Las TACTICAS Y ESTRATEGIAS sí arman SIEMPRE SOBRE supuestos, Que A Veces provienen de Mitos y Florerias Que ya no correspondan sí estafa La Realidad, ¿Quien sí anima a derribarlos?
En la historia de una organización, empresa o incluso una vida humana, aquellas características que perduran, se suelen constituir en útiles pilares que subyacen a todo análisis, razonamiento, toma de decisión, estrategia, guiando y facilitando estos procesos. Esto se da aún más si están presentes en etapas tempranas. En algún momento se transforman en axiomas, y entonces, mitificadas, ya no se las cuestiona. Simplemente son, y entonces la realidad o bien se ajusta a ellas o bien es leída incorrectamente. Permítame explicarme con un caso que vengo madurando desde que o baixinho Romario nos anotó el 1-0 el 16 de julio de 1989 en Maracaná quitándonos la Copa América de Selecciones. En el mismo estadio y fecha en que 39 años antes ganábamos el cuarto Mundial.
Nacimos para jugar finales
En 1924 la sorpresa de un fútbol diferente bastó para aplastar a los suizos en la final de Colombes. En 1928, el Tito Borjas la peinó al grito de ¡tuya Héctor! y así la mejor defensa batió al mejor ataque, Uruguay 2 Argentina 1. En 1930, a patadas, localía explotada como nunca y por qué no algo de fútbol, la final otra vez es nuestra. De 1950 no hace falta decir nada. Cuatro finales del mundo, cuatro victorias. Vengamos más cerca en el tiempo, hasta los 80 inclusive. A nivel de clubes, de 15 finales de Copa Libertadores, los nuestros ganaron 8, y en 6 de ellas también la final del mundo posterior a los europeos. ¿Y las juveniles? En Sudamericanos Sub-20, saldo favorable 7 a 3. Desde 1916, más de 70 años de historia cimentaron una tradición de temple, agallas e inteligencia futbolera: obviamente, nacimos para ganar cuando más duele, en los partidos finales.
Veinticinco años más tarde sigo escuchando del grueso de la prensa, técnicos y jugadores la misma máxima. Pero algo me hace ruido. Cerrada la etapa de los Peñarol, Nacional y Uruguay campeones de América a fines de los 80, me da la sensación de que algo cambió. Acudo a la memoria (y, desconfiando de ella, a internet) y encuentro que a partir de entonces, a nivel de selecciones nacionales y clubes, mayores y juveniles, hemos jugado 17 “partidos finales” oficiales (me refiero así al último partido de un campeonato jugado con chance de ser campeón, aunque no fuera formalmente una final, como sucedió –curiosamente– en ambos Maracaná). Y encuentro que de esas 17, ganamos… 2. (Uruguay campeón de América 1995 y 2011). En el medio quedan las derrotas de Copa América 1989 y 1995 (selección mayor), copas Conmebol, Sudamericana 1990, Libertadores 2011 (clubes mayores), tres mundiales, tres sudamericanos, dos Libertadores juveniles… ¿El mito se rinde ante la evidencia?
Prosigamos. Cambio de canal y encuentro un resumen del año y la final Sub 20 perdida por penales ante Francia. Y escucho otro lugar común: “Qué pena, nos tocó padecer la lotería de los penales”. Ahí creí recordar (buscar en www.elobservador.com.uy la noticia Penales, el karma uruguayo) que de las últimas 28 ganamos solo 10. ¿Mala suerte? Por favor, no me abandone. Asumiendo que las chances de ganar-perder cada definición fueran 50-50, resulta ser que las chances de jugar 28 definiciones y ganar 10 o menos es de un 9%. En otras palabras, quien sostiene que somos tan efectivos como el resto y “no hemos ligado bien” tiene un 91% de chances de equivocarse. Ni hablar de un 50-50 en finales, donde 2 de 17 corresponde a cerca de 1/1000. No hace falta ser un matemático, si alguna vez fue al casino, usted me entenderá. La estadística nunca da certeza total, pero sí puede estar muy cerca. Ante una situación así y puestos a tomar decisiones, yo creo que lo más razonable es asumir que algo nos está pasando. No me hablen de 50-50, ni para finales ni para penales. ¿Un sicólogo urgente? ¿Ensayar más? Claro que para esto hay que ir a los números fríos. Y luego estar dispuesto a decir lo que nadie tiene ganas de oír.
El mito en las empresas
Conocer la historia propia es deseable, pero puede ser un arma de doble filo, a la hora de percatarse de que las cosas cambian y no siempre hacia donde quisiéramos. Recientemente, un directivo de una empresa cliente se refería con desdén a una iniciativa de incorporación acelerada de mejoras en el servicio. “No es momento, tenemos el sistema más completo (indiscutible por varios lustros) y tecnológicamente estamos 2 años delante de nuestros competidores”. Indagando acerca de esto último, resultó ser que tal aseveración provenía de una estimación hecha… 3 años atrás. Las tácticas y estrategias se arman siempre sobre supuestos, que a veces provienen de mitos y puede que ya no se correspondan con la realidad. Se requiere valor para ser el aguafiestas que destruya dichos supuestos. Seguramente habrá que reformular muchas cosas una vez destruidos. Pero más vale que alguien lo haga. La cultura analítica y la incorporación de colaboradores “exógenos” a la organización son dos de las formas en que se pueden mitigar los peligros de la mitificación y a las que nos referiremos en próximas entregas.
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