http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-11-28/que-nos-hace-felices-de-hacer-el-amor-se-cansa-uno-el-deseo-de-saber-es-inagotable_59745/
Sabedor de que el hombre propone y la realidad dispone, Jesús Mosterín(Bilbao, 1941) defiende conceptos fuertes como la consistencia, la objetividad y la racionalidad, pero también es consciente de que toda nuestra arquitectura conceptual es revisable, que lo que sabemos hoy puede ser distinto mañana. Catedrático de Lógica y Filosofía de la ciencia en la Universidad de Barcelona y profesor de investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC es uno de los pensadores más respetados en lo que se refiere a la interrelación entre el análisis teórico y la acción práctica. Acaba de publicar Ciencia, filosofía y racionalidad (Gedisa) y ha hablado con El confidencial acerca de cómo el pensamiento y la verdad se enfrentan en nuestra vida cotidiana.
En el lenguaje coloquial reciente, existe una visión según la cual la ciencia es muy fiable, porque produce enunciados comprobables empíricamente, mientras que la filosofía es palabrería, ideas que no tienen demasiada correspondencia con la realidad.
La palabra filosofía tiene un significado bastante difuso, y se suele utilizar para designar cosas muy diferentes. Suelo hacer una distinción entre lo que es la gran filosofía y la pequeña filosofía. La grande, que es la de los clásicos, siempre ha estado muy unida a la ciencia. Suelo decir que si Aristótelesquisiera dar clase en una facultad hoy no se sabría dónde colocarlo porque casi escribió más sobre animales que sobre el resto de temáticas. Si vamos a la edad moderna, Kant fue el inventor de la geometría analítica y Leibniz fue matemático, físico e ingeniero de minas, inventaba aparatos para bajar a las galerías. En el siglo XX también hubo grandes filósofos muy cercanos a la ciencia, como Bertrand Russell. De hecho, los personajes más citados en los libros de filosofía de nuestra era no son filósofos, sino dos científicos, Darwiny Einstein, quienes también tenían ideas muy interesantes más allá de sus campos de investigación.
La seguridad absoluta sólo existe en las matemáticas. Si Pitágoras demostró algo hace 3000 años, eso sigue siendo cierto y lo será siempre
En realidad, lo que los griegos contraponían no era conocimiento filosófico y conocimiento científico, sino el saber sólido y seguro, por un lado, y lo que llamaban doxa, o mera opinión no contrastada, por otro. Hoy hay un pensamiento blandengue que cree que una opinión vale tanto como otra, y que si se dice que dos y dos son cinco y otro afirma que dos y dos son tres, pues no vamos a frustrar a ninguno y que en lugar de buscar la verdad busca la caridad. La palabra filosofía también se ha utilizado para designar juegos de palabras, típicos de los pensadores recientes, que producen obras que no hay quien entienda. A todo eso le llamo la pequeña filosofía.
Pero ese mal también aqueja a la ciencia. Esos juegos de palabras o esos juegos matemáticos también están presentes, por ejemplo, en una física que más parece metafísica.
La ausencia de la filosofía se nota, y más aún en tanto se ha convertido en mera palabrería que no interesa a nadie
No podemos creer todo lo que digan los científicos, porque dicen tantas tonterías como los no científicos. Si eres especialista sobre la dentadura de los mamíferos probablemente digas algo sensato sobre eso, pero no sobre otras cosas. Cuando se establecía la diferencia entre ciencia fiable y contrastable y no ciencia o doxa, se hacía para diferenciarla de la metafísica, el psicoanálisis y el marxismo. Pero es verdad que muchos campos de la física teórica actual, como la teoría de las supercuerdas o la de los universos paralelos, son matemáticamente sofisticados pero no tocan a la realidad por ningún lado. Son grandes edificios intelectuales, realizados por gente muy inteligente, pero que no han logrado predecir nada que no se supiese de antemano. No diría, sin embargo que son juegos de palabras, pero sí que forman parte de la matemática pura, modelos que se desarrollan con la esperanza de que en algún día toquen tierra.
Sin embargo, cada vez se tiene más confianza en las matemáticas, se promueven más, como un ámbito que nos proporcionará todas las respuestas. El problema de los modelos actuales suele ser su seguridad absoluta en las respuestas que proporciona.
La seguridad absoluta sólo existe en el mundo de las matemáticas. Todas las hipótesis científicas desarrolladas desde la antigüedad han ido fallando, salvo en las matemáticas. Si Pitágoras probó algo hace 3000 años, eso sigue siendo cierto hoy. Las pruebas matemáticas son para siempre, y nunca en el futuro serán refutadas porque su única regla es la consistencia. En la física, cuando hablas del espacio, tienes que intentar decir cómo es el espacio real, pero en las matemáticas no: puedes ser el padre en el día de la creación. Por eso decía Einstein que si las matemáticas son ciertas no se refieren a la realidad y si se refieren a la realidad no son ciertas.
