El pasado 1 de diciembre respondí a una entrevista realizada a través del correo electrónico por Júlia Vernet, alumna de segundo curso de bachillerato en el IES Jaume Salvador i Pedrol de Sant Joan Despí (Barcelona). El motivo de la entrevista fue la elaboración de un trabajo de investigación que los alumnos catalanes deben presentar antes de finalizar su bachillerato, siendo el tema escogido por Júlia el de la relación entre el cuerpo y la mente. Su tutora del trabajo ha sido Carme Alfaro, profesora de filosofía y escritora. Las otras personas entrevistadas han sido Antoni Prevosti, profesor titular de Filosofía de la naturaleza en la Universitat de Barcelona, Xavier Navarro, neurólogo clínico y profesor de Fisiología en la Universitat Autònoma de Barcelona, Josefina Prieto, educadora en Meditación Acem, Miquel Sunyer, Ingeniero técnico de telecomunicaciones y galardonado nadador de larga distancia en aguas abiertas con el GEIG, y Julie Berroneau, bailarina de danza contemporánea y maestra de baile. Todas estas entrevistas constituyen la parte práctica del trabajo de Júlia y tienen por objeto profundizar en el conocimiento de la relación entre el cuerpo y la mente por lo que respecta a la práctica de determinadas actividades profesionales, así como en la manera en que se gestionan las emociones y se supera el estrés en el curso de esas mismas actividades.
En lo que a mí respecta, la elección se debe al hecho de haber ideado el blog de neurodidáctica escuelaconcerebro.org, en el que desempeño la función de coordinador y editor. Con mis respuestas he tratado de manifestar mi manera de entender la filosofía como un género de vida, así como la neurodidáctica como una nueva oportunidad para mejorar la educación. Si me he decidido a publicar esta entrevista en el blog es porque puede aportar algunas opiniones que permitan entender mejor nuestro proyecto. El original del trabajo de Júlia está redactado en catalán. La traducción al castellano la he realizado yo mismo para facilitar su lectura a todos nuestros suscriptores de fuera de Catalunya.
¿Qué es la neurofilosofía? ¿Cuál es su función? ¿Cuáles son las preguntas que plantea? ¿Y cuáles son sus respuestas?
La neurofilosofía es una nueva disciplina filosófica que nace de la ciencia del cerebro y por tanto forma parte de las neurociencias. Los temas y problemas que estudia son los mismos que los de la filosofía. Lo que cambia es el soporte de sus argumentaciones. La neurofilosofía se basa en los procesos cognitivos y en las bases genéticas que estudia la neurociencia. Así, por ejemplo, si el objeto de estudio es el comportamiento ético, se parte de los conocimientos experimentales obtenidos en las investigaciones sobre el cerebro que tratan de explicar tal comportamiento. Sobre esta base se extraen conclusiones, se revisan críticamente los argumentos de la tradición filosófica y se proponen nuevas ideas o nuevos enfoques. El libro titulado Neuroética de Kathinka Evers sirve de testimonio de lo aquí apuntado.
Conviene diferenciar esta disciplina de la Filosofía de la mente así como de la Teoría de la mente. La primera aparece ya desde los inicios de la filosofía, con un filósofo presocrático llamado Alcmeón, que se adscribe a la tradición pitagórica. Su objeto de estudio es la naturaleza y el origen de la mente, y en particular de la conciencia. En cambio, la segunda tiene por objeto de estudio nuestro cerebro social (creencias, deseos e intenciones) así como las inferencias sobre nuestras vivencias sociales. La Teoría de la mente está realizando una contribución fundamental a la comprensión de fenómenos como el Autismo.
¿Por qué tenemos necesidad de juicios morales? ¿Qué relación tienen con las opiniones? ¿Puerden las neurociencias darnos una explicación sobre su origen y naturaleza?
Las neurociencias han demostrado experimentalmente que el comportamiento moral y las normas sociales son innatas, al menos en sus principios básicos. Basta leer algunos títulos de libros de los más importantes neurocientíficos para asentirlo, como La mente moral de Marc Hauser o El cerebro social y El cerebro ético de Michael Gazzaniga. Esto no debería extrañarnos en absoluto, porque de los contrario no serían posibles fenómenos culturales como el diálogo interreligioso o el acuerdo internacional sobre los derechos universales.
