lunes, 2 de enero de 2012

El emprendedor y su motivación

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Uno de los elementos que quizás diferencia más la motivación de un emprendedor de un empleado es la ausencia de jerarquía. Cuando en un sistema clásico de empresa el empleado tiene un jefe directo que le da directrices u ordenes, sigue sus resultados, autoriza sus vacaciones, y sabe en cada momento donde está y que anda haciendo su equipo, el emprendedor desarrolla su actividad con parametros totalmente diferentes.
Uno de los argumentos que muchas veces se escucha de personas que han lanzado su propia actividad y renunciado a un trabajo asalariado es que querían ser su propio jefe, tomar sus decisiones, no depender de las aspiraciones y objetivos profesionales de otros. Sería muy ingenuo pensar que al montar una empresa se deja de tener que rendir cuentas. Primero porque una empresa solo vive si tiene a sus clientes satisfechos, y para ello es necesario escucharles y responder a sus necesidades. Pero no solo están los clientes. El emprendedor tiene compromisos con sus proveedores, con sus accionistas, con sus bancos, que tiene que cumplir. Dicho de otra forma, un emprendedor sigue teniendo jefes, pero de una naturaleza totalmente distinta.
Lo que cambia es sobre todo el tema organizativo. En una empresa, un empleado tiene unas tareas definidas. Cuando se le contrata, se le explica que tendrá que hacer, y a medida que se producen cambios en la organización, sus jefes le asignan nuevas tareas y le quitan otras. Se le exige una forma de trabajar, cumplir normas, horarios, y por supuesto resultados. Un emprendedor tiene la misma obligación de llegar a resultados, pero no solo son objetivos impuestos para sus clientes y otros socios, tambien son objetivos personales que él y solamente él sabe y se exige. Si trabaja los sábados y domingos todo el día, y prefiere tomarse un descanso un lunes, importa poco. La libertad que tiene consiste en decidir que quiere lograr y como lo quiere lograr.
La sabiduria popular nos enseña que a mayor libertad, mayor responsabilidad, y es exactamente lo que pasa con el emprendedor. Como no tiene a un jefe directo para orientarle, depende en gran medida de su ambición para motivarse.     Y en un entorno incierto, es más dificil motivarse que en el ambiente cómodo de un trabajo asalariado conocido. Sin quitar ningún mérito a los trabajos de empleado, muchos de ellos muy complicados, hay que reconocer que no suelen dejar mucho terreno a la incertidumbre.
Para entenderlo mejor, pongamos una situación. Una persona deja su puesto en una empresa y decide lanzarse. Tiene una idea que le gusta, en una actividad que le interesa, tiene suficiente capital, y después de pensarselo, da el paso. Las decisiones que tiene que tomar son múltiples. ¿Donde va a ejercer la actividad? ¿Cómo va a conseguir los clientes? ¿Con qué socios va a trabajar? ¿Que tipo de estructura jurídica elegir? Esas son solo algunas de las decisiones, y abarcan campos muy diversos (comercial, marketing, financiero, legal). Normalmente la motivación del inicio es suficiente para superar esos primeros obstaculos.
El tiempo va pasando, y el número de clientes no es el esperado. ¿Qué hacer? ¿Por qué motivo no se vende? ¿Es el producto? ¿Es la comunicación? Montar un negocio no es algo muy sencillo, y exige un largo trabajo y paciencia hasta llegar a unos resultados satisfactorios, sin garantía de éxito. El emprendedor tiene que enfrentarse a muchas dudas, y a peligros como el “síndrome del Coyote” (probar una idea tras otra sin tener la paciencia de perfeccionarla). Si por desgracia los clientes tardan en llegar, se le puede hacer muy dificil motivarse. Y la motivación no se reduce a trabajar o no, sino a obligarse a tomar las decisiones que aportarán resultados. Hace falta una capacidad crítica para recapacitar, sin ponerse a cuestionar todas las decisiones tomadas. Motivarse para perseverar en un camino, aunque parezca muy pesado o sea algo que no coincida con sus preferencias personales.
Y cuando llegan los clientes, el emprendedor puede encontrarse en otra situación: la de tener que responder a las demandas de sus clientes y no tener paciencia o tiempo para ello. De nuevo, él solo tendrá que tener la motivación suficiente para obligarse a decidir sus prioridades, olvidando su preferencia personal del momento para pensar en el interés de su negocio a medio y largo plazo.     El aspecto de la motivación es fundamental para emprender. Una persona que caiga facilmente en la pereza, o que no sepa resistir a cierto grado de presión tendrá muchas dificultades para llevar a cabo un negocio, al menos si lo hace sola. Una solución satisfactoria puede ser buscar un socio con aptitudes y rasgos de personalidad complementarios, aunque, obviamente, trabajar en equipo también implica nuevos retos.


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