La parte más primitiva de nuestro cerebro, el núcleo caudado o “cerebro reptiliano”, se enciende cuando estamos enamorados.
respuestas neurológicas en el cerebro son las
mismas que se encienden cuando alguien
está bajo la influencia de narcóticos duros. Es
por eso que desenamorarse duele tanto, y toma
tanto tiempo. Y aunque el amor en su forma más
pura sea mucho más que un coctel químico, los
estudios que revelan resultados cerebrales son
interesantes, y quizá hasta nos ayuden a entender
ciertos comportamientos que “se apoderan”
de nosotros cuando estamos en ese estado.
De acuerdo con Helen Fisher, de la Universidad
de Rutgers, quien ha pasado su vida investigando los efectos del amor en el cerebro, dos
sorprendentes áreas del cerebro se iluminan cuando este está concentrado en su objeto de
su afecto. La primera es parte de nuestro cerebro primitivo, reptiliano, que es el núcleo caudado.
También notó que áreas del cerebro asociadas con la creación de dopamina y
norepinefrina están muy activas cuando amamos a alguien. Químicos que se asocian
con el placer y la emoción.
Al respecto, Fisher ha comentado: “Con razón los amantes pueden platicar toda la noche
o caminar hasta el amanecer, escribir poesía extravagante y correos electrónicos tan
reveladores, cruzar continentes u océanos solo para abrazarse un fin de semana, cambiar
de trabajo o de estilo de vida, o incluso morir por el otro. Inundados en químicos que
confieren concentración, estámina y vigor, y guiados por el motivador motor de la mente,
los amantes sucumben a la urgencia del cortejo herculeano”.
El núcleo caudado, o cerebro reptiliano, que podría ser donde la primera flama del amor
se enciende, es considerado por muchos como el lugar que alberga al ego. Don Juan Matus
habló alguna vez sobre esta región del cerebro:
“Tenemos un predador que vino de las profundidades del cosmos y tomo las riendas de nuestras
vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El Predador es nuestro señor y nuestro
dueño. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestra protesta.
Si queremos actuar independientemente, nos demanda que no lo hagamos… Todo este
tiempo he estado evitando ir al grano, insinuando que algo nos tiene prisioneros. ¡Sí estamos
prisioneros!”
Esto podría ser análogo a, o hasta la causa de que cuando nos enamoramos
sentimos que le “pertenecemos” al otro.
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