“Dentro del ámbito de las emociones puede haber un familia que se compone del odio, la ira, la hostilidad, etc., mientras que en la oposición está la familia de las emociones positivas, como el amor, la compasión y la empatía…Si trabajamos para aumentar, reforzar y potenciar los grupos positivos, estaremos debilitando los negativos, provocando transformaciones reales en nuestros pensamientos y emociones” Dalai Lama
Son poco más de tres años desde que “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman llegó a mis manos. Desde entonces, la pasión por entender más de esta energía en movimiento que determina todas nuestras acciones derivó en libros, capacitaciones, talleres, seminarios y la investigación final de mi maestría. Todo lo anterior provocado por una frase, que leí algún día:
“Enojarse es fácil, pero enojarse en la magnitud adecuada, con la persona adecuada, en el momento adecuado eso es cosa de sabios”. Aristóteles
¿Ya soy emocionalmente inteligente?
La respuesta es: ¡no!
Pero lo que no deja de sorprenderme al hacer está reflexión, son los caminos que he recorrido y las ventanas que se han abierto al paso de este interés por comprender una de las características que compartimos todos los seres humanos; podemos tener diferentes etnias, nacionalidades, creencias, religiones, género, preferencias sexuales o clases socioeconómicas, pero todos tenemos algo en común: somos seres emocionales.
El otro día iba viajando en autobús y me acompañaba “El universo es un solo átomo” del Dalai Lama. Es una obra por demás interesante que aboga el porqué la ciencia y la espiritualidad pueden estar más unidas que nunca en este siglo XXI y con un mismo objetivo: la mejoría de la condición humana.
Mientras pasaba página puede vislumbrar trayecto–corto–que yo he recorrido en esta búsqueda de un autoconocimiento y autogestión emocional.
Cuántas veces no he sido llamado “grinch”, cuántas veces no he sido llamado “bipolar”, pero la buena noticia es que esta condición se puede transformar:
“Los últimos descubrimientos de la neurobiología…han detectado un notable potencial de cambio en el cerebro humano, incluso en sujetos adultos…la llamada <>…me sugiere que rasgos que solían ser considerados como fijos—la personalidad, la disposición y hasta los estados de ánimo—no son, en realidad permanentes, y que los ejercicios mentales y los cambios del entorno pueden influir en estos rasgos ” Dalai Lama.
El camino me llevó a Casa Tíbet, me llevó a la meditación. He de confesar que mis intenciones en las primeras prácticas no eran las mismas que hoy me mueven y que tenían que ver más con un beneficio intelectual.
Hoy día estoy convencido de que no hay mejor herramienta que la meditación, para propiciar un equilibrio emocional. De hecho, diferentes investigaciones han arrojado resultados que comprueban “que la felicidad es algo que podemos cultivar deliberadamente, con un entrenamiento mental que afecta al cerebro” Dalai Lama
Ese mismo día que viajaba tuve un día complicado, uno de esos días en donde varios obstáculos se interponen entre uno y lo que uno desea. Entonces llegó la ira cegadora y me convierto en víctima de la emoción. No puedo escapar a esta energía que me produce insatisfacción y me llama a perder el control.
En una conversación interna recuerdo lo que leí apenas unas horas antes y pienso:
- ¡Qué difícil es esto!
Mi autodiálogo se extiende y sigo molesto, pero también me percato de que hay algo diferente: me doy cuenta de que llevó un buen rato reflexionado sobre los porqués de mi enojo, que más allá de que mi lenguaje corporal cambió, no he dicho, ni he cometido ninguna tontería (de esas de las que solemos arrepentirnos una vez que estamos tranquilos) y lo más importante, que estoy consciente de mi actual estado emocional, sé que no me es beneficioso y por lo tanto, que vale la pena aprender de este.
Sin darme cuenta, llevé a cabo la ecuación que Daniel Goleman relaciona con el desarrollo de la IE: compromiso + motivación + práctica prolongada + retroalimentación.
Un pequeño gran paso en la búsqueda del equilibrio emocional.
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