martes, 26 de febrero de 2013

Escuchad a ese niño que habita en nuestro interior

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/02/26/escuchad-a-ese-nino-que-habita-en-nuestro-interior-115673/ 

Un científico estaba trabajando en la solución de un complejo problema matemático, cuando su hijo pequeño entró en su despacho.
- Papá, yo quiero ser un gran científico como tú. Déjame que te ayude en lo que estás haciendo.
Aquel hombre, que no quería perder su concentración, buscó algo con lo que entretenerle. Miró a su alrededor y se fijó en una revista de geografía que estaba junto a su mesa. La revista estaba abierta por una página que mostraba un gran dibujo del globo terrestre. Aquel científico, cogió la revista, arrancó aquella página y rompió la imagen de la tierra en varios pedazos.
Hijo mío, los científicos como yo tenemos que resolver enigmas que son muy parecidos a puzles como este. Nosotros vamos buscando con paciencia que las distintas piezas de lo que conocemos encajen. Cuando todas las piezas han encajado, entonces y sólo entonces, resolvemos el enigma. Toma las piezas y un poco de cinta adhesiva, siéntate en la alfombra y une las piezas de este puzle como si de un gran enigma se tratara.
El niño escuchó fascinado la explicación de su padre, sin saber que la verdadera intención de este, era tenerle lo suficientemente atareado como para que pudiera dejarle trabajar en paz. Aquel científico estaba convencido de que aquella tarea entretendría a su hijo hasta la hora de cenar.
Para su sorpresa, a los quince minutos el niño se acercó a la mesa del padre y puso sobre ella con una expresión de enorme orgullo, todas las piezas del puzzle perfectamente unidas.
Aquel hombre se quedó perplejo ante la velocidad con la que un niño tan pequeño había vuelto a recomponer aquella imagen del mundo.
- Hijo mío, ¿cómo es posible que hayas sido capaz de juntar tantas piezas en tan poco tiempo?
El pequeño le contestó con la naturalidad propia de un niño.
- Papi, cuando me distes esto, no sabía cómo poder unir las piezas, porque no sabía en qué fijarme para hacerlo. De repente vi que detrás de uno de los trozos que me diste había una mano y en otro un pie. Me di cuenta de que detrás del mundo roto había también un hombre roto. Como yo si sé cómo es un hombre que no está roto, le di la vuelta a todas las piezas y empecé a juntar las piezas del hombre para que volviera a estar entero. Por eso, al arreglar al hombre, también arreglé el mundo.
Los niños nos recuerdan que explorar, reír, ser alegres y escuchar son el camino de la propia superaciónTal vez sean los niños los que mejor entienden qué es lo que necesita el hombre para recomponerse. Los niños pequeños exploran mucho y juzgan poco. Ellos ríen porque sienten la alegría del vivir. Los niños necesitan pocas cosas para entretenerse porque su imaginación es su mejor entretenimiento. Los niños a diferencia de nosotros los adultos, tienen una escucha interesada y no simplemente una escucha educada. Los niños son grandes maestros en lo que a inocencia se refiere. Es observándoles a ellos como descubriremos lo que hemos perdido en el camino y que ahora tanto echamos de menos. La edad no es lo mismo que la madurez.
Hoy en día que nos enfrentamos ante tantos y tan complejos retos, podemos caer en la tentación de caer en el desánimo y de pensar que no podemos hacer nada al vernos tal vez demasiado pequeños e insignificantes. Los niños nos recuerdan que explorar, reír, ser alegres y escuchar son el camino de la propia superación. Los niños al fin y al cabo, nos invitan a confiar porque su ilusión es la expresión de que para ellos, lo mejor está aún por llegar. Decía el genial escritor Víctor Hugo: “Seamos por un instante como ese pajarito, subido a su pequeña y frágil ramita mientras canta. Aunque siente que su rama se dobla y puede llegar a quebrarse, sigue cantando porque en el fondo sabe que tiene alas y puede volar”.

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