viernes, 26 de abril de 2013

¿Ha oído hablar del Spiritual Management?

http://pmo2winblog.wordpress.com/2013/04/26/sabiduria-y-liderazgo-ha-oido-hablar-del-spiritual-management/ 

liderazgo-alireza-bozorgmirDijo un día Woody Allen: “Odio la realidad, pero es el único sitio donde se puede comer un buen filete”. Imposible no sentirse identificado. Una vez más, bravo por el buen Woody…
Pero si hemos de elegir una frase que dé en el clavo de lo que queremos transmitir tendríamos que remitirnos a otro genio norteamericano, el escritor Philip K. Dick, quien planteó: “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ello, no desaparece”. Bien. Es el punto de partida de estos apuntes.
Desde hace un tiempo a esta parte se ha venido incorporando al mundo corporativo una extraña tendencia, y desde los niveles más altos. Por todas partes se ven indicios de una inusitada apertura, en medio del acérrimo pragmatismo que impera en la esfera de los negocios, hacia la espiritualidad y la sabiduría proveniente de otros campos de la actividad humana. Es un fenómeno que se ha dado en llamar spiritual management o gestión espiritual.
Sí, leyó bien, gestión espiritual… en los negocios.
¿De qué se trata esto y qué tiene que ver con la Dirección de Proyectos? Vamos viendo.
Aquí nos sirve la frase de Dick: “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ello, no desaparece”. Claro, todo aquello que pierde sustancia cuando dejamos de encasillar como real, lo que necesita del concurso de nuestra mente para reclamar categoría ontológica, corresponde al terreno de la imaginación, la fantasía o la locura. Después de todo, ¿qué le queda al sueño una vez que le hemos sustraído al soñador? En cambio, el escenario en el que el soñador sueña, permanece, independientemente de éste y todos los demás soñadores del mundo. La noche, la cama, el mundo onírico, las estrellas, perduran, incluso después de que ha salido el sol. Da lo mismo si creo o no creo en las estrellas… ellas permanecen ahí para confirmar que existen, que son reales.
Bien, pero… ¿y la Dirección de Proyectos? Ya vamos. La frase de Dick sirve, hasta cierto punto, para ilustrar cierta insuficiencia de un muy conocido principio del hermetismo cuando lo aplicamos a la realidad objetiva: “Como es arriba, es abajo: como es adentro, es afuera”. Es decir, la realidad es aquello que creamos desde adentro; es una extensión de lo que somos, de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestra voluntad. Pero en los colectivos humanos –como las empresas, organizaciones e instituciones de cualquier cuño−, donde la realidad se conjuga a partir de la interioridad de todos, lo real no necesita el concurso de nuestro juicio individual. Participamos de su “creación”, por cierto, pero una vez objetivizada, se establece como realidad independiente, exterior.
Así ocurre, por ejemplo, con las leyes del trabajo y del mercado. Las crisis financieras son ejemplos palpables de ello. Los desplomes bursátiles suelen ser consecuencia del contagio de cierta clase de creencia asociada a la inestabilidad del mercado de valores. El miedo se expande, todos creen en la caída… y la caída se produce. Es lo que se llama una profecía autocumplida. Cuando todos se tranquilizan y dejan de poner sus fichas en el miedo… el mercado resucita. ¿Conclusión? Es sencillo: las crisis no son reales, en el sentido ontológico del término. ¿Se entiende?
Esto lo han intuido los hombres de negocio más sagaces. Participamos de la “creación” de nuestra propia realidad.
La visión humanista
Ken O’Donnell es un consultor internacional de desarrollo organizacional y de recursos humanos que propone un cambio en los modelos de gestión en dirección hacia una visión humanística de la empresa como fórmula de éxito. La idea es que los líderes se animen a aventurarse por el mundo de las cualidades interiores a fin de aplicarlas como reacción a la característica frialdad de las organizaciones. En concreto, plantea que los cambios en las expectativas de la sociedad han hecho resaltar la necesidad de implementar estrategias de gestión empresarial construida sobre la base de valores sólidos.
En la presentación de su libro, Valores humanos en la empresa, dice: “La empresa es un agente generador de riqueza, pero, paradójicamente, en determinadas circunstancias también puede empobrecer la calidad de vida de las personas que la componen”.
Su obra invita a “recuperar la escala de valores que le dan sentido a la verdadera dimensión del ser humano en el contexto económico y laboral”.
Esta postura constituye una respuesta ante las circunstancias del tiempo en que vivimos: cambios vertiginosos a todo nivel, crisis económica global, incertidumbre, nuevos desafíos demográficos, etc. Según O’Donnell, los ejecutivos se han visto en la disyuntiva de buscar “respuestas más profundas”.
Hay una opinión que se ha globalizado a la par de la economía: ya no basta con tener un trabajo para proveer únicamente los recursos para la supervivencia. La gente necesita otras cosas, entre ellas una actividad que le permita alcanzar la realización personal, la plenitud. No basta con imprimirle direccionalidad al trabajo, hay que darle sentido.
