martes, 29 de septiembre de 2015

La felicidad bajo el microscopio

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Mucha gente cree que la felicidad es un estado al que se llega una vez que han alcanzado un determinado objetivo, y que luego permanece inmutable, para siempre. Si tal creencia se pudiera resumir en una sola frase, sería algo así: “sólo podré ser feliz cuando me haya recibido” o bien “sólo podré ser feliz cuando haya salido campeón de rugby”.
Otras personas creen que la felicidad viene asociada a un logro material concreto: la casa de sus sueños, un auto cero kilómetro o ganar el premio gordo de navidad.
Y en parte, todas están personas, tienen razón. Pero solo en parte. Cualquier recompensa, emocional o material, luego de un proceso más o menos sostenido de esfuerzo personal hace que nos sintamos, finalmente, muy pero muy felices.
El problema estriba en que tal periodo de felicidad suele ser bastante modesto, de una duración tan efímera, que casi siempre durante el transcurso de las semanas posteriores a la obtención de la meta deseada nuestro índice de felicidad vuelve al punto de partida, experimentando una fuerte regresión, y se estabiliza, gracias a un fenómeno psicológico que se conoce como adaptación hedónica.
La adaptación hedónica, consiste esencialmente en un rápido acostumbramiento a lo nuevo, que se da en todos los órdenes, y que pasada la primera euforia nos lleva otra vez a nuestro nivel de felicidad de base. Por ejemplo, las personas lisiadas no son en promedio menos felices que las personas no lisiadas, ganar el premio gordo de navidad produce un gran monto de felicidad inicial que se diluye con el tiempo.
En este contexto, una vez disipada la alegría, por lo general sobreviene una sensación de vacío que nos empuja a establecer nuevos objetivos personales o a comprar nuevos bienes que nos proporcionen, aunque más no sea por un ratito, una nueva oleada de plenitud y bienestar. Esta es la razón por la que muchas personas caen en la compra compulsiva de cosas que en realidad no necesitan, como una forma de renovar permanentemente la efímera felicidad inicial que produce la adquisición de bienes materiales.
SIN MOVIMIENTO NO HAY FELICIDAD
En este sentido, también es un error preguntarnos si somos felices o no, como si la felicidad dependiera de un interruptor de encendido y apagado.
Cuando compramos una cafetera, sumamos un bien material a nuestras pertenencias y sabemos que vamos a poder tomar café durante un buen tiempo. En cambio, la felicidad no es para siempre. Pensar que podemos disfrutar de un estado de bienestar permanente es ingenuo y puede ser la causa de mucha frustración.
La pregunta que debemos hacernos entonces es: ¿cómo podemos ser más felices?¿Cómo podemos aumentar nuestro índice de satisfacción con la vida?
No pretendo con el presente artículo brindarle al lector una fórmula infalible e inequívoca para alcanzar la felicidad. Ello resultaría imposible por una decena de razones distintas, de manera que renuncio a tal desmedida ambición.
Pero por otra parte, desde hace algún tiempo el concepto de felicidad y sus vicisitudes se han convertido en objeto de interés por parte de la psicología y otras ciencias; de manera que hoy en día contamos con un esbozo, algo parecido a un borrador preliminar, que contiene una serie de premisas que parecen funcionar como los pilares de la felicidad, elementos necesarios en mayor o menor medida para poder llevar adelante una vida plena y cargada de satisfacciones.

PLACER

El primer paso, y el más básico, es identificar todas aquellas cosas que nos proporcionan placer. Una cuota de hedonismo es un ingrediente necesario para la felicidad.
Le sugiero que escriba una lista de todas aquellas cosas que le brindan placer físico o emocional, desde las más insignificantes hasta las más sofisticadas.
A los fines ilustrativos y porque no, con el propósito de inspirarlo, en su lista de disfrute personal puede incluir cosas como estas: comer helado de chocolate, andar en bicicleta, tener sexo con su pareja, jugar al ajedrez, leer novelas de misterio, mirar películas de acción y cocinar para los amigos.
Ahora bien, cuando haya terminado, repase la lista cuidadosamente y observe cuántas de estas cosas hace realmente en la semana. Si es usted como la mayoría de las personas descubrirá que por descuido o falta de tiempo, muchas de estas actividades las ha abandonado o no las practica con la frecuencia que le gustaría.
Procure entonces maximizar el placer, sin estas pequeñas recompensas cotidianas no parece probable bienestar alguno. Busque la manera, haga los arreglos necesarios que le permitan sacarle más provecho a los pequeños placeres que nos ofrece el día a día.
Pero cuidado, el hedonismo no lo es todo, sino un mero punto de partida. Ponga especial atención también a los cuatro puntos que siguen…

