Desde su aparición como disciplina académica, la psicología de las organizaciones ha tratado de encontrar la manera en que deben operar las empresas para que los trabajadores disfruten con su trabajo, quieran desempeñarlo de la mejor forma y sean lo más eficientes posible. La mayor parte de las teorías giran en torno a la idea de que la mejor forma de motivar a los trabajadores pasa por incentivar su trabajo: ya sea a través de recursos financieros (como las retribuciones variables o los bonus por productividad), el desarrollo de una carrera profesional atractiva y, quizás en menor medida, la creación de un buen clima de trabajo y la implantación de ayudas sociales y retribuciones en especie (guarderías, gimnasios y restaurantes a disposición del trabajador). Pero para el profesor de la escuela de negocios Wharton, Adam Grant, todas fallan al olvidar la que, asegura, es la mayor fuente de motivación para los trabajadores: la generosidad.


Takers, givers y matchers
Durante generaciones, las teorías empresariales se han centrado en explicar en qué consisten y cómo operan los condicionantes individuales del éxito: la pasión, el trabajo duro, el talento y la suerte. Todos los negocios se han organizado en función de esto.La cultura del esfuerzo y la meritocracia se han impuesto como factores clave en el triunfo, no sólo en los negocios, también en la vida.
La teoría de Grant parte de una óptica distinta. En su opinión, el éxito, hoy en día, sólo puede alcanzarse de forma colectiva, y depende principalmente de cómo interactuemos con la gente que nos rodea. Grant cree que hay tres tipos de personas en función de la forma en que interactúan profesionalmente: los takers (que toman), los matchers (que dan en función de lo que toman) y los givers (que dan).
- Los takers se esfuerzan por sacar el máximo provecho al trabajo de los demás, intentando no dar nada a cambio.
- Los matchers son aquellos que son generosos con la gente que es generosa con ellos. Negocian su implicación de manera uniforme.
- Los givers son el perfil más raro de encontrar: las personas que ayudan a los demás sin esperar nada a cambio.
Para Grant, estos perfiles tienen un impacto decisivo sobre el éxito. Pese a lo que podría parecer a primera vista, y aunque sea cierto que algunos acaban explotados o quemados, son las personas generosas los que llegan a lo más alto. Su trayectoria profesional suele ser más lenta, pero es mucho más sólida que la de lostakers, a los que, tarde o temprano, les puede su egoísmo.


Generosidad vs. productividad
Otro aspecto destacable del trabajo de Grant, al margen de su interesante teoría, es la manera en que la está difundiéndo, mezclando un exquisito control de los resortes promocionales con una actitud que roza lo mesiánico. El profesor protagonizó en marzo la portada del semanario del New York Times y se ofreció a salir retratado dando regalos a un supuesto compañero de trabajo, una ficcionalización que no nos chocaría en un personaje del mundo de la cultura o el deporte, pero sí en alguien de marcado perfil académico.
En el reportaje, la periodista Susan Dominus explica cómo Grant recibe todos los días 200 correos –contesta todos–, y atiende a cualquier alumno de su escuela que le pida consejo: les ofrece su agenda de contactos, les escribe cartas de recomendación (más de 100 al año), y les asesora en cualquier cosa que esté en su mano. Su extrema generosidad le deja tiempo, no obstante, para preparar sus clases, dar conferencias y ser un a autor especialmente prolífico. ¿Cómo es posible?
Para Grant, la generosidad no es enemiga de la eficiencia, no es algo accesorio a tu verdadero trabajo, es el factor motivacional esencial, que impulsa la creatividad e incrementa la productividad de los trabajadores. Y asegura haber llegado a esta conclusión por propia experiencia.
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