viernes, 21 de febrero de 2014

Todo comienza con una buena meta

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Para generar cualquier tipo de logro, mejoría o crecimiento es fundamental tener una meta definida. Contar con una idea clara de qué queremos lograr, a modo de poder enfocarnos en ello...
Para generar cualquier tipo de logro, mejoría o crecimiento es fundamental tener una meta definida. Contar con una idea clara de qué queremos lograr, a modo de poder enfocarnos en ello, permite tomar acción para conseguirlo con mayor efectividad.

A su vez, mantenernos en movimiento y creciendo es un requerimiento básico para el bienestar. Sentir que progresamos, renovarnos con nuevos horizontes, tener proyectos por los cuales tomar acción es básico para motivarnos y sentirnos a gusto con nosotros mismos.

¿Cómo definir entonces, metas efectivas? ¿Cómo establecer metas que me enfoquen, me muevan a tomar acción y simplifiquen el camino al logro? He aquí algunas claves:

Que tu meta sea ambiciosa: Nadie se motiva con logros mediocres. La motivación surge de la ilusión, de la posibilidad de algo nuevo, del crecimiento necesario para conseguir el resultado. Apunta alto. Apunta a algo que te inspire, te conmueva al menos un poco, hasta incluso, que te dé un poco de miedito.

Que tu meta sea realista: Si de tanta ambición acabaste definiendo una meta imposible, no harás nada. Probablemente una parte de ti esté muy ilusionada, pero otra parte de ti sabrá que es una simple fantasía. Y eso hará que no tomes acción. ¿Para qué moverse si ya sabes que no lo conseguirás? Una meta efectiva es una meta que sabes que puedes conseguir. Puede necesitar esfuerzo, tiempo, tal vez ni sepas cómo lo harás, pero necesitas creer que es posible hacerlo. Sólo así te moverás a la acción.

Que tu meta sea clara y definida: Las metas funcionan cuando son específicas. Definiciones amplias y difusas generan o que no hagas nada, o que lo que hagas no te conduzca a donde quieres. Sé específico: ¿qué es exactamente lo que quieres conseguir? Cuando defines con claridad es mucho más fácil determinar qué te apoyará y qué te limitará a la obtención de tu meta.

Que tu meta tenga un propósito: ¿Por qué quieres obtener esa meta? ¿Qué te aportará? ¿Qué experiencia te permitirá vivir? ¿Qué le aportará a otros? ¿Por qué dedicar todo ese esfuerzo y todo ese tiempo a esta meta? Asegúrate de tener un propósito asociado a la meta, porque si no cuentas con buenos motivos para ir por ella, rápidamente encontrarás buenos motivos para ir por otra cosa y acabarás dejando de lado tu objetivo.

Te recomiendo establecerte metas periódicamente y evaluar tu progreso también con asiduidad. No sólo para corregir y dar continuidad a tu proceso, sino también para reconocerte… que es la parte que tan frecuentemente olvidamos.

Aquello en lo que nos enfocamos se convierte en los resultados que obtenemos, por eso la calidad de nuestra experiencia está íntimamente relacionada con la calidad de nuestras metas. Disfruta el proceso… estás diseñando tu vida.
Columnista: Ana Laura Spósito

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