Como bien supeiron artistas como Marcel Proust o Wallace Stevens, la memoria es una
 forma de imaginación, y al recordar recreamos lo que vivimos a veces hasta el punto de 
almacenar recuerdos completamente falsos. Un ejemplo de esto es lo que le ocurrió al famoso
 escritor y médico Oliver Sacks,quien en su autobiografía relata vívidamente haber
 experimentado la explosión de una bomba en su patio trasero durante la Segund Guerra 
Mundial en Londres. Un recuerdo que su hermano le hizo ver que era falso –o la reconstrucción 
dramática basada en otro recuerdo en el que ciertamente ninguna bomba explotó. Otro caso 
interesante es el de publicidad que logra invadir la psique para hacer pensar a los consumidores 
que una pauta que vieron en realidad es un recuerdo que vivieron, formando de esta forma una
 complicidad emocional inconsciente con un producto.
En un experimento reciente realizado por psicólogos de Harvard, se pidió a un grupo de voluntarios
 que se destuvieran dentro de algunas exhibiciones en un museo. Se tomó fotos de estas 
exhibiciones las cuales fueron mezcladas con fotos de exhibiciones dentro del mismo museo en 
las cuales los participantes no se detuvieron. Luego se les pidió a los voluntarios que vieran estas
 imágenes y que dijeran que exhibiciones habían visto.  De manera esperada en algunos casos 
exhibiciones que no habían sido vistas fueron tomadas como si sí hubieran sido presenciadas. Pero 
lo más interesante ocurrió en una tercera sesión en la que se volvió a mostrar imágenes; en 
este caso las exhibiciones no vistas, que ya habían sido recordadas (aunque falsamente) como
 vistas en la segunda sesión fueron reforzadas y tomadas como verdaderas con mayor asertividad.
Los investigadores sugieren que la memoria es un sistema dinámico constantemente 
modificándose. Y si la memoria en cierta forma define quiénes somos, entonces nuestro 
ser es una construcción mental, una obra en progreso. La forma en la decidimos recordar 
–consciente o inconscientemente– determina en buena medida como afrontamos las situaciones
 presentes y como nos proyectamos hacia el futuro. El acto de almacenar información está 
influido por nuestras emociones y nuestros deseos; difícilmente es un acto de almacenamiento
 puro de información –por lo cual el estado mental en el que almacenamos en primera 
instancia pero también cada vez que recordamos y recreamos esa memoria influye en la 
“sustancia” misma de la información. Según Jonah Lehrer:
Aunque nos gusta pensar en nuestras memorias como impresiones inmutables, de 
alguna forma separadas del acto de recordarlas, en realidad no lo están. Una memoria es
 tan real como la última vez que la recordaste. Lo que es un poco perturbador es que no 
podemos más que pedir prestadas nuestras memorias de otros lugares, así que el 
anuncio de televisión que vimos se convierte en nuestro, parte de esa narrativa personal que
 repetimos y recontamos.
Lo que implica esto es que si acaso un hecho ocurrió de cierta forma, con una realidad 
objetiva, esta realidad está por siempre comprometida por la memoria humana que proyecta
 su propia naturaleza psíquica, que mezcla la información con el acto de observar y con todos
 su archivos (miedos, traumas, ensueños, etc.). De aquí que podamos decir que el pasado 
es una invención de la memoria, una trama elusiva que se vuelve a tejer con cada mirada en
 el espejo retrovisor (algo que puede explorarse a mayor profundidad viendo la interesantísima 
película Mr. Nobody, una reflección cuántica de la memoria y las líneas de tiempo que se
 bifurcan). Asimismo esto es una muestra de por qué algunas psiocterapias en las que un sujeto
 revive sus memorias pueden ser tan efectivas, porque efectivamente modifican lo vivido. Por 
ejemplo, en el sistema de Carlos Castaneda era fundamental realizar una recapitulación de todo lo
 vivido. Y de una manera menos esotérica, el poder que tiene la mirada de alguien que reflexiona 
sobre su vida después de haber logrado cierto entendimiento o que lo hace desde un estado de 
conciencia elevado: desde ese nodo, desde ese alto valle de conciencia, transforma su pasado 
un poco en cómo es él en ese momento. Desde esa claridad, desde esa apertura el pasado
 cobra una nueva luz.  
Todo esto es también altamente estimulante ya que nos permite redimirnos –y vindicarnos de la 
tiranía de la historia.  Tal vez no fuimos quienes quisieramos haber sido –y por lo tanto nuestra
 psique es un pesado bául (el pasado) que llevamos a todos lados (en el sentido freudiano de que
 la infancia y nuestra relación con nuestros padres es destino) quitándonos la mecha de
 agilidad del presente. Pero por suerte, como si fueramos el guionista de nuestra propia 
película, a la manera de Charlie Kaufman, podemos viajar en el tiempo y modificar lo que vivimos, 
o lo que es más importante cómo lo vivimos. También podemos saciar aquella nostalgia de 
lo que no fuimos (esa sed onírica tan característica de Pessoa), descubriendo que todo 
sucedió, que tomamos todos los caminos (en esa encrucijada supuestamente definitiva, 
sendero del estigma).  Saber que la forma en la miramos lo que sucedió, en la luz del recuerdo, 
determina cómo existe en nosotros lo sucedido nos habla de la posibilidad de refundar el
 mundo. Cada mirada reinventa la realidad y en cada momento podemos refrescarnos hasta 
el punto de renacer (al menos simbólicamente).
Twitter del autor: @alepholo