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Los modelos cognitivos, más allá de sus diferencias epistemológicas o teóricas, conciben al hombre como un constructor de significados. La mayor parte de los recursos cognitivos –los recursos mentales con los que logramos comprender la realidad- no son innatos, sino que se construyen. La mayor parte de esta construcción se da en la infancia, pero es una tarea en constante desarrollo a lo largo de la vida.
La patología mental incluye modos de aprehender la realidad que generan problemas y sufrimiento a una persona. Las características de los modos patológicos de comprender la realidad son la "rigidez", la "idiosincrasia" y la "disfuncionalidad".
Las interpretaciones patológicas de la realidad y las conductas asociadas a ellas son rígidas, no cambian con facilidad. Las interpretaciones patológicas de la realidad son idiosincrásicas, esto es, el resto de la gente no ve las cosas de ese modo. Por último, la cognición patológica es disfuncional porque le "juega en contra" a la persona que la sostiene, generándole malestar.
Pero, a diferencia del psicoanálisis, esto no implica que siempre debamos hacer una reconstrucción del origen de una cognición para modificarla. Conocer el origen de una forma de pensar puede volverla más inteligible: quizás haya sido una forma razonable de ver las cosas en su momento. Pero eso no garantiza por si la modificación de esa manera de pensar.
Por eso, en la terapia cognitiva la regla es que no importan tanto las situaciones en sí, sino el sentido que la persona les asigna.
Las personas ansiosas ven amenazas por todos lados, las personas paranoides ven conjuras y malevolencia por todas partes. Si prestamos atención a las situaciones que disparan estas significaciones veremos que no difieren de las que enfrentan las personas que no están afectadas por estos problemas.
Por eso, el primer paso en una terapia cognitiva es que el paciente acepte la polisemia de la realidad, esto es, que comprenda que una situación puede ser significada de distintos modos. Lo que ocurre es que estamos tan acostumbrados a relacionarnos con la realidad por medio de nuestra cognición que terminamos por creer que nuestros pensamientos, nuestra percepción, son una fiel representación de la realidad.
El objetivo global de una terapia cognitiva es que el paciente revise los significados que le han generado problemas históricamente y pueda aprender a ver la realidad desde una perspectiva no necesariamente distinta, sino "más flexible".
El terapeuta cognitivo tiene que enseñarle al paciente a diferenciar datos de interpretación. Luego debemos enseñarle al paciente a recolectar datos que permitan decidir que significación, de las varias posibles, es la más plausible (no "la real", eso no lo sabemos). Por último, debemos enseñarle al paciente a reconocer las situaciones ambiguas, aquellas en las que no tenemos datos suficientes como para establecer una interpretación razonablemente fiable.
La mayéutica, o dialogo socrático, es otra técnica central de la terapia cognitiva, con un objetivo similar: someter a critica aquello que creemos saber, sobre el mundo o sobre nosotros mismos. El terapeuta guía el debate mediante preguntas. No afirma nada, pero plantear preguntas sistemáticas sobre una idea del paciente puede ayudarlo a ver los puntos flojos.
En suma, el terapeuta cognitivo ayuda al paciente a revisar algunas ideas muy acendradas sobre la realidad, a considerar datos viejos y nuevos, a separar dato de interpretación, a cuestionar la certeza asociada con las ideas problemáticas.
Todo esto se refiere a "cuestionar el contenido" de lo que pensamos. Pero también podemos tomar distancia de un pensamiento sin cuestionar su contenido, pero "tomándolo solo como una idea". A esto lo llamamos "distanciamiento" o "descentramiento".
Al pedirle al paciente que preste atención a lo que piensa cuando siente malestar lo que buscamos es que el paciente pueda enunciar esas ideas disfuncionales del modo más claro posible. Si fueran inconscientes el paciente no podría hacer lo que le pedimos.
El objetivo es debilitar la credibilidad de las ideas disfuncionales y aumentar la credibilidad de una forma alternativa de ver las cosas. Cuando un paciente cambia su manera de pensar, también cambian su conducta y su estado de ánimo.
El psicoanalista se arroga la capacidad de interpretar las formaciones del inconsciente del paciente, y no hay modo fiable de saber si ha acertado o no. El psicoanalista tiene una posición de poder: es él quien decide el sentido de lo dicho, y muchos lo transmiten al modo de un oráculo. ¿El resultado? Muchos pacientes no tienen idea de lo que le han querido decir, mientras que los mas sugestionables se van de las sesión impresionados.
En la terapia cognitiva, en cambio, nos esforzamos porque todo sea inteligible por el paciente. La otra gran diferencia es el uso de tareas entre sesiones.
Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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