ENTREVISTA A BORJA VILASECA SOBRE SU
LIBRO EL SINSENTIDO COMÚN
nació en Barcelona el 4 de febrero de 1981. Como periodista se ha especializado en temas de
responsabilidad personal, liderazgo en valores y desarrollo organizacional. Entre otras publicaciones,
colabora en El País Semanal (EPS) y en el suplemento económico Negocios, ambos de El País. Es el
creador del Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo de la Facultad de Economía de la Universidad de
Barcelona, que dirige desde 2009. También es socio fundador de la consultora
Koerentia, especializada en
potenciar la dimensión humana de las organizaciones. Y director de
La Akademia, un proyecto educativo
sin ánimo de lucro orientado a promover el autoconocimiento entre los jóvenes. Tratando de averiguar el
porqué del vacío existencial que suelen experimentar los seres humanos, a los 19 años empezó a interesarse
por la psicología y la filosofía occidental. En 2005 asistió a un curso de Eneagrama que significó un punto
de inflexión en su búsqueda. Desde entonces, estudió por su cuenta a los grandes maestros de la sabiduría
oriental, y profundizó sobre cómo experimentar bienestar y plenitud duraderos formando parte de la
sociedad actual. Como consecuencia de este proceso de autoconocimiento descubrió su verdadera vocación.
En 2006 comenzó a impartir cursos y conferencias. Como escritor ha publicado Encantado de conocerme
(Plataforma, 2008) y El Principito se pone la corbata (Temas de Hoy, 2010). Actualmente es profesor en
Porta22 (Barcelona Activa), en la Fundació Àmbit y en diferentes másteres de Coaching e Inteligencia
Emocional. El sinsentido común es su tercer libro.
¿Cómo surgió la idea de este libro?
Cada libro que escribo surge como consecuencia de escuchar a mi corazón. Mi “viaje” en el camino del
autoconocimiento comenzó a los 19 años. A los 25 experimenté lo que podría llamarse un “despertar”.
Comprendí claramente cuál es mi propósito en esta vida: democratizar la sabiduría para inspirar a los
demás a conocerse a sí mismos, vivir más conscientemente y ser fuente de felicidad, paz y amor. Desde
entonces, me dedicó a divulgar reflexiones y a emprender proyectos que creen riqueza para la sociedad.
En El sinsentido común he condensado gran parte de lo que he aprendido. La idea surgió hablando con
varios participantes del Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo de la Universidad de Barcelona, con
quienes coincidí en que sería interesante conceptualizar dicho proceso de aprendizaje. De hecho, forma
parte de una trilogía que sé que voy a escribir a lo largo de mi vida.
¿Cuál es la finalidad del mismo?
La finalidad es democratizar los últimos descubrimientos en el campo de la psicología, la filosofía, la
economía y la ecología desde una perspectiva escéptica y científica. Es decir, explicar de forma amena y
sencilla por qué en general los seres humanos solemos pensar y comportarnos de una misma manera; qué
podemos hacer cada uno de nosotros –de forma individual– para iniciar un proceso de transformación; y
cuáles son los resultados que están obteniendo las personas que verdaderamente han cambiado su forma
de comprender la vida.
El libro está dividido en tres partes…
Sí, la estructura narrativa de El sinsentido común representa las tres grandes etapas evolutivas que
componen, potencialmente, nuestra experiencia como seres humanos. Así, la primera parte del libro se
centra en la “orientación al propio interés”. Básicamente es una descripción de los pilares que constituyen
el denominado “viejo paradigma”. Es decir, la forma de pensar y de comportarnos con la que hemos sido
condicionados por la sociedad, y que actualmente se encuentra en decadencia. Sobre todo porque genera
resultados de insatisfacción, tanto en la dimensión personal (vacío y falta de sentido), en la relacional (lucha
y conflicto con los demás) como en la profesional (monotonía, estrés e incluso sensación de esclavitud).
También invitas al lector a cuestionar su forma de pensar…
Sí, principalmente porque hemos sido adoctrinados para vivir de acuerdo a unas determinadas creencias,
valores, aspiraciones, prioridades, necesidades y motivaciones puramente materialistas. De ahí que la
segunda parte del libro –la “orientación a la transformación”– sea una invitación para que nos
comprometamos con nuestro propio autoconocimiento, cuestionando las creencias con las que hemos
creado nuestro falso concepto de identidad. En esencia, se explican las claves que posibilitan un “cambio
de paradigma”. Esto es, un cambio profundo en nuestra forma de comprendernos y de relacionarnos con
nosotros mismos y con los demás. Lo cierto es que el mayor obstáculo para evolucionar como seres
humanos y progresar como sociedad es apegarnos a nuestro actual sistema de creencias.
