualmente con las imposiciones de
actividades por parte de los padres o maestros, en lugar de hacer que
los guíe su curiosidad hacia lo que les interesa.
Estos ejemplos escolares se pueden
transpolar a nuestro lugar de trabajo en la adultez. Estos inhibidores
de la creatividad, son también nocivos para generar innovación en las
empresas. Daniel Goleman,
en su libro El Espíritu Creativo, denomina a éstos y otros elementos
restrictores «Asesinos de la creatividad», mientras que llevados al
ámbito empresarial, Javier Megias les llama Asesinos de la innovación.
Es importante volver, en cierto sentido, a ese niño que fuimos, a la forma de mirar y explorar
que tuvimos y que perdimos por las presiones externas a las que nos
somete la sociedad. Debemos preguntarnos, desde la humildad y la
inocencia, porqué suceden las cosas, cómo las podemos hacer mejores,
cómo nos gustarían más. Dejar libre nuestra curiosidad nos ayudará a
reencontrarnos con esa capacidad que todos tenemos de ser creativos, de generar propuestas originales para nuestro entorno, sea cual sea el campo de trabajo en el que nos desarrollemos.
En estos tiempos la creatividad es más
que una moneda de cambio, es una ventaja competitiva de las empresas, y
mientras más importancia le demos a desarrollarla, estaremos dando pasos
certeros dentro una cultura empresarial que abonará el camino hacia la
diferenciación, el valor agregado y la estrategia innovadora que
requieren los nuevos modelos, en los que la creatividad juega un papel fundamental dentro de la nueva economía del siglo XXI.
En el niño, salpicada de ingenuidad, se
halla una búsqueda constante, una inquietud por descubrir y comprender
el mundo circundante. En nuestra búsqueda por mejorar y crecer como
empresa, debemos estar atentos a lo que sucede en nuestro entorno:
analizar, confrontar, evaluar, preguntar, replantear, arriesgar,
disfrutar... son algunos verbos que aplicados a nuestro ámbito
profesional, a nuestro mercado, nos ayudarán a poner en marcha buenas prácticas para fomentar la innovación dentro de la empresa.
Para crear es necesaria una plataforma,
una cultura innovadora, en la que los individuos sean poseedores de una
gran carga de motivación intrínseca. Esto puede potenciarse de muchas
maneras, una de ellas es a través de un liderazgo especializado
capaz de generar herramientas, espacio y tiempo para el desarrollo
creativo. En todo ello, es muy importante el manejo de información que
antes mencionábamos, conocernos ─individualmente y como colectivo que va
hacia la consecución de un mismo objetivo─ es de capital importancia
para inventar.
El experto en gestión empresarial Franc Ponti,
afirma que la innovación es ante todo una actitud vital. De allí que
sea tan importante la creación de un ambiente propicio para que todos se
sientan cómodos y tranquilos a la hora de trabajar. En la escuela
infantil todo está hecho para estimular el desarrollo cognitivo del
niño, haciéndole sentir confortable, seguro, a gusto. Así mismo, las
empresas deben crear espacios que faciliten la buena comunicación, en el
que se respire cierto aire de familiaridad, ya que con ello podemos
conseguir un equipo que trabaja en armonía, cuyos miembros se conocen
entre sí y son capaces de utilizar las fortalezas y habilidades
individuales en función de los objetivos del grupo.
La confianza, de cada individuo en sí
mismo y en sus ideas, y la del líder en el grupo que le acompaña, es
fundamental no sólo para crear, sino también para implementar ideas
novedosas. Este valor genera la libertad necesaria para la toma de
decisiones y de riesgos, igual que pasa con los niños a la hora de jugar
y descubrir dentro de unos límites establecidos.
Goleman, Kaufman y Ray cuando nos hablan
de El Espíritu Creativo, nos dicen que el liderazgo empresarial debe
ser capaz de dar permiso, pero a la vez de dar protección, para hacer
uso eficaz del potencial creativo de los empleados en el mundo de los
negocios de hoy. Así que dar espacio y tiempo a la creatividad, dar
rienda suelta a vuestra imaginación... Se sabe que de una pequeña idea
puede salir la ventaja competitiva que hará dar el salto adelante a una organización.
@GlaCarrasquel
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