La gestión espiritual se ocupa de esto. Este impulso es un derivado natural de la noción de que existe una inteligencia espiritual, complementaria de las inteligencias emocional y racional a que estamos acostumbrados.
Varios medios estadounidenses del mundo de los negocios, como Fortune o Business Week, han comenzado a publicar artículos e investigaciones que dan cuenta de este fenómeno que va en creciente aumento. Del mismo modo, la prestigiosa Academy of Management ha creado un grupo y una publicación con el nombre Dirección, Espiritualidad y Religión.
Por supuesto, el concepto religión puede hacer que más de alguien arrisque la nariz. Pero no es necesario, en este campo, ir más allá de creer en los valores humanos más profundos e invitar a todos a descubrir su mundo interno y desarrollar sus potencialidades, aprendiendo a interactuar con otros sobre la base del respeto, la solidaridad y la búsqueda del bien común, así como del cuidado del entorno en que vivimos. Se trata, en definitiva, de promocionar el autoconocimiento y gestionar el talento, a la par que se incentiva el pensamiento positivo.
Los ejecutivos que promueven la gestión espiritual han entendido que para trascender en el mundo de los negocios se necesita contar con gente que haya aprendido a trascender en sus propias vidas personales. De la experiencia individual trascendente se deriva un proceso grupal de trascendencia colectiva del que tarde o temprano se beneficiará la empresa. Gente feliz y realizada es capaz de plasmar en el trabajo dicha realización. La impecabilidad y la excelencia es el resultado.
Ya ven como esto tenía algo que ver con la Dirección de Proyectos.
El pensador estadounidense Andrew Cohen, autor del concepto espiritualidad evolutiva, dijo ante una audiencia de ejecutivos que asistían a un curso de formación sobre liderazgo: “Para cambiar el mundo y para participar en su evolución, cada individuo tiene que abrir sus propias fronteras. Y cuando lo haces te das cuenta de que la evolución se está produciendo a través de ti. La evolución no es algo que está ahí fuera, sino algo que tiene que ver contigo”.
Es decir, la espiritualidad, desde esta perspectiva, es algo así como un llamado a que cada uno asuma su responsabilidad en la transformación del entorno mediante la transformación interior. Ya no se trata de que nadie tenga la culpa de nada, sino de aprender a participar de la creación de la propia realidad. En este punto calzan a la perfección las palabras de Dick: “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ello, no desaparece”. Esta postura ayuda a la gente a enfocar correctamente la realidad circundante y, a partir de allí, comenzar a trabajar en ella responsablemente en busca de alcanzar las metas individuales y colectivas.
La dinámica en espiral
El consultor en desarrollo sociocultural y gestión organizacional basada en valores, Don Beck –asesor de presidentes como Nelson Mandela−, desarrolló un modelo transdisciplinario diseñado para la transformación cultural y la gestión integral basada en valores, llamadoSpiral Dynamics (dinámica en espiral), que se aplica tanto a empresas como a países. En palabras de Beck, “no tiene sentido invertir tiempo atacando la realidad actual. Es tiempo de crear nuevos modelos. [...] En la medida en que podamos hacerlo, podremos proporcionar lo que se requiere para dar un gran salto hacia el futuro“.
En lo fundamental, Beck sostiene que el hombre se halla inmerso en un proceso de evolución continua y que se renueva en cada crisis, con lo cual asciende una vuelta en la espiral de la evolución de su propia conciencia. Con cada vuelta se hace más amplia y profunda su visión de la realidad, representando cada una de estas vueltas un distinto nivel de desarrollo, comenzando por el tipo primitivo y el egocéntrico hasta llegar al comunitario, el holístico, etc. Según su opinión, la humanidad ha llegado a un punto de desarrollo en que se está fraguando un importante salto de nivel evolutivo, semejante al que se dio entre la Edad Media y el Renacimiento.  En palabras del escritor y pensador místico Ken Wilber –que profundizó el concepto de dinámica en espiral de Beck−, la humanidad pasará “del pluralismo al integralismo”.
Estos conceptos no pueden ser ajenos al mundo del trabajo. Es mediante el trabajo que el hombre transforma el mundo, su mundo, trasvasijando en él el contenido de su consciencia.
El fruto de todo trabajo, de todo proyecto, es un ladrillo más con que la humanidad, en conjunto, transfigura la realidad exterior del planeta. Quienes han entendido que lo que se fragua en el interior del ser humano termina por manifestarse en el mundo han dado con una clave importante, fundamental diríamos, en relación al futuro, ya no sólo del mundo corporativo y del ámbito de los negocios, sino que del mundo en general. Las organizaciones que aspiren a permanecer, a trascender y a dejar su sello en el mundo, hacen bien en ocuparse de estos temas.
No tiene nada de malo disfrutar del filete al que nos invita el bueno de Woody Allen, pero primero preocupémonos de que la realidad que erijamos entre todos –creamos o no en ella− sea una buena realidad, una realidad amigable, próspera para todos.
Seguiremos escribiendo sobre este tema. Nos vemos en otro artículo.

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