domingo, 2 de febrero de 2014

Saber qué me conviene

http://www.eduardpunset.es/22121/general/saber-que-me-conviene 
Autor: Eduard Punset   
Antes de ponerse a escribir hacen falta tres cosas: desmenuzar lo que se quiere hacer –es decir, comprometerse con lo que se quiere hacer–; comprobar si se cuenta con todo lo necesario para hacerlo –a eso, los psicólogos lo llaman «el reto»–; y mirar a los demás para deducir si van a dejar salirme con la mía. La mejor manera de hundirse en el fracaso es olvidarse de cualquiera de los tres requisitos.
Tengo que saber lo que me conviene. Debo tener en cuenta si reúno fuerzas suficientes para conseguirlo. Y mirar al resto para saber si fruncen solo el ceño o, por el contrario, ponen cara de felicidad porque están seguros de que me la voy a pegar.
Esta tarde quería saber cómo podía ayudar a los demás sin demasiado esfuerzo. La verdad es que lo primero que pensé es que todo el mundo se hacía la anterior composición de lugar: ¿en qué pequeño estropicio estaba yo pensando? ¿Con qué medios contaba para lograrlo? ¿Me van a ayudar los demás a conseguirlo o, por el contrario, no se van a cansar de ponerme obstáculos?
He hecho el experimento y no se lo pueden imaginar: la gente no hacía ni caso a lo que yo pensaba. A nadie le interesaba ser consciente de lo que quería conseguir. La verdad es que todos los demás de la comunidad de vecinos, de la calle, de la ciudad o del país pensaban en cualquier cosa menos en lo que yo consideraba trascendental.
Es cierto que desde que no preparo Redes –el programa de televisión de La 2, de divulgación científica, con más de un millón de amigos en Facebook–, me queda tiempo para indagar por qué con una sonrisa en la cara se consiguen más cosas que estando enfadado. Es bueno saber que la ciencia ha demostrado ya que es preciso conciliar entretenimiento y conocimiento: «Si sigues con esa cara de mal genio –les digo yo a mis amigos empresarios–, vas a llevar a la ruina a tu empresa».
sonrisa
Mejor con una sonrisa.
Otro ejemplo en esa línea de reflexión: la gente que hace la cama después de haberles convencido de que, además de una tarea doméstica, están haciendo deporte, pierde peso, logra adelgazar, mientras que el resto se queda como estaba o gana peso. Es decir, se pierde peso si se está convencido de que, además de hacer la cama, se está haciendo deporte.
Algunos lectores pensarán que la primera de las tres preguntas a que me refería antes de abordar un objetivo o ponerse a escribir tenía poco que ver con el interés de la gente. «Es mucho más importante –me dirán algunos– el análisis de saber si cuento o no con los medios adecuados para conseguir el fin propuesto».
¿Tengo bastante ahorrado para conseguir el piso que quiero? Si estoy tratando de adquirir un coche de segunda mano, ¿he calculado, aunque sea por encima, lo que supondrá en mis cuentas a fin de mes? Pero pueden creerme si les digo que nadie o casi nadie comparaba los medios con que contaba con el fin deseado. Parece increíble, pero la gente se comportaba de manera muy similar a los enamorados: pierden la noción sobre el estado de ánimo de la persona amada; se diría que no les importa.
Algo parecido ocurre cuando lo que se le pide a la persona interesada en lograr un objetivo si los adversarios son muchos o pocos. Lo que importa es solo lo que yo quiero y el resto no va conmigo. Lo extraño, ante este escenario, es que haya tantos aciertos a nuestro alrededor.

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