Foto: Jordi Play9
Instinto de felicidad
Cuando cayeron las Torres Gemelas, Rojas Marcos dirigía el Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de Nueva York. "Me he pasado media vida en los hospitales y lo que he visto en las personas que sufren y en mí mismo es que la mayoría nos las arreglamos y protegemos nuestra satisfacción con la vida en general". De eso habla su último libro, Secretos de la felicidad (Espasa), del instinto de felicidad. Ameno y cariñoso, Rojas Marcos es un psiquiatra que ha llegado a lo más alto en EE.UU. Posiblemente porque es un médico atípico, que no sienta cátedra, que explica sin complejos sus dificultades y reconoce la ayuda que a lo largo de su vida ha podido recibir.
Esta mañana hablaba con el camarero sobre la crisis.
Un tema recurrente.
Su análisis era tremendo, pero cuando le pregunté: "¿Y tú cómo lo llevas?", me dijo que él bien, que tenía trabajo y novia.
También hay quien se suicida.
Sí, pero en general existe una manifiesta dicotomía entre la satisfacción personal con la vida de cada cual cuando analiza sus propias circunstancias, y los temas angustiantes de la sociedad que invaden los medios de comunicación y las tertulias.
¿Somos secretamente felices?
Tenemos un mecanismo genético que protege nuestro estado de ánimo; recurrimos a comparaciones que nos favorecen: "Yo estoy en paro, pero fulanito tiene un cáncer", y diversificamos nuestras parcelas de satisfacción: "Esto me va mal, pero esto bien".
Se ha atrevido a escribir un libro sobre la felicidad.
Sí, porque cada día me llama más la atención la capacidad del ser humano de mantenerse contento a pesar de situaciones terribles. La satisfacción con la vida es algo que protegemos inconscientemente y que nos hace seguir pensando que la vida merece la pena, es genético.
Explíquemelo en su propia piel.
Estoy sorprendido de cómo he podido superar las dificultades. Fui un hiperactivo sin diagnosticar, siempre en el último banco de la clase porque no había profesor que me aguantara. A los 14 años me enviaron a un colegio de cateados. La directora, doña Dolina, decidió sentarme en primera fila, y eso cambió mi destino: empecé a aprobar.
¿Y cómo evolucionó?
Pese a mi mal oído, mi madre me hizo estudiar piano, de ahí pasé a la batería y con 17 años tenía un cuarteto.
Y las chicas le hacían ojitos.
Sí, y así conseguí proteger mi autoestima, pero seguía teniendo gastritis. Mi padre era de derechas y mi hermano de izquierdas y yo somatizaba el conflicto. Decidieron enviarme a casa de una señora en un pueblo en Francia para que aprendiera el idioma. La señora me hacía tortillas de pimientos que me sentaban estupendamente.
Ahí no había conflicto.
... Y seguí marchándome, me fui a Nueva York sin saber inglés, pero siempre ha salido alguien que me ha ayudado, y yo he sabido aceptar la ayuda. Y le explico tantas cosas porque pienso que cuanto más hablamos más vivimos, y como me ha dado la oportunidad...
Estoy encantada.
Narrar lo que sientes te obliga a organizar tu historia, rebaja la intensidad emocional y alarga la vida. Y si encima hay alguien que te escucha y se solidariza contigo...
¿Y si no hay nadie?
Escríbelo. No tener una explicación para lo que nos ocurre lo llevamos muy mal, el cerebro no acepta el vacío.
Según como te cuentes tu tragedia, ¿la vida y tu salud tomarán un rumbo u otro?
Así es, si yo llego de mal humor a casa y mi mujer me dice: "Luis, has debido de tener un mal día en el trabajo", es decir, que no es culpa mía sino del trabajo, me da la opción de que todo cambie. Pero si me dice: "Tienes un carácter que no hay quien te aguante"...
Hay una cita en su libro: "Mi vida no tiene propósito, ni dirección, ni finalidad, ni significado...
... y a pesar de todo soy feliz".
Pues todos los psicólogos dicen que sin dirección no vas a ningún sitio.
Igual que hay un instinto de supervivencia, está el que nos lleva a proteger la satisfacción con la vida. Creer que ejerces cierto control sobre tu vida aumenta las posibilidades de superar enfermedades y crisis, lo opuesto a "que sea lo que Dios quiera".
Hay que luchar contra viento y marea.
Pensar que puedes hacer algo por mejorar tu vida ayuda incluso en situaciones en las que no puedes hacer mucho.
Según sus estudios, tener pareja es una de las principales fuentes de dicha, pero también es lo más conflictivo.
Hay exigencias culturales que son muy poco realistas, y que crean unas expectativas que nos hacen sufrir. Si te casas pensando que es para toda la vida y resulta que no es así, te sientes fracasado y frustrado. Si la sociedad aceptara que vamos a estar juntos mientras la relación tenga sentido, nos sentiríamos menos presionados.
Somos supervivientes.
Lo raro en esta vida es no tener problemas. De media tenemos dos grandes tragedias en la vida. Y la idea de que crecemos con el sufrimiento es absurda.
¿No te hace más sabio?
