der-kuss-or-the-kiss-by-gustav-klimt-pg-reproductionsEnamorarse es tremendamente adictivo. Las
 respuestas neurológicas en el cerebro son las
 mismas que se encienden cuando alguien 
está bajo la influencia de narcóticos duros. Es 
por eso que desenamorarse duele tanto, y toma 
tanto tiempo. Y aunque el amor en su forma más 
pura sea mucho más que un coctel químico, los 
estudios que revelan resultados cerebrales son 
interesantes, y quizá hasta nos ayuden a entender
 ciertos comportamientos que “se apoderan”
 de nosotros cuando estamos en ese estado.
De acuerdo con Helen Fisher, de la Universidad
de Rutgers, quien ha pasado su vida investigando los efectos del amor en el cerebro, dos 
sorprendentes áreas del cerebro se iluminan cuando este está concentrado en su objeto de
 su afecto. La primera es parte de nuestro cerebro primitivo, reptiliano, que es el núcleo caudado.
 También notó que áreas del cerebro asociadas con la creación de dopamina y
 norepinefrina están muy activas cuando amamos a alguien. Químicos que se asocian
 con el placer y la emoción.
Al respecto, Fisher ha comentado: “Con razón los amantes pueden platicar toda la noche
 o caminar hasta el amanecer, escribir poesía extravagante y correos electrónicos tan 
reveladores, cruzar continentes u océanos solo para abrazarse un fin de semana, cambiar 
de trabajo o de estilo de vida, o incluso morir por el otro. Inundados en químicos que
 confieren concentración, estámina y vigor, y guiados por el motivador motor de la mente,
 los amantes sucumben a la urgencia del cortejo herculeano”.
El núcleo caudado, o cerebro reptiliano, que podría ser donde la primera flama del amor 
se enciende, es considerado por muchos como el lugar que alberga al ego. Don Juan Matus 
habló alguna vez sobre esta región del cerebro:
“Tenemos un predador que vino de las profundidades del cosmos y tomo las riendas de nuestras
 vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El Predador es nuestro señor y nuestro
 dueño. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos protestar, suprime nuestra protesta.
 Si queremos actuar independientemente, nos demanda que no lo hagamos… Todo este 
tiempo he estado evitando ir al grano, insinuando que algo nos tiene prisioneros. ¡Sí estamos 
prisioneros!”
Esto podría ser análogo a, o hasta la causa de que cuando nos enamoramos
sentimos que le “pertenecemos” al otro.