Una evolución que da lugar a un nuevo paradigma.
Exacto. La tercera parte del libro se centra en la “orientación al bien común”. Y ésta vendría a ser una
exposición, a grandes rasgos, de los cimientos que constituyen el llamado “nuevo paradigma”. Es decir,
una nueva manera de pensar y de comportarnos más eficiente y sostenible, que nace como consecuencia
de un proceso de autoconocimiento. Y lo cierto es que esta nueva manera de ver y de comprender la vida
genera resultados de satisfacción, tanto en la dimensión personal (plenitud y sentido), en la relacional (fluidez
y armonía con los demás) como en la profesional (creatividad, entusiasmo y autorrealización).
¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro?
La redacción del manuscrito me ha llevado un año. Pero algunos capítulos que aparecen en el libro
corresponden a artículos publicados anteriormente en El País. La clave de este ensayo reside en su índice,
el cual me llevó más de tres semanas definirlo. Una vez tuve claro qué quería decir, todo lo demás se fue
escribiendo a su debido tiempo. Cuando escribes desde el corazón no tienes la noción de que sea tú
mismo quien está escribiendo. Más bien sientes que eres un instrumento al servicio de la vida, a través
del que se crea lo que corresponde ser creado. No se me ocurre otra forma de describir la “inspiración”.
Es una sensación indescriptible, casi mágica, que inunda tu corazón de dicha. Por eso solo escribo
cuando me siento alegre, conectado, presente y lleno de energía. Respeto mucho a los lectores: sé que
cuanto más disfrute escribiendo, más disfrutarán ellos leyendo…
Principales retos, dificultades y facilidades con las que te has encontrado para escribirlo
Por mi experiencia, he descubierto que cuando tus acciones y decisiones vienen movidas por el corazón,
los resultados fluyen por sí mismos. Así, todos los proyectos creativos que emprendo no surgen como
resultado de la voluntad, sino de la correspondencia. Hay libros que se escriben para engordar el ego del
autor. Y hay otros que nacen con una profunda vocación de servicio, que responden a necesidades
emergentes en nuestra sociedad. En mi caso, solo tengo palabras de agradecimiento para los lectores de
este ensayo, que son, ante todo, co-creadores y corresponsables de que este libro se haya publicado. Puede
que mi nombre figure en la portada, pero es un libro tan suyo como mío. Si no hubieran tenido la necesidad
de crecer y evolucionar como seres humanos, jamás hubiera sentido la motivación de escribirlo. Estamos
todos conectados e interrelacionados.
¿Cuánto tiempo te costó encontrar tu propio camino?
La verdad es que soy muy afortunado. El sufrimiento y el vacío existencial me llegaron muy joven. Y eso es
lo que me hizo iniciar una búsqueda para saber quien era y qué sentido quería darle a mi vida. Como
adolescente nunca fui el típico alumno aplicado ni jamás saqué buenas notas. Más bien era el gamberro y
rebelde de la clase. Viví esta etapa como un mero trámite burocrático. No en vano, en la mayoría de
escuelas, centros e institutos oficiales no enseñan a los jóvenes las cosas verdaderamente esenciales de
la vida. Se limitan a dar respuestas prefabricadas, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y
su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido. Así, el triunfo del materialismo,
del “botellón”, de los videojuegos, de las discotecas y del consumo de drogas entre la juventud
contemporánea refleja el fracaso de nuestro sistema de educación. Tras seis años de soledad, lectura y
búsqueda, finalmente me encontré a mí mismo. A los 25 años experimenté un “clic evolutivo” que no es
posible comprender con palabras. Desde entonces, veo la vida como un regalo y cada día doy gracias por
el aprendizaje derivado de todo lo que me ha sucedido hasta ahora.
Todas las reflexiones que propones son muy útiles, sin embargo, ¿Qué recomendaciones das a
las personas para ponerlas en práctica?
Las reflexiones que forman parte de este libro pretenden, por un lado, que el lector se cuestione a sí mismo.
