Está muy claro que el espíritu empresarial es importante para el crecimiento económico de un país, la innovación empresarial y la creación de empleo. Todos ellos, aspectos vitales hoy para España.
Por tanto, el espíritu empresarial debería ganar más protagonismo en la crisis económica actual, y verse como un aspecto esencial de dinamismo económico. Históricamente, las crisis económicas han conllevado tiempos de renovación industrial, la conocida “destrucción creativa” y de surgimiento de empresas más eficientes que reemplazan antiguos métodos de funcionamiento. Lo nuevo mejorando y superando las deficiencias existentes. Innovación, nuevos modelos de negocio, nuevas tecnologías, particularmente aquellas tendentes a reducción de costes y reasignación eficiente de recursos suelen aparecer en épocas de crisis, posibilitando la recuperación y el desarrollo.
Algunos sostienen que los emprendedores exitosos nacen, no se hacen. Otros se inclinan más por pensar que el espíritu empresarial puede ser aprendido y cultivado. La verdad probablemente se encuentre en algún lugar intermedio. El deseo de crear y hacer crecer un negocio requiere una combinación de carácter, pasión, talento, visión, energía, tiempo y en algunos, casi todos, financiación (además de algo de suerte) que no es fácil de encontrar, así que cuando aparece debe aprovecharse.
Al final de la entrada os dejo un inspirador vídeo en el que encontraréis testimonios inspiradores de los emprendedores que se encuentran detrás de empresas como Idealista, Blusens, Isofotón, Imaginarium o El Bulli. Nunca está de más recordar que muchas de las iniciativas empresariales de mayor éxito nacieron rodeadas de dificultades. Eso sí, todos bajo un denominador común, uno o varios emprendedores que con tenacidad, esfuerzo y determinación lucharon hasta conseguir sacar a delante su proyecto.
En los momentos que corren, en los que no se para de hablar de crisis, déficit, prima de riesgo (datos que analizamos hace unos días), de la cantidad de problemas a los que nos enfrentamos, debería encontrarse entre las soluciones con mayor frecuencia, y de manera inexcusable, un firme apoyo a los emprendedores. Emprendedor, aquel que es capaz de asumir un riesgo para poner un negocio en marcha. Riego ya que en muchos casos empezará con pérdidas y un crédito para acometer una cuantiosa inversión inicial, o como dice uno de los protagonistas del vídeo “años de sembrar, y sembrar, y no recoger nada”. Negocio que más tarde, si va mal, probablemente dejará en una difícil situación económica al empresario, pudiendo llegar incluso a su ruina. Pero que si va bien, el beneficio es compartido tanto por él como por todos, por la riqueza creada alrededor. Éste contratará empleados, comprará a proveedores, hará competencia a otras empresas y probablemente los consumidores se verán beneficiados en los precios… y un largo etcétera que además como es lógico contribuyen a la reordenación de las arcas públicas, pues todos y cada uno de ellos, en estas transacciones ingresarán en las arcas del Estado ya sea vía impuestos o Seguridad Social.
Parece un chollo ¿no? Si yo fuera el “Estado” estaría deseando fomentar la iniciativa emprendedora pues es una fuente de riqueza y desarrollo para el país. Sí, lo es, porque a la larga lo que consigue es desarrollar el tejido empresarial del país, permite que comience a adentrarse en sectores que antes no lo estaba… y un largo etcétera. Y además, como ya hemos explicado, por el camino crea riqueza a su alrededor para todos. Son los que pulsan el botón que pone en marcha la maquinaria del desarrollo empresarial. Y entonces me pregunto, ¿Cómo es posible que no se den cuenta? Un escenario propicio para emprender, para hacer negocios en definitiva, debería subir unos peldaños en la lista de prioridades del Estado español. Deberían escuchar más a los emprendedores, y replantearse en qué invierten el dinero de todos…y resumiendo, abrirle las puertas y ¡dejarles pasar! que son emprendedores y vienen a ayudar.
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