Hoy estudian filosofía los que no son admitidos en otras facultades
Hay muchas partes de la física teórica que son ejercicios de matemática pura, que no se refieren a nada o que no sabemos a qué se refieren. Las matemáticas están entre la ciencia y el arte, son una creencia pura del espíritu, mientras que la ciencia empírica surge de tratar de comparar lo que está en la cabeza con la realidad.
Pero hay quienes creen que las matemáticas se corresponden plenamente con la realidad. Ocurre con determinados algoritmos. Modelos de predicción matemáticos en manos de grandes inversores han causado graves problemas a nuestra sociedad, como la crisis financiera, precisamente porque creyeron que eran plenamente fiables.
El mejor inversor es Warren Buffet y él siempre dice que su política es no invertir nunca en lo que no entiende. Si piensas en tu propia salud, verás un ejemplo muy claro. Mientras dormimos, en un instante en que no somos conscientes, hay un montón de mecanismos que se rigen por una serie de algoritmos, que mantienen un nivel uniforme de azúcar en sangre, o que operan sobre nuestros niveles de oxígeno. Todo esto lo hacemos de forma inconsciente, con nuestro cuerpo en piloto automático, pero eso no significa que vayamos a tomar así las decisiones importantes, sino que nos paramos a pensarlas. Pues igual debería ocurrir con las inversiones, como con el resto de los asuntos. Las matemáticas nos ayudan pero por sí mismas no deciden nada. Son un instrumento que nos ayuda a precisar las nociones….
Jesús Mosteserín, a la izquierda, junto a los naturalistas Hugo van Lawick y Félix Rodríguez de la Fuente, en 1969.
Asegura usted en Ciencia, filosofía y racionalidad que la filosofía contemporánea no nos ofrece una concepción de la buena vida que tenga un vigor y una audacia comparables a las que nos sugerían los griegos o los hindúes.
Sí, y a esa concepción de la buena vida le llamaban sabiduría. Con esto de la crisis económica también se ha dado cierto desasosiego proveniente de eso que han llamado pomposamente crisis de los valores. Hasta ahora, teníamos ideologías y religiones que le decían a la gente cómo tenía que vivir. Pero ahora nadie empuja el carro: las religiones y la ideología están desacreditadas y la filosofía tampoco dice nada. Su ausencia se nota, y más aún en la medida en que muchas de sus expresiones actuales se han convertido en mera palabrería que no interesa a nadie.
Parte de la física actua es un gran edificio intelectual, realizado por gente muy inteligente, pero que no han logrado predecir nada que no supiéramos
De hecho, para ingresar en las facultades más exigentes exigen una nota elevada, mientras que para acceder a filosofía basta con un cinco. ¿Por qué? Porque los que van a filosofía son los que no son admitidos en otros sitios. Y luego se produce ese fenómeno social, el de ese gran número de taxistas y camareros que son licenciados en filosofía. De modo que tenemos mil veces más filósofos de los que había en la época clásica, pero eso no nos lleva a producir más filosofía.
Afirma en el libro que la filosofía nos libera de la ignorancia, de los prejuicios, de las preocupaciones minúsculas, de los temores infundados y de los afanes vacíos. ¿Pero basta con esa tarea negativa que permite derribar las barreras que nos encontramos?
No. Si compras una casa nueva y hay muebles tendrás que vaciarla. Pero una vez hecha esa tarea, habrás de colocar el mobiliario que te gusta. Si tenemos las cabezas llenas de telarañas, tendremos que limpiarlas, para después habremos de llenarla de nuevo. Una de las peculiaridades de la especie humana, es que hacemos un mapeo de nuestro entorno cercano, y luego lo vamos ampliando. A eso lo llamamos curiosidad o ansia de saber, lo que se manifiesta de muchos modos, cotilleo incluido.
Pero una vez que esa curiosidad comienza a crecer, acabamos construyendo una especie de mapas mentales de la realidad, que son cada vez más amplios. Y eso es lo que metemos en nuestras cabezas. Pero esas representaciones tienen que volver a salir a la realidad y ver cómo encajan en ella. Nosotros podemos tener la idea de la estrella de cincos puntas en la cabeza y luego la encontramos fuera, en forma de galleta, por ejemplo. Pero no siempre funciona así, por lo que estamos obligados a poner a prueba nuestras ideas, y a hacer limpia cuando no tengan correspondencia con la realidad. Nuestra vida intelectual es un proceso dinámico, y si lo hacemos bien, a lo más que podemos aspirar en un momento dado es a optimizar la representación del mundo en función de las experiencias que hemos tenido. Por eso todos los mapas hay que relativizarlos, hasta que encontremos otros más adecuados.
Pero ya que hablábamos de la buena vida, esto me parece esencial. Sin buena salud es muy difícil ser feliz, al igual que es imprescindible tener el dinero necesario para mantenerte, pero una vez que tenemos cubiertas estas cosas lo felices que seamos depende de las actividades que tengamos. Todo cansa, también el hacer el amor. Siempre llega un momento en el que ya tienes bastante, pero no ocurre lo mismo con el conocimiento y el deseo de saber. No hay nada que produzca tanto placer y que no canse. Es una fuente ilimitada de satisfacción.