Y por el otro, inspirarlo para atreverse a seguir su propio camino, un aprendizaje que pasa por escuchar a
nuestro corazón, a nuestra voz interior, a nuestra intuición, a nuestra verdadera esencia, llámalo como
prefieras… Tengo muy claro el perfil de lectores al que está dirigido este libro. Se dirige a todos aquellos
seres humanos que están buscando la manera de crear una existencia más plena y con sentido. Es decir,
a personas con una profunda necesidad de cambio, motivadas con salir de su zona de comodidad para
aventurarse a lo nuevo y lo desconocido. Lo cierto es que la ancha avenida por la que circula la mayoría
suele conducir a llevar una vida alienada, de segunda mano, monótona, gris, carente de felicidad, propósito
y sentido. Lo mejor de todo es que salirse de este sinsentido común generalizado solo depende de uno
mismo. Es una cuestión de autoconocimiento y responsabilidad personal. Iniciar este viaje no suele ser
una opción racional, sino que surge como una necesidad.
¿Crees que conocerse a uno mismo es una ventaja añadida
hoy en día en el mercado laboral?
No lo creo. Lo sé. Conocerse a uno mismo no sólo es el viaje más apasionante que podemos emprender
en la vida, sino que –a través de un proceso, con sus correspondientes etapas– nos lleva a relacionarnos
con la vida desde la responsabilidad, la proactividad y el servicio, generando –a su debido tiempo–
resultados de abundancia en las diferentes dimensiones de nuestra vida. Y esto no es una opinión personal.
En el templo de Delfos, de la antigua Grecia, estaba inscrito el aforismo “Conócete a ti mismo”.
Estamos hablando del siglo VI a. de Cristo. Es decir, antes incluso que el origen mismo de la filosofía. A
lo largo de la historia de la humanidad ha existido una corriente de pensamiento llamada “Filosofía Perenne”,
la cual promueve el autoconocimiento como camino para cultivar la felicidad, el amor, la sabiduría y la
consciencia. Buda, Lao Tsé, Sócrates, Jesús de Nazaret, Leon Tolstoi, Mahatma Gandhi, Martin Luther King,
Aldous Huxley, Hermann Hesse, Jiddu Krishnamurti, Anthony de Mello, Erich Fromm, Viktor Frankl… Estos
son solo algunos de sus portavoces. La gran revolución del siglo XXI no consiste en coger una pancarta
para quejarse por el actual estado de las cosas, sino que cada uno de nosotros encuentre la manera de
convertirse en el cambio que quiere ver en el mundo.
¿Cómo puede encontrarse a sí mismo una persona que se acaba de quedar sin trabajo y antes la
escasez de oferta laboral?
El primer paso es preguntarse para qué me sirve mi actual manera de pensar, de comportarme y de
relacionarme con el mercado laboral. Principalmente porque los resultados que cada uno de nosotros
cosechamos en la vida son el resultado, en mayor o menor medida, de las decisiones que hemos ido
tomando. Y estas con consecuencia de nuestra forma de pensar y de comprender la vida. Soy consciente
de que estas afirmaciones seguramente generen que más de un lector se ponga a la defensiva, se victimice
e incluso ridiculice lo que estoy diciendo. Forma parte del viejo paradigma creerse una pobre víctima del
sistema. Pero, ¿quién decidió en primer lugar poner su “seguridad económica” en manos de una corporación?
Las personas que asumen las riendas de su vida, comprendiendo que son co-creadoras y corresponsables
de sus actuales circunstancias, empiezan a sentir la necesidad de conocerse mejor. Y es que nos han
condicionado para ser la demanda, para ser empleados y consumidores pasivos. Pero dentro de cada uno
reside la fuerza necesaria para cambiar de patrón, adoptando una actitud más proactiva. Y es que somos la
oferta. Podemos crear nuestra profesión. Más que funcionarios, es hora de ser emprendedores,
descubriendo qué podemos ofrecer de valor a esta sociedad. Y para ello, nada mejor que hacer lo que
nos gusta, lo que nos apasiona, etc.… Descubrir la vocación es uno de los resultados de conocerse a uno
mismo. Si todavía no has descubierto que amas hacer, no te resignes. No te conformes. Sigue buscando.
Saberlo es parte de tu “trabajo”. Y es que si no estás condenado a vagar por la vida como una boya a la
deriva…
¿Con qué capítulo del libro te quedas y por qué?
Me quedo con el capítulo titulado “La resistencia al cambio”. Al haber sido educados para seguir un
determinado estilo de vida se ha consolidado el denominado “pensamiento único”. Es decir, la manera
normal y común que tenemos la mayoría de pensar, de comportarnos y de relacionarnos. Prueba de ello es
que al entrar en la edad adulta solemos ser víctimas de “la patología de la normalidad”. Esta sutil enfermedad
–descrita por el psicoterapeuta Erich Fromm– consiste en creer que lo que la sociedad considera “normal”
es lo “bueno” y lo “correcto” para cada uno de nosotros, por más que vaya en contra de nuestra verdadera
naturaleza. Así, el pensamiento único es la herramienta perfecta para preservar y consolidar el orden social
establecido o “establishment”. Se trata de un mecanismo de poder y de control social que se viene
empleando desde que los seres humanos comenzamos a organizarnos en comunidades. De ahí que su
raíz etimológica proceda de la frase latina statu quo, que significa “estado del momento actual”.