Ni mejor persona. El sufrimiento interfiere en todo y no sirve para nada. Lo que ocurre es que a veces nos hace descubrir aspectos de nosotros mismos que no conocíamos pero estaban ahí.
Mejor la introspección.
Sí, observarse a uno mismo y estar abierto a las respuestas de los demás, conocer lo que nos gusta y lo que no y nuestras limitaciones. Y hay que ser consciente del impacto que tenemos en los demás.
Un tema recurrente.
Su análisis era tremendo, pero cuando le pregunté: "¿Y tú cómo lo llevas?", me dijo que él bien, que tenía trabajo y novia.
También hay quien se suicida.
Sí, pero en general existe una manifiesta dicotomía entre la satisfacción personal con la vida de cada cual cuando analiza sus propias circunstancias, y los temas angustiantes de la sociedad que invaden los medios de comunicación y las tertulias.
¿Somos secretamente felices?
Tenemos un mecanismo genético que protege nuestro estado de ánimo; recurrimos a comparaciones que nos favorecen: "Yo estoy en paro, pero fulanito tiene un cáncer", y diversificamos nuestras parcelas de satisfacción: "Esto me va mal, pero esto bien".
Se ha atrevido a escribir un libro sobre la felicidad.
Sí, porque cada día me llama más la atención la capacidad del ser humano de mantenerse contento a pesar de situaciones terribles. La satisfacción con la vida es algo que protegemos inconscientemente y que nos hace seguir pensando que la vida merece la pena, es genético.
Explíquemelo en su propia piel.
Estoy sorprendido de cómo he podido superar las dificultades. Fui un hiperactivo sin diagnosticar, siempre en el último banco de la clase porque no había profesor que me aguantara. A los 14 años me enviaron a un colegio de cateados. La directora, doña Dolina, decidió sentarme en primera fila, y eso cambió mi destino: empecé a aprobar.
¿Y cómo evolucionó?
Pese a mi mal oído, mi madre me hizo estudiar piano, de ahí pasé a la batería y con 17 años tenía un cuarteto.
Y las chicas le hacían ojitos.
Sí, y así conseguí proteger mi autoestima, pero seguía teniendo gastritis. Mi padre era de derechas y mi hermano de izquierdas y yo somatizaba el conflicto. Decidieron enviarme a casa de una señora en un pueblo en Francia para que aprendiera el idioma. La señora me hacía tortillas de pimientos que me sentaban estupendamente.
Ahí no había conflicto.
... Y seguí marchándome, me fui a Nueva York sin saber inglés, pero siempre ha salido alguien que me ha ayudado, y yo he sabido aceptar la ayuda. Y le explico tantas cosas porque pienso que cuanto más hablamos más vivimos, y como me ha dado la oportunidad...
Estoy encantada.
Narrar lo que sientes te obliga a organizar tu historia, rebaja la intensidad emocional y alarga la vida. Y si encima hay alguien que te escucha y se solidariza contigo...
¿Y si no hay nadie?
Escríbelo. No tener una explicación para lo que nos ocurre lo llevamos muy mal, el cerebro no acepta el vacío.
Según como te cuentes tu tragedia, ¿la vida y tu salud tomarán un rumbo u otro?
Así es, si yo llego de mal humor a casa y mi mujer me dice: "Luis, has debido de tener un mal día en el trabajo", es decir, que no es culpa mía sino del trabajo, me da la opción de que todo cambie. Pero si me dice: "Tienes un carácter que no hay quien te aguante"...
Hay una cita en su libro: "Mi vida no tiene propósito, ni dirección, ni finalidad, ni significado...
... y a pesar de todo soy feliz".
Pues todos los psicólogos dicen que sin dirección no vas a ningún sitio.
Igual que hay un instinto de supervivencia, está el que nos lleva a proteger la satisfacción con la vida. Creer que ejerces cierto control sobre tu vida aumenta las posibilidades de superar enfermedades y crisis, lo opuesto a "que sea lo que Dios quiera".
Hay que luchar contra viento y marea.
Pensar que puedes hacer algo por mejorar tu vida ayuda incluso en situaciones en las que no puedes hacer mucho.
Según sus estudios, tener pareja es una de las principales fuentes de dicha, pero también es lo más conflictivo.
Hay exigencias culturales que son muy poco realistas, y que crean unas expectativas que nos hacen sufrir. Si te casas pensando que es para toda la vida y resulta que no es así, te sientes fracasado y frustrado. Si la sociedad aceptara que vamos a estar juntos mientras la relación tenga sentido, nos sentiríamos menos presionados.
Somos supervivientes.
Lo raro en esta vida es no tener problemas. De media tenemos dos grandes tragedias en la vida. Y la idea de que crecemos con el sufrimiento es absurda.
¿No te hace más sabio?
Ni mejor persona. El sufrimiento interfiere en todo y no sirve para nada. Lo que ocurre es que a veces nos hace descubrir aspectos de nosotros mismos que no conocíamos pero estaban ahí.
Mejor la introspección.
Sí, observarse a uno mismo y estar abierto a las respuestas de los demás, conocer lo que nos gusta y lo que no y nuestras limitaciones. Y hay que ser consciente del impacto que tenemos en los demás.
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