“Podrán quitarnos la vida, pero no nos quitarán la libertad”, exclamó el escocés William Wallace, “corazón valiente”, a su gente antes de iniciar la batalla. La libertad es uno de los mayores anhelos humanos.
La Libertad es un valor, sin duda. Y es un gran motivador. Como nos han enseñado los investigadores, la motivación no es extrínseca (el palo y la zanahoria, la amenaza de un castigo o la promesa de un premio). Nadie motiva a nadie. La motivación es intrínseca, y se centra en tres activadores: el propósito (el sentido de lo que hacemos), la maestría (nuestra voluntad de aprender) y la autonomía (sí, la libertad). El Liderazgo ha de tenerlo siempre en cuenta.
La Libertad es un valor y también una Virtud. La libertad se logra, se conquista, se merece. La Libertad forma parte de una moneda cuyo reverso es la Responsabilidad, la capacidad de respuesta, la capacidad de gobernarnos y dar ejemplo. No hay Libertad sin Responsabilidad.
Y como bien sabemos, la libertad de cada un@ de nosotr@s termina en la libetad de l@s demás. De ahí la importancia de la convivencia y el valor de la tolerancia (a su vez, reverso de la diversidad). Educarnos en la convivencia es esencial para la libertad bien entendida.
¿Qué podemos hacer cada un@ de nosotr@s respecto a la Libertad? Primero, reflexionar y valorarla. A lo largo de la historia de la humanidad, la libertad ha sido la excepción y no la regla. En estos momentos, con los trágicos sucesos de Ucrania y Venezuela en primer plano, comprobamos una vez más que ciertos dictadores prefieren imponer sus normas a permitir la libertad de sus pueblos (en el mundo de las organizaciones, las empresas “human age” se distinguen de las tayloristas, de las tóxicas, en cómo practican en su seno la libertad). Hemos de ser ejemplo individual, personal y colectiva en la apreciación de la libertad.
Y debemos asumir la libertad en toda su grandeza, desde la responsabilidad y la convivencia. Somos seres sociales y la libertad debe ser de tod@s.
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