HABILIDADES

Haga también una lista de competencias personales; es decir, anote todas aquellas cosas que considera que hace bien.
Trate de responder a la pregunta: ¿para qué soy bueno? Ya sea que se trate de actividades en las que usted u otras personas consideran que posee cierta habilidad.
Puede incluir cosas como las siguientes: “soy bueno para tomar fotografías”, “me doy maña en cuestiones de electricidad”, “soy bueno para explicar temas o dar clases”, “soy un jardinero aficionado excelente” o “hago una mermelada casera deliciosa”.
Hecho esto, ahora lo invito a ejercitar más seguido sus virtudes personales. Puede cambiarle los enchufes quemados a la abuela Margarita y alegrarle el día, darle algunas clases particulares de geografía a su sufrido sobrino que está a punto de llevarse la asignatura a marzo, o hacer mermelada casera de durazno para su novia, que tanto le gusta.
TENER UN OBJETIVO DE VIDA TRASCENDENTAL FUNCIONA COMO UN FARO, UNA LUZ QUE NOS GUÍA Y ORIENTA EN LOS PEORES MOMENTOS, CUANDO LA OSCURIDAD ARRECIA.
Incluir la práctica de las habilidades personales en su rutina semanal lo colmará de amor y agradecimiento de sus amigos y seres queridos, mejorará su concepto de sí mismo, le ayudará a desarrollar un sentido de autoeficacia, y lo hará sentir un miembro valioso de su familia y comunidad.

EJERCICIO

Sin movimiento no hay felicidad. Nuestro organismo y nuestro cuerpo han sido diseñados evolutivamente para la acción.
Cuando ejercitamos el cuerpo, las redes neuronales que dan forma a nuestro cerebro se encienden como un árbol de navidad.
Treinta minutos de actividad aeróbica al día funcionan como un potente energizante, mantienen nuestros músculos flexibles, y previene un amplio abanico de enfermedades cardíacas y neurológicas.
Incluso muchos trastornos psicológicos, como la depresión y los cuadros de ansiedad, encuentran el camino allanado cuando se lleva una vida sedentaria y caracterizada por la inmovilidad.

APRENDIZAJE

Las personas más felices poseen un espíritu curioso incansable, y nunca dejan de aprender a lo largo de sus vidas.
Ya sea de manera formal, por medio de institutos de enseñanza, o de manera informal, como autodidacta, la perspectiva de aprender nuevas cosas permanentemente es el mejor antídoto contra el aburrimiento y un pasaporte seguro hacia la realización personal.
Revise su lista de intereses y trate de perfeccionarse en aquella materia que ya domina mientras, en forma complementaria, suma nuevos conocimientos provenientes de otras áreas a su acervo personal. Ya se trate de un curso de teatro, aprender diseño gráfico, cultivo orgánico o un idioma nuevo, el aprendizaje es uno de los mejores estímulos y alimentos para el cerebro. Aumenta la reserva cognitiva, y de paso mantiene alejados a la desidia y el abandono.

SENTIDO

¿Para qué vino usted a este mundo?
Sé que la pregunta no es nada fácil de responder, pero si logra al menos delinear un esbozo estará mucho más cerca de otorgarle un sentido a su vida, lo cual constituye la clave suprema para la felicidad.
Estoy hablando aquí de un propósito de carácter humanitario, algo que trascienda su propia existencia, que no desaparezca una vez que haya muerto.
Preguntas similares que pueden ayudarlo a pensar al respecto podrían ser: ¿cuál es su misión en la vida? ¿qué puede hacer para que el mundo sea un lugar mejor? ¿cómo le gustaría ser recordado cuando ya no esté?
Tener un objetivo de vida trascendental funciona como un faro, una luz que nos guía y orienta en los peores momentos, cuando la oscuridad arrecia.
Las personas más felices son las que llevan adelante una vida cargada de significado, y dedican buena parte de sus esfuerzos físicos e intelectuales para hacer del pequeño pedacito que habitan en el mundo, un lugar más reconfortante.
Piense en ello.
Imagen: Donnie Ray Jones (Flickr)

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