Evidentemente la “inteligencia” es un concepto que, como prácticamente todos las demás figuras mentales que acuñamos, padece de relatividad. Para comenzar tendríamos que reflexionar en los criterios que definen este concepto, los cuales están íntimamente ligados al mapa cultural y a los patrones pisco-sociales a partir de los cuales entendemos nuestra realidad inmediata. Y como dichos criterios son ineludiblemente subjetivos, entonces podríamos afirmar que la inteligencia es, hasta cierto punto, un ‘bien’ arbitrario. 
A pesar de lo relativo del término, desde hace por lo menos un par de siglos la ciencia se ha obstinado en construir sistemas o pruebas que permitan determinar el nivel de inteligencia de una persona. Justamente en este 2012 se cumplen cien años de la primera aplicación de un examen de IQ (coeficiente intelectual), realizada por el psicólogo alemán William Stern. Y si bien dichas pruebas han venido refinándose a lo largo de las últimas décadas, además de ser constantemente cuestionadas, y han surgido otras vías para medir la inteligencia humana, lo cierto es que el famoso IQ (que consiste en multiplicar por 100 el resultado de dividir la edad mental entre la edad cronológica) se consolidó como una referencia mainstream para determinar que tan inteligente es una persona. 
De acuerdo con la escala de Coeficiente Intelectual, el 50% de la población mundial oscila alrededor de los 90 y los 110 puntos, mientras que solo el 2.5% rebasa los 120, y apenas el 0.5% alcanza a superar la frontera de los 140. A partir de este modelo de medición, pero también tomando en cuenta los logros socialmente reconocidos (académicos, económicos, laborales, etc.), la organización Super Scholar   se dio a la tarea de elegir a las diez personas más inteligentes, con vida, del planeta. A continuación el listado que, por cierto, no jerarquiza ningún orden, simplemente es una selección “horizontal”:
Stephen Hawking 
Este popular físico teorético y autor de siete libros “best seller”, no solo posee un IQ de 160, sino que ha recibido más de 14 prestigiadas distinciones a sus méritos académicos y de investigación.
Paul Allen
Co-fundador de Microsoft, Allen prefirió dejar que Gates acaparará los reflectores y la mayor parte del pastel, y el se dedicó a fundar innovadores proyectos y organizaciones (entre ellas Dance Safe, y el SETI). Con más de 14,000 millones de dólares en su cuenta y un IQ de 170, Allen tiene un lugar privilegiado aún en esta lista. 
Kim Ung-Yong
Pocas veces el termino “niño prodigio” esta mejor aplicado que en el caso de Ung-Yong: a los dos años dominaba cuatro idiomas,a los cuatro ya asistía a la universidad y a los ocho fue contratado por la NASA. Con 210 puntos de IQ es poseedor del Récord Guinness al coeficiente intelectual más alto. 
Garry Kasparov
El más joven campeón mundial de ajedrez, al ganar el título con solo 20 años, Kasparov tiene un IQ de 192.
Rick Rosner
Sin duda el más peculiar de la lista, este guionista de televisión tiene un IQ de 192 pero entre sus oficios pasados se incluyen el de stripper, mesero en patines, y cadenero de club nocturno.
Sir Andrew Wiles
Uno de los matemáticos más prestigiados del planeta, aprovechó sus 170 puntos de IQ para resolver el “Último Teorema de Fermat” considerado como el problema matemático más complejo de la historia (que eludió durante 358 años las tentativas de cientos de científicos por resolverlo).
Judit Polgar
La única representante del género femenino en este ranking de Super Scholars, Polgar venció en ajedrez al famoso Bobby Fisher, con solo 15 años de edad. Su IQ es de 170.
Terrence Tao
A los dos años ya manejaba la aritmética básica, a los nueve ya cursaba la universidad y a los 20 se graduaba como doctor en física en Princeton. Ostenta una espectacular puntuación IQ de 230.
James Woods
Con 180 de IQ Woods desestimó el mundo de la academia para enrolarse como actor de Hollywood y participar en cintas como Casino (1994), Nixon (1995) y Chaplin (1992).  
Christopher Hirata
Otro niño prodigio . A los 14 años ya cursaba su carrera en Caltech, mientras que a los 16 era ya un cotizado investigador en la NASA y a los 22 recibió su doctorado en astrofísica por la Universidad de Princeton.