Cómo funciona este status quo…
Lejos de promover ninguna teoría de la conspiración, basta simplemente con mirarnos en el espejo. Dado
que solemos pensar que somos como somos y que no podemos cambiar, en general creemos que el
sistema es como es y que no puede transformarse. Así, nuestras circunstancias externas son siempre una
proyección de nuestra realidad interna; por medio de nuestras creencias, creamos constantemente el
sistema del que todos formamos parte. Aunque es evidente que el orden social establecido cuenta con
una serie de mecanismos para preservar su poder, su influencia y su control sobre los individuos, en última
nstancia somos libres para tomar decisiones con las que construir nuestro propio camino en la vida. De ahí
que si nada se transforma es porque –en primer lugar– la mayoría de nosotros nos resistimos a cambiar. No
en vano, la conservación de las estructuras tradicionales que conforman el statu quo es posible debido a
nuestra tendencia de apegarnos ciegamente a las creencias con las que hemos sido condicionados.
Es decir, que somos cómplices de la parálisis que vive la sociedad.
Exacto. Al rechazar ideas nuevas, diferentes y desconocidas, solemos quedarnos anclados en nuestra
zona de comodidad incluso cuando ésta nos genera malestar. Esta es la razón por la que nuestra resistencia
al cambio nos convierte en cómplices guardianes del statu quo, actuando como ovejas que no necesitan
pastor. En general no se nos ocurre cuestionar los fundamentos sobre los que se edifica la sociedad. Más
que nada porque dicha actitud implicaría dar el primer paso hacia una dirección aterradora: cuestionarnos a
nosotros mismos. Es decir, al sistema de creencias con el que hemos creado nuestro falso concepto de
identidad. Al obedecer las directrices determinadas por la mayoría, hacemos todo lo posible para no salirnos
del camino trillado, lo que nos impide explorar y acceder a nuevas formas de crecimiento y aprendizaje.
Encadenados a la ilusión de llevar una existencia segura, solemos ridiculizar e incluso oponernos
agresivamente a quienes confía en sí mismos y se salen de la corriente mayoritaria, proponiendo una
manera alternativa de hacer las cosas. Prueba de ello es que a estos individuos se les suele tachar de
“raros” e incluso de “locos”…
¿Qué nos puedes contar de ti?
Soy un buscador que se ha encontrado y que ama compartir lo que ha descubierto. Me siento muy
identificado con el arquetipo que describe el mito de Prometeo. Soy un ser humano que ha sufrido. Que
me rebelé a seguir el camino trillado. Que era ateo, seguidor de filósofos existencialistas como
Nietzsche, Sartre, Cioran… Y que fruto de viaje de autoconocimiento “desperté”, reconectando con
mi dimensión espiritual. Desde entonces, doy gracias a la vida por hacer lo que más amo: compartir con
otros buscadores reflexiones que les permitan seguirse a sí mismos, convirtiéndose en los seres humanos
que están destinados a ser. La vida es un milagro. Es un regalo. No vale la pena perder el tiempo
siguiendo la voz enfermiza de nuestro ego. Cuado aprendes a ser feliz por ti mismo, sin necesidad de
estímulos externos de ningún tipo, todo lo demás, a su debido tiempo, va viniendo por añadidura. Entre
otros regalos, conocí a una chica maravillosa, con quien recientemente me he casado. Lo cierto es que
levantarme cada día a su lado me convierte en el ser humano más afortunado. Todo lo demás es un bonus.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Como siempre, seguiré siguiendo los dictados de mi corazón. Como consejero, jamás me ha fallado. Con
la complicidad de la vida, sé que escribiré dos ensayos más (uno sobre empresas y otro sobre espiritualidad)
y al menos cuatro novelas (sobre la familia, sobre la educación, sobre el sistema y sobre un posible futuro).
Tal vez otras fábulas y algún guión… Llevaré el Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo a diferentes
ciudades españolas. Crearé otros dos masteres. Produciré un documental de animación sobre
autoconocimiento. Y lo más importante, mi mayor sueño es construir junto con mi mujer una familia
consciente. La verdad es que trato de cuidar mi salud todo lo que puedo. Sé que tengo tanto por aprender
y por crear, que me gustaría vivir más de 100 años.