El otro atlas del emprendimiento

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Grandes ideas que surgen por generación espontánea en garajes o en los pasillos de una universidad y que acaban articulando la espina dorsal de una 'tecnoempresa' que salta una frontera tras otra o que termina por traducirse en un generoso cheque con un buen puñado de ceros. Esa es la fotografía guardada en el imaginario colectivo de miles de personas a raíz de los ecos de éxito que llegan del otro lado del Atlántico.

FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A.  Silicon Valley, ese enclave situado en la costa oeste de Estados Unidos, ostenta desde hace mucho tiempo la condición de ser la meca de la era digital, un atractivo vergel que sigue siendo el destino número uno para los emprendedores de todo el mundo. Sin embargo, la globalización del mercado ha causado que en los últimos años a lo largo y ancho del planeta hayan surgido comunidades que tratan de imitar esta fórmula para ser una alternativa para los que buscan hacer fortuna en el mundo de la tecnología. Así lo atestiguan informes como Startup Ecosystem Report, elaborado por Startup Genome y Telefónica, que enumera los veinte lugares que más despuntan en este apartado. Además del valle californiano, Nueva York, Seattle, Los Ángeles o Boston acaparan cuatro de los seis primeros puestos. Esta nutrida representación estadounidense solo es superada por Tel Aviv, donde se encuentra el área conocida como Silicon Wadi, donde se afincan más de 4.000 empresas de este tipo. Sorprende que un país de apenas 64 años de edad y con una recurrente inestabilidad política sea el escogido por gigantes como Intel o Google para abrir centros de innovación. En 2009, 69 empresas con bandera israelí cotizaban en el índice Nasdaq, una cifra superior a la que sumaban Europa, China, Japón, Corea del Sur y la India. El estudio señala que Israel posee el segundo índice de salida de 'startups' del mundo (cada día se crean dos nuevas firmas), de las que destaca la fortaleza de las mismas, así como el acceso a la financiación local. Este desarrollo se vio fortalecido en los años 90 por programas institucionales como 'Yozma' -que incentivaban la llegada de capitales extranjeros- y la creación de incubadoras por parte del Estado (posteriormente privatizadas). Todo esto, unido al regreso de ingenieros y científicos judíos tras la caída de la U.R.S.S., creó un buen caldo de cultivo para la situación actual.  PROLÍFICA CANTERA No han sido pocos los que han puesto los ojos en esta prolífica cantera. Entre otros, el Gobierno británico, que el año pasado plantó los cimientos del UK-Israel Tech Hub, una iniciativa para el seguimiento de empresarios locales que se estén planteando dar el salto a la escena internacional, En las últimas semanas una quincena de emprendedores fueron invitados en el marco del programa a conocer las virtudes de instalarse en Londres, la urbe que se sitúa al frente de la vanguardia europea con holgada ventaja sobre París o Berlín. David Cameron ya ha mostrado en varias ocasiones desde que llegó al número diez de Downing Street su intención de crear un núcleo tecnológico de relevancia internacional en la zona este de la capital inglesa y sobre la mesa ya hay un plan de 10.000 millones de euros que sirva para hacerlo realidad, bajo la marca Techcity.  El único continente que queda fuera de las estadísticas es África. En las Antípodas, Melbourne y Sidney aparecen como principales atractivos; y en América Latina, el protagonismo lo acaparan Santiago de Chile y, especialmente, Sao Paulo, volviendo a poner de relieve la proyección internacional de Brasil, el principal foco de atención del Cono Sur en lo que a las finanzas se refiere. El despegue y la modernización económica de los últimos cursos ha terminado por ser un irresistible imán para los capitales e inversores que tratan de ser esquivos a la crisis. Asia también tiene su espacio. Es el caso de Singapur o Bangalore, la capital de la electrónica en la India, una de las potencias emergentes en esta materia. Durante los últimos años en esa población se han concentrado, además de grandes firmas, varias escuelas y centros dedicados al I+D.  Autor:   Michael Mcloughlin