Todos estamos de
acuerdo: Necesitamos más
innovación, necesitamos que
las personas piensen de
manera creativa,
necesitamos personas
emprendedoras también dentro
de las organizaciones...
Y leemos una y otra vez que para
ello es fundamental cultivar una
cultura organizacional que entre
otras cosas promueva que
las personas vayan dando pasos
y asumiendo riesgos. Pero
¿qué significa realmente asumir
y tomar riesgos?
Los esfuerzos en innovación son peligrosos y pueden fallar por definición. El fracaso siempre escuece,
así es que si todavía no hemos descubierto la manera de soportar esos escozores es difícil que podamos
innovar sistemáticamente.
Parece interesante por tanto definir lo que es un fracaso inteligente. Todo el mundo en una organización
sabe lo que significa el éxito, aumento de los ingresos, satisfacción de los clientes, disminución de
costos, nuevos productos que funcionan en el mercado... pero es mucho más difícil encontrar organizaciones
en las que las personas conozcan lo que es un fracaso inteligente, es decir, el tipo de error que debe
ser felicitado.
Pueden ser proyectos pensados, planificados y trabajados que por alguna razón no funcionaron.
Algunas cuestiones que pueden ayudar a definir los fracasos inteligentes, para que las personas
entiendan claramente la manera correcta e incorrecta de fracasar:
.- ¿Qué directrices, enfoques o procesos caracterizan la asunción de riesgos inteligentes?
.- ¿Qué ejemplos claros podemos señalar, para demostrar los fallos inteligentes?
A continuación y en aras a la coherencia además de los éxitos hay que recompensar los fracasos
inteligentes. Este tipo de acciones envían un poderoso mensaje acerca del tipo de comportamiento
que promueve la organización.
La entrada se apoya en estas reflexiones de Doug Sundheim.
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