Simplificando mucho, la moral es un código de normas de conducta como seres sociales que somos, por lo tanto es lo que hacemos o decidimos en nuestra relación con los demás, mientras que la ética es un conjunto de principios que orientan nuesta conducta moral y forman nuestro carácter a lo largo de la vida. Existe por consiguiente una interrelación que conlleva su mutua modificación. Ahora sabemos gracias a las neurociencias, lo que hasta hace poco no era más que una creencia, que existen unos principios universales que orientan nuestra conducta, así como que existen unos patrones de comportamiento también universales. Así, por ejemplo, antes creíamos que la resolución de un dilema moral respondía al ejercicio de nuestra libertad o a una deliberada voluntad. Pero ahora sabemos que responde a dos situaciones: el cálculo racional utilitarista o la inclinación motivada por una implicación afectiva. La primera situación se produce en la corteza prefrontal, la sede de las funciones cognitivas superiores, mientras que la segunda situación se produce en la amígdala cerebral, la sede de las emociones básicas, como el miedo o el apego afectivo. Ahora bien. Lo que también sabemos es que el cerebro sólo nos predispone a una determinada toma de decisiones o a un determinado comportamiento. La acción final está influida por nuestras relaciones sociales, la cultura, el lenguaje y el aprendizaje. En consecuencia los principios éticos que finalmente adoptemos y las normas morales que finalmente realicemos dependen de nuestro desarrollo psicológico en un determinado contexto social. De ahí la importancia de la educación, primero en la familia y después en la escuela.
¿Cuál es su opinión sobre la inteligencia artificial?
Los últimos estudios en Filosofía de la mente, como los de Roger Penrose, concluyen que la única ventaja de un ordenador sobre un cerebro es la memoria, pues la capacidad de almacenamiento de información de un ordenador es prácticamente infinita. Sin embargo, el cerebro sigue teniendo la ventaja de la velocidad de procesamiento de la información. Tal vez en los próximos 20 años, con los llamados ordenadores cuánticos, esta ventaja se equipare. Pero hay otra diferencia que incluso desde la teoría cuántica parece insalvable, el sistema lógico. Nuestro cerebro está organizado de tal forma que las emociones están implicadas en el razonamiento. Dicho de otro modo, la lógica de la razón subsume la lógica del corazón, quedando radicalmente influida por ella. Esto hace del cerebro humano un órgano único, por lo que ningún ordenador lo puede superar o reemplazar, como mucho emular.
¿Cuáles son los límites morales de la ciencia, en particular de la neurología? ¿Se respetan? (¿Es la neurofilosofía la que fija esos límites?)
La ética sigue siendo la disciplina filosófica que tiene como función establecer criterios normativos, esto es, determinar el deber ser. Hay que tratar de evitar la moda de lo “neuro” y aplicarlo indiscriminadamente a todo. Desde la perspectiva ética los filósofos tienen el deber de llamar la atención a los científicos sobre aquellas investigaciones que puedan causar daño a las personas, apelando a su responsabilidad moral. En este punto, nada ha cambiado por lo que toca a una de las funciones tradicionales de la filosofía.
¿Cree que se podría hacer una simulación del cerebro que vaya más allá de los inputs ioutputs? Si esto es posible representaría un avance en el conocimiento de la relación cuerpo-mente, ¿pero cree que se podrá llegar a descifrar esta relación por completo? ¿Qué implicaciones tendría este conocimiento?
Todavía hay mucha especulación en relación al funcionamiento del cerebro, si bien es cierto que en los últimos 20 años se han hecho avances revolucionarios. Una cosa que sabemos, pero que ya el genial David Hume anticipó (uno de los pocos filósofos que leen los neurocientíficos hoy en día), es que todo lo que sabemos de la realidad son creencias, unas predicciones acerca de lo que experimentamos o vamos a experimentar, y a través de ellas tomamos decisiones. Así que o bien vivimos recluidos en nuestra conciencia (solipsismo), tal como postuló Descartes, o bien vivimos en un juego de ficciones (perspectivismo), tal como postuló Nietzsche.
Hoy en día existen dos líneas de investigación que en las próximas décadas nos informarán sobre el funcionamiento del cerebro. Una es la de los integrantes de la comunidad de la inteligencia artificial que creen que podrán construir un ordenador que simule el cerebro humano. El proyecto que dirige Henry Markran va en esta dirección. La otra línea es la de los integrantes de la comunidad de la física cuántica, que creen que podrán describir la mente como un dispositivo cuántico. El equipo liderado por Roger Penrose trabaja en esta dirección.
¿Se inclina por la belleza de la naturaleza y la fascinación de entenderla o más bien le produce temor?
A esta pregunta ya respondió Kant con su distinción entre el juicio estético de la belleza y de lo sublime, y por mi parte te confieso que me tienta más lo segundo. En todo caso, el miedo es una emoción natural ante el peligro, y las ciencias, como todas las actividades humanas, pueden conllevar peligros. Sólo hay que pensar en la energía nuclear. Frente a las promesas de las ciencias no tengo miedo sino un lúcido escepticismo. Otra cosa es cuando se producen abusos. Entonces hay que ejercer nuestros derechos como ciudadanos.
Lo que sí es preocupante es la desconexión entre la comunidad científica y la ciudadanía. Falta una deliberación pública sobre aquellos programas de investigación que pueden alterar la naturaleza humana y ser fuente de nuevas desigualdades, como los que se realizan en el campo de la medicina genética o de la agricultura transgénica. La ciencia no debería estar únicamente en manos de los gobiernos y de las grandes multinacionales. Pero para hacer partícipes a la ciudadanía debería fomentarse en las escuelas el estudio crítico de la cultura científica, algo que no se quiere hacer, y como botón de muestra la recