MARTA TURROJA SERRA
No podemos desligar las emociones de las reacciones químicas que tienen lugar en nuestro organismo, especialmente en el cerebro. Así bien, cada uno de nosotros hemos vivido en diferentes momentos una sensación de bienestar; difícil de narrar en palabras; pero que se caracteriza por una mezcla de alegría, felicidad, autorreconocimiento y tranquilidad.
Explicar el mecanismo por el cual las drogas son capaces de crear adición nos llevaría demasiado tiempo, además de alejarnos del tema que nos ocupa. A pesar de ello, permitidme realizar una simplificación desmesurada. Podríamos decir que el consumo de ciertas sustancias activa en el sujeto las vías cerebrales del placer, generando una sensación de bienestar temporal. Es precisamente, dicho estado (junto a otros factores) el responsable de impulsar al individuo a consumir de nuevo. Salvando las distancias, cabe equiparar la situación de las drogas opiáceas a lo mismo que sucede cuandohacemos deporte y generamos endorfinas. Las endorfinas fueron descubiertas en 1973 por Solomon Snyder y Candace Pert del John´s Hopkins. Cuando practicamos ejercicio físico el cuerpo genera unas hormonas llamadas endorfinas (del griego endogenous morphine). Son neurotransmisores químicos que se forman en la hipófisis (glándula ubicada en la base del cerebro) y que presentan una estructura muy parecida a los opioides (opio, morfina, heroína) pero sin sus efectos negativos. Estas hormonas, igual que los opioides, cruzan el espacio sináptico y se unen a los receptores opiáceos (Figura 1).
En el tálamo y en el núcleo calloso del cerebro se encuentran los receptores opiáceos, que al ser estimulados por los opioides; ya sean exógenos (drogas opiáceas) o endógenos (endorfinas), interfieren en las señales de dolor corporal y en las emociones, provocando una sensación de bienestar.
Las endorfinas tienen dos funciones principales, la primera de ellas es facilitar la comunicación entre neuronas y la segunda actuar como analgésico ante el dolor. Las endorfinas activan los centros de placer del cerebro y a su vez actúan como analgésicos endógenos inhibiendo la transmisión de dolor al mismo. El término endorfina implica una acción farmacológica análoga a la actividad de los corticoides o de la morfina pero siendo una sustancia que se origina en el propio organismo. En consecuencia, las endorfinas son en gran parte responsables de la sensación de bienestar que percibimos tras realizar deporte y también por este motivo se conocen como las hormonas de la felicidad o de la alegría. Dicho esto, y suponiendo que las acciones que realiza el ser humano persiguen el bienestar del sujeto, sería lógico interrogarnos sobre el exceso de actividad física por una "adicción" a las endorfinas. El deporte es beneficioso para múltiples aspectos de nuestro organismo. Está descrito que el ejercicio de forma sistémica produce una disminución del riesgo cardiovascular, reduce la presión arterial, retrasa el inicio de la diabetes en personas con predisposición genética, ayuda a controlar los niveles de colesterol y de glucemia del organismo, favorece el mantenimiento del tono muscular, la movilidad y evita la obesidad y el sedentarismo. Además, en la nuestra sociedad contemporánea realizar ejercicio se hace más importante debido al dominio del sedentarismo y también al estrés al que muchos de nosotros estamos sometidos día tras día. Así bien, podemos considerar el deporte un arma terapéutica tanto a nivel físico como mental. A pesar de ello, como en todas las cosas, tampoco es positivo abusar de la actividad física. No podemos descuidar que un exceso de la práctica de ejercicio, hasta el punto de convertirse en una obsesión y en el centro de la vida de un deportista amateur, puede acarrear consecuencias negativas y una problemática importante en las distintas esferas del individuo. Ante esta situación será primordial tener siempre presentes los objetivos y las motivaciones individuales que nos empujan a la práctica de actividad física.
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