Arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante.
O.Paz, Piedra de Sol
La mayoría de las personas aprenden a querer la felicidad por sobre todas las cosas. Más allá de 
que esto sea una impronta cultural, existe un importante factor de atracción en la felicidad:
que parece brindar bienestar independientemente de las vicisitudes y circunstancias externas, 
con una entereza relativamente inviolable. Esto es al menos el entendimiento de la felicidad como 
ocurre en la filosofía y en la religión, y no tanto en la sociedad de consumo.
El estilo de vida que promueven las grandes corporaciones y los programas de TV construye la 
idea de que la felicidad está correlacionada con el dinero, la fama o la belleza, pero uno de los
estudios más extensos sobre el tema muestra que la acumulación de bienes materiales no tiene
 una fuerte correlación con la felicidad.
La iniciativa Track Your Happiness, encabezada por Matt Killingsworth, encontró que la
atención en el presente es el factor que mayor relación tiene con la felicidad. Utilizando una 
aplicación móvil Killingsworth registró los estados de ánimo de cientos de personas en diferentes
países correlacionándolo con una serie de respuestas a preguntas como ¿qué estás haciendo 
ahora? La divagación mental fue igualmente una de las actividades que mayor relación 
tiene con la infelicidad. 

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“La felicidad tiene mucho que ver con el contenido de cada momento”, dice Killinsworth. Y este
contenido generalmente es mejor recibido cuando es directamente resultado de la actividad 
inmediata, de lo que esterotípicamente se llama “el aquí y el ahora”.
El estudio muestra que estar enfocados en el presente nos hace aún más felices que divagar 
mentalmente en cosas placenteras. Concentrarnos en acciones que generalmente son poco
placenteras es también más benéfico para nuestro estado de ánimo que divagar durante estas 
acciones (por ejemplo, concentrarse en conducir un auto en el tráfico nos produce mayor 
bienestar que divagar mientras conducimos en el tráfico). Existe una especie de conspiración
benéfica en el funcionamiento de nuestro cerebro para que nos adentremos en el instante
presente.
Por si eso fuera poco Killinsgworth concluye que la divagación mental no es una 
consecuencia de la infelicidad, pero que la atención presente  puede considerarse una
causa de la felicidad.

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Los felices beneficios de la atención presente parecen tener que ver con la relajación de la mente.
Pensar en cosas que no están en donde estamos, que no sucederán hasta después o  que 
ya han sucedido nos genera comúnmente estrés, en parte porque no podemos hacer nada en ese
instante para modificarlas. No estar concentrado en el presente es una forma de invitar 
fantasmas a nuestra vida.  Por otro lado, no estar atentos al presente es una forma poco eficiente 
de operar en nuestra vida cotidiana, lo cual seguramente –cuando nos damos cuenta de que 
no hemos hecho nuestro trabajo o de que han pasado horas y ya no fuimos a correr al parque, 
como nos habíamos repetido– contribuye a generar estrés, una angustia de la procrastinación 
(según Killingsworth pasamos en promedio 47% del tiempo divagando). En cambio, la 
atención en el presente no sólo nos permite una mayor proficiencia, refuerza hábitos positivos
que se traducen también en mejor aprendizaje y funcionamiento cerebral.
Un estudio de la Universidad de Santa Barbara mostró que un grupo de personas que recibieron
un curso de apenas dos semanas de lo que se conoce en inglés como mindfullness (atención
mental total) lograron mejores resultados en pruebas cognitivas. El curso consistió en
técnicas de meditación y de concentración, entre ellas comer una fruta sin pensar en otra cosa
más que comer una fruta. Acostumbrarse a enfocarse en el presente  evidentemente nos
 permite concentrarnos con mayor facilidad cuando nos enfrentamos a cualquier tarea, lo cual es 
la mejor forma de potencializar nuestro desempeño. Mantener la atención en el presente se revela
como un estado de meditación o una meditación en movimiento, según la actividad que se 
realice. La meditación genera hormonas y neurotransmisores que mantienen a punto el sistema
inmune –como la oxitocina o la serotonina.
El hombre es el único animal que se conoce que viaja mentalmente. Esta capacidad de ir hacia
el futuro –crononautas de escritorio, napoleones oníricos– e imaginar mundos 
alternativos es induduablemente responable de algunas de las grandes ideas de la 
humanidad. Sin embargo habría que estudiar, cómo es que surge el vuelo resplandeciente
de la imaginación y si esto más bien ocurre de manera orgánica en el presente, desde el 
inconsciente que se manifiesta en conciencia y en silencio, con una mayor potencia, causado 
por el acto mismo en el que estamos concentrados, como una fuente profunda que hace del
instante el pozo de la eternidad. Existen numerosos científicos y artistas que han hablado de 
algo que popularmente se conoce como el “efecto Eureka”, entendido como la resolución espontánea
de un problema –o la inspiración súbita– cuando no se estaba contemplando ese problema. 
Al parecer este efecto se produce cuando la mente analítica-racional deja de trabajar y se permite
que la mente inconsciente se apodere del sistema operativo o brote a la superficie como 
una ola subterránea. Para que esto ocurra comúnmente se necesita estar en un estado de 
relajación (de la misma manera que las imágenes brotan en estados hipnagógicos); la relajación 
tiene una clara correlación con la atención en el presente –puesto que, como dijimos antes, quien 
piensa en el pasado, en el futuro o en cosas que no están ahí difícilmente podrá soltar las tenaces
riendas de su mente y adentrarse en las posibilidades del instante –que se revela como la única 
puerta para acceder a aquello que trasciende el tiempo, al corazón de la piedra de sol.
Twitter: @alepholo