sábado, 23 de febrero de 2013

Intelecto emocional

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La búsqueda de la felicidad no se basa tanto en llegar a una meta como en disfrutar del 
camino que hacemos a lo largo de la vida en la consecución de nuestros objetivos. Disfrutar 
de lo bueno, maximizando sus beneficios, y saber afrontar lo malo para minimizar el daño que
 nos pueda hacer es, sin duda alguna, felicidad en estado puro.

Tal y como he dejado por escrito en algunos de los tweets de mi cuenta en twitter, un perro
 es feliz, salta, ladra y juega con su dueño únicamente cuando le ve aparecer con la comida 
y espera que se la entregue. Una vez ha empezado a comer, esa felicidad se disipa, 
se desvanece su alegría y simplemente degusta la recompensa. Se acabó su felicidad hasta 
que ve llegar de nuevo a su dueño.

El problema al que se enfrenta el ser humano en su búsqueda de la felicidad es que le 
cuesta mucho separar ese concepto, el de la felicidad, de algo puntual, tangible, definido. Por 
eso siempre pensamos que la felicidad tiene que ver con tener mucho dinero, tener un gran coche, comprar un piso... Nada más lejos de la realidad, la felicidad es más bien el modo en que enfrentamos ese camino, el modo en que disfrutamos del día a día. De hecho no es raro que no nos sintamos tan contentos cuando compramos algo para lo que hemos ahorrado mucho tiempo, es como si se desvaneciera la ilusión. Pasas meses pensando en conseguir algo, ahorras, haces horas extras en la empresa y cuando lo consigues... no pasa nada. De hecho piensas en otra cosa, en conseguir otra meta y comienza de nuevo el camino.

Si es tan importante el camino, el día a día, no debemos olvidar que  podemos facilitarnos la búsqueda de nuestra felicidad si elegimos nuestros compañeros de viaje, es casi lo único que podemos elegir. Todos sabemos de personas maleducadas, groseras, con tendencia al insulto, a la crítica arbitraria y no constructiva, quisquillosas... Esas personas son de un caracter hostil y altamente contagioso. 

Imaginemos al perro de antes, ve llegar a su dueño con la comida y comienza a saltar y a disfrutar; en ese momento aparece en la escena otro perro que le empieza a ladrar, muerde al dueño, en definitiva molesta al protagonista de nuestra historia. Lógicamente nuestro perro no está disfrutando de lo que más le gusta, del momento de anticipar su comida, del momento en que empieza a salivar y se pone nervioso pensando en lo que está a punto de degustar. Se enfada, ladra al otro perro y acaban peleándose. Lo realmente importante de la escena es que el perro recien llegado no pierde nada, no era su momento, no le importa que nuestro perro fuera a comer o si estaba disfrutando, simplemente se acercó ladrando y molestó. Nuestro perro es el que ha perdido su momento de felicidad.

A lo largo de nuestra vida vamos conociendo personas, con algunas mantenemos vínculos por la afinidad que tenemos con ellas en determinadas materias, mientras que con otras no tenemos relación alguna. En la vida personal, al margen de la familia, es fácil, yo decido con quien quedo y lo que hago. En el area profesional es distinto, todos hemos tenido compañeros "tóxicos". El problema es que estamos obligados a compartir espacio con ellos y no depende de nosotros que se mantengan a nuestro lado. 

Llegas a trabajar por la mañana contento, sin problemas, has dormido bien y has desayunado mejor, te han puesto tu canción favorita en la radio mientras conducias para llegar a la oficina. Todo ha  sido perfecto hasta que te encuentras, en tu oficina, con alguien que comienza a levantar la voz, criticar, insultar a terceros y eso, poco a poco, te va minando. Al cabo de un par de horas estás de mal humor y deseando salir de allí, odias a tu jefe, a tu familia y todo lo que te rodea.

Todos debemos hacer un esfuerzo para alejarnos de estas personas si queremos no acabar siendo gente tóxica. 

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