Cuando una persona es capaz de acometer tareas y resolver los asuntos con resultados positivos decimos que es eficaz. Lo que se entienda por resultados positivos variará en función de cada caso. Para un director general puede ser incrementar los beneficios y para el operario de una fábrica, producir más unidades en menos tiempo. Pero todos queremos gente eficaz en nuestras organizaciones.
¿Qué podemos hacer para ser eficaces? ¿Se puede ser eficaz con independencia de nuestro entorno? En el libro La casa de la eficacia, Pablo Maella, colaborador científico del IESE, analiza cómo sentar las bases de la productividad personal y organizacional a través de seis variables: responsabilidad, capacidad, automotivación, autogestión, gestión de la suerte y simplificación.
Los seis pilares
Responsabilidad. Es una condición necesaria pero no suficiente, ya que, si bien somos responsables de nuestras acciones, no lo somos totalmente de los resultados. Eso sí, de nosotros depende poner todos los medios para alcanzar buenos resultados y mostrarnos proactivos, pero sin caer en la "sobrerresponsabilidad", esto es, asumir como propias materias que en realidad no nos corresponden.
Capacidad. ¿Qué es más eficaz: mejorar los puntos débiles o potenciar los puntos fuertes de uno mismo? El autor opina que lo segundo. ¿Qué hubiera sucedido si un joven Beethoven hubiese abandonado la música, para la que tenía grandes aptitudes, por la literatura? Pues que posiblemente no habría destacado ni en un área ni en la otra.
Hay que buscar puestos de trabajo acordes con las capacidades de uno mismo y desarrollar en la medida de lo posible las necesarias para el puesto. Este desarrollo requiere conocerse y superarse, lo que a su vez implica acción frente a la reflexión, retarse, exigirse y aprender de los fracasos.
Automotivación. "La motivación la pongo yo", dice Pablo Maella en el tercer capítulo del libro. Pensemos en Ronaldinho, un jugador de enormes aptitudes que destacó rápidamente en el FC Barcelona, pero que en sus últimos años en el club perdió la motivación y bajó espectacularmente su rendimiento. Al final, el club tuvo que venderlo.
No hay que confundir automotivación con satisfacción: nadie ha demostrado que disfrutar en el trabajo garantice la eficacia. Cuando hablamos de automotivación hablamos más bien de:
- Dedicar los esfuerzos necesarios para alcanzar los resultados.
- Tratar de eliminar o minimizar los elementos de desmotivación que tengamos en nuestro trabajo.
- Intentar dar el máximo sentido a lo que hacemos.
- Adoptar una actitud positiva ante los acontecimientos.
- Mostrar ambición y ganas de retos.
- Ser tenaces y perseverantes para realizar aquello que pensamos que hay que hacer, aun no estando motivados.
- Se clarifican los objetivos de los profesionales.
- Se proporcionan los recursos necesarios para lograr los objetivos.
- Se facilita autonomía y capacidad de decisión para tratar de conseguir las metas.
Suerte. Existen una serie de elementos sobre los que apenas podemos incidir y que, sin embargo, condicionan los resultados. Es una gran paradoja: tenemos que actuar como si la suerte no existiera, pero al mismo tiempo ser muy conscientes de su incidencia. Hay que aprovechar la buena suerte y prever la gestión en caso de que la fortuna no nos sonría, sin quejarse ni lamentarse.
Simplificación. Simplificar significa centrarse en lo realmente importante, concentrarse en el presente, reaccionar ante los imprevistos aprovechando las oportunidades y, por último, aceptar la realidad, a los demás y a uno mismo.
La responsabilidad, la simplificación, la capacidad y la automotivación dependen básicamente de nosotros mismos, mientras que la autogestión está más en manos de los directivos, aunque podemos tratar de influir en ella.
Contra el victimismo y la perfecciónEl hecho de que haya cosas que nos afectan y que están fuera de nuestro control puede ser una invitación a quejarnos, pero instalarnos en el victimismo, por muy cargados de razón que estemos, no es eficaz. El lamento nos hace malgastar energías productivas y nos predispone a mostrar una actitud negativa.
Según algunas teorías, no ser felices en el trabajo también reduce la eficacia y nos hace sentir culpables por nuestra incapacidad para conseguir la satisfacción. Pero, como explica Maella, en realidad somos eficaces cuando hacemos bien aquello que tenemos que hacer para obtener resultados, no cuando lo realizamos con más o menos ganas. Disfrutar en el trabajo no garantiza la eficacia.
Otro de los temas que aborda el libro es el de las imperfecciones. Aunque todos tenemos debilidades, el autor señala que para ser eficaces no necesitamos ser perfectos. Es suficiente con que consigamos dar la mejor versión de nosotros mismos y que no perdamos las energías en tratar de ser lo que no somos.
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