lunes, 2 de marzo de 2015

La odisea del hombre que se adelantó décadas a la economía de la innovación

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"Experimentación", "azar", "prueba y error", "pensamiento lateral", "cooperación", "vida en beta permanente", "éxito del fracaso": son todos términos de moda en los estudios sobre economía de la innovación, la creatividad y el emprendedorismo. Pero hay pocas cosas nuevas bajo el sol (incluso en la temática de innovación) o, como decía John Maynard Keynes, somos todos esclavos de algún economista muerto. El economista alemán Albert Hirschman, que falleció el 10 de diciembre de 2012 a los 97 años, formulaba antes de la Segunda Guerra ensayos cuya lectura resulta hoy apasionante, por lo anticipatoria y bien escrita, en los márgenes de la academia y la ortodoxia que siempre lo aburrieron. Su siglo de vida no fue menos increíble.
Hirschman nació en 1915, en una familia berlinesa de buena posición económica. Su padre era un cirujano próspero, y vivían en el distrito diplomático de la ciudad, cerca del Tiergarten. Luego de estudiar economía en la London School of Economics, se alistó, a los 21 años, para luchar en las milicias republicanas en la Guerra Civil Española. Por entonces vivía en París, hablaba con fluidez seis idiomas y estaba desconsolado por el asesinato de su hermano político, Eugenio Colorni, en manos del régimen fascista de Mussolini, en Italia. Colorni le transmitió su ideario contra la planificación y los dogmas, a favor de las dudas y los caminos oblicuos y azarosos.
Hirschman amaba estas vías sinuosas y paradójicas, que hoy son moneda corriente en la economía de las ideas y de la innovación. Un caso paradigmático sobre el cual escribió fue el de la construcción del ferrocarril que conectó a Boston con el río Hudson, a mediados del siglo XIX. La obra implicaba hacer un túnel de cinco millas en las montañas Hoozac, algo que a priori se consideraba factible y había sido presupuestado en dos millones de dólares, por entonces una cifra manejable. Pero el objetivo en cuestión se volvió una pesadilla, mucho más difícil y costoso de lo imaginado. En el medio de la iniciativa, no quedó otra que seguir adelante, con ingenio y esfuerzo. Si ex ante se hubiera conocido el grado de dificultad involucrado, probablemente el tren no se hubiera materializado, y en las décadas siguientes la costa este no hubiera tenido el desarrollo económico que tuvo, con el comercio hacia el Oeste creciente y en expansión. El éxito provino del fracaso, escribió el economista alemán en un ensayo de 1967. Como en todos sus escritos, no había fórmulas matemáticas o modelos complejos, pero sí un espíritu literario en el cual con frecuencia aludía a Kafka, Brecht, Flaubert y también a Sigmund Freud: Hirschman fue un apasionado del padre del psicoanálisis, varias décadas antes de que se inventara la economía del comportamiento, que mezcla la economía con lecciones de la psicología. La ansiedad, algo que las políticas económicas buscan combatir, es un motor motivacional, que termina generando proyectos en mayor medida que un equilibrio de certidumbre y calma.
Luego de luchar (y resultar herido) en el frente aragonés, Hirschman vivió una huida de película por los Pirineos, equipado con un falso documento lituano, en desacuerdo con la conducción del comunismo en el bando republicano. Europa ya se había vuelto peligrosa para los intelectuales judíos, con lo cual voló a los Estados Unidos, donde las principales universidades lo recibieron con honores. Pero el economista nunca quiso entrar en el establishment académico, ni casarse con la ortodoxia ni con la heterodoxia. Las reuniones con profesores lo hacían bostezar. Tal vez esta automarginación haya sido el motivo principal, especuló el obituario de The Economist, dos años atrás, por el cual Hirschman nunca ganó el Premio Nobel de Economía, que tenía más que merecido.
En Washington, trabajó para la Reserva Federal y para el Plan Marshall de reconstrucción de Europa. Cuando nadie lo esperaba, en los años 50, resolvió trasladarse con su familia a Bogotá, Colombia, con un puesto del Banco Mundial. El país estaba en plena guerra civil y nadie entendía su decisión. Lejos de ser un "funcionario de escritorio", viajó a rincones peligrosos del territorio para evaluar proyectos de inversión de riego, rutas y energía. Fue el inicio de un romance con América latina, una región en la que se sintió "más feliz que nunca", escribió luego.
En la década del 70 visitó la Argentina y entabló relación con varios economistas e intelectuales locales. "Es increíble la cantidad de paralelismos y enseñanzas que hay en la vida de Hirschman para la coyuntura económica argentina actual", me dijo el periodista y economista Ezequiel Burgo, que me venía insistiendo desde hacía meses para que leyera la genial biografía del pensador alemán que escribió Jeremy Edelman: La odisea de Albert Hirschman.
Los límites de la planificación, lo inesperado, el amor por las preguntas y la duda, la desconfianza en las certezas y la fuerza de la creatividad aparecen una y otra vez en su obra. "Una de las características de su genio intelectual era ver una fuente de opciones en lo que parece inmutable o impermeable al cambio. Con un poco de imaginación, pensamiento lateral y audacia, había alternativas posibles", escribe Edelman.
Desde la década del 90, los científicos cognitivos John Kounios, de la Universidad de Drexler, y Mark Jung-Beeman, de Northwestern, vienen estudiando qué pasa en nuestro cerebro en el momento en que estas respuestas "fuera de la caja" surgen. Kounios y Beeman postulan que hay por lo menos dos formas de resolver problemas. Una manera analítica, es decir, dando pequeños pasos y construyendo lentamente la solución, mientras que la otra es discontinua y nos encontramos en blanco hasta un momento de revelación, dando lugar al famoso "ajá, lo tengo". Son los acertijos o aquellos dilemas asociados al "pensamiento lateral", cuya respuesta llega de golpe y luego parece obvia.
Para Kounios, vivimos en un mundo de una complejidad apabullante, donde las respuestas a los grandes desafíos que enfrenta la humanidad (pobreza, escasez, contaminación) llegarán de la mano de soluciones "fuera de la caja", por lo cual es fundamental seguir indagando en este tipo de procesos y fomentarlos, desde la educación, las políticas públicas y la dinámica académica. Hirschman, que escribió que la creatividad siempre llega en forma sorpresiva, cuando nos abrimos y cuestionamos lo establecido, no podría estar más de acuerdo.

CARACTERÍSTICAS DE UN VISIONARIO

Amor a las paradojas
Hirschman amaba estas vías sinuosas y paradójicas, que hoy son moneda corriente en la economía de las ideas y la innovación
Elogio de la duda
Los límites de la planificación, lo inesperado, el amor por las preguntas y la duda, la desconfianza en las certezas y la fuerza de la creatividad aparecen una y otra vez en su obra
Ver más allá
Una de las características de su genio intelectual era ver una fuente de opciones en lo que parece inmutable o impermeable al cambio
"Fuera de la caja"
Hirschman seguramente estaría de acuerdo con la afirmación de Kounios, que decía que las respuestas a los grandes desafíos de la humanidad (pobreza, escasez, contaminación) llegarán de la mano de soluciones "fuera de la caja"

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