Me llamaron del programa de Isabel Gemio en Onda Cero, “Te doy mi palabra” (audio en el enlace) para hablar del mercado laboral, la tecnología y los cambios que se avecinan, al hilo del reciente informe“The future of jobs“ presentado en el World Economic Forum (aquícompleto, aquí el resumen ejecutivo) y sobre el que escribió ayer Pepe Cervera en ElDiario.es bajo el título “Cinco millones de currantes reemplazados por robots“.
La evolución del mercado de trabajo es uno de esos temas sobre los que he escrito de manera recurrente a lo largo de los años, bien en su vertiente educativa – las habilidades que demanda ese mercado y cómo cambiar la educación para conseguir que se conviertan en un activo en manos de la mayoría de la población – o en los aspectos relacionados con la automatización, la robotización, la sustitución de personas por máquinas y la necesidad de mecanismos sociales que balanceen un mundo con superávit de productividad. Las búsquedas de temas como post-work, productivity, basic income, robotics o work reflejan algunas de mis inquietudes y comentarios en ese sentido, y la oportunidad de comentarlos con Isabel en un programa de radio con una audiencia tan ecléctica como el suyo me pareció una muy buena oportunidad de generar reflexión en torno al tema.
Si la pregunta es si muchos trabajos tal y como los entendemos hoy van a ser sustituidos por máquinas, la respuesta es muy sencilla: sí. Sin ningún tipo de dudas, si tu trabajo consiste en hacer algo que un conjunto de sensores y actuadores puede hacer, será sustituido, por una simple cuestión de coste y competitividad. El dilema de las máquinas que sustituyen al hombre en tareas como el montaje industrial, la conducción de vehículos, las tareas mecánicas, la construcción o muchísimas otras actividades que hoy ni siquiera alcanzamos a imaginar no es que los sustitutos robóticos trabajen más barato, sino que además trabajan mejor, con mejor calidad, de manera mucho más predecible e insensible a factores como el cansancio, la rutina, los factores y distracciones externos, la motivación, etc. El drama para quien hoy, por ejemplo, vive de conducir un camión o un taxi no es pensar que la explotación de un vehículo robótico sea eventualmente más barato porque el mayor coste es él mismo haciendo de conductor, sino que además, lo hará mucho mejor porque ve mejor incluso en las condiciones más adversas o a través de objetos sólidos, tiene mejores reflejos, no se cansa, no se distrae, no bebe y no se pica con otros conductores. Eso que parece tan obvio, aún resulta muy difícil de entender para muchos, que te responden eso de “ya, y en una ciudad y rodeados de otros conductores haciendo cosas impredecibles, ¿qué?” Pues en una ciudad, tiene menos accidentes el que es capaz de pre-calcular todas las posibilidades y opciones de quienes le rodean (sean otros vehículos robóticos o no) y de anticiparse a sus posibles reacciones mediante unos reflejos suprahumanos. Si los otros conductores son robóticos, además, se añade la ventaja de la comunicación en tiempo real.
Del mismo modo que podemos especular con que en un futuro de en torno a pocos años, las posibilidades de vivir de conducir un vehículo serán meramente testimoniales o marginales, podemos hacerlo con una gama creciente de ocupaciones: a medida que desarrollamos más y mejores sensores, actuadores e inteligencia artificial capaz de aprender de la experiencia, más actividades caen dentro del espectro de lo potencialmente sustituible, generando una duda clara: ¿estamos ante un fenómeno similar al de la Revolución Industrial, en el que eventualmente se generaron muchos más puestos de trabajo y una enorme ganancia de productividad y riqueza, o ante un caso diferente en el que el superávit de productividad hace que el trabajo humano ya no sea necesario? ¿Se trata de una cuestión coyuntural (los tejedores a los que el telar dejó sin trabajo cayeron en la indigencia o volvieron al campo, pero eventualmente se terminaron creando puestos de trabajo para todos que anteriormente eran incapaces de imaginar) o de un cambio estructural y permanente? Si leemos a Erik Brynjolsson y Andrew McAfee, la conclusión parece clara: la ganancia en productividad es tan radical, que llevará a que muchos tipos de trabajo simplemente no tengan sustitutivos, lo que redunda en mucho menos trabajo para las personas.
El caso de Changying Precision Technology Company en la ciudad china de Dongguan, en la que el 90% de la plantilla fue sustituida por robots y el resultado fue una productividad muy superior y un porcentaje de defectos mucho más bajo, deja clara la idea: los sesenta humanos que aún trabajan en la fábrica (frente a los 650 anteriores) y que pronto podrían quedar reducidos a veinte no trabajan haciendo complicadas tareas de programación y valor añadido… sino llevando a cabo labores absolutamente rutinarias de engrase y mantenimiento de las máquinas. No son “superiores” de las máquinas, sino sus “sirvientes”, simplemente hasta que económicamente interese desarrollar otra máquina capaz de llevar a cabo (mejor, además) esas tareas de mantenimiento. No es una cuestión de si las máquinas pueden hacerlo, es si económicamente interesa que lo hagan o si aún es más barato poner ahí a un torpe humano.
Si te planteas si la sustitución es buena o mala, piensa en los miles de muertos en las carreteras, en los accidentes laborales o las pérdidas de productividad derivadas de errores o limitaciones humanas: la tecnología no se desinventa, una vez que permite hacer algo, lo normal es hacerlo, y tratar de restringirlo o evitarlo es antinatural. Seguir construyendo casas con obreros que ponen ladrillos deja de tener sentido cuando el coste de un robot que pone ladrillos pasa a tener sentido, no solo porque sea más barato, sino porque se tardará menos, habrá menos accidentes y el resultado será mejor. Pero si en lugar de colocar ladrillos prefieres una tarea de manipulación más fina, aquí tienes un robot resolviendo un cubo de Rubik en un segundo: de acuerdo, es únicamente unos cuatro segundos más rápido que el ser humano más rápido, pero acierta siempre, con absoluta precisión.
¿Apocalíptico? Simplemente, real. Por ahora, a la espera de comprobar los efectos sobre la sociedad de esa ganancia de productividad, lo interesante es prepararse, al menos, para especular sobre ella. A medida que son necesarias menos horas de trabajo y de menos personas, la discusión sobre la renta básica es más relevante y necesaria que nunca, al tiempo que lo es la preparación de las personas para el tipo de trabajos que parecen con más futuro: la gestión de un mundo en el que estamos permanentemente rodeados por objetos programables. Si dividimos los trabajos disponibles hoy entre aquellos que las personas desarrollan porque no les queda más remedio para obtener unos ingresos, y aquellos que se llevan a cabo por vocación, porque resultan personalmente motivadores o retadores, o porque representan la ilusión de la vida de alguien, los primeros serán mucho más susceptibles de desaparecer que los segundos. Como ya dije en su momento, tendrá trabajo quien viva para trabajar (es decir, quien trabaje en lo que quiere y porque le gusta hacerlo), pero quien trabaje para vivir, muy posiblemente no. Preparémonos, por tanto, para desarrollar las habilidades que nos motivarán para escoger seguir trabajando en un futuro si es que efectivamente queremos seguir trabajando, mientras vemos cómo otros ven sus necesidades básicas cubiertas por una renta básica (proveniente de ese superávit de productividad) y se dedican a otras cosas, o a nada en absoluto. Una educación adecuada a los tiempos, después de todo, sigue siendo una forma de incrementar nuestros grados de libertad.
This article was also published in English at Forbes, “What does a jobless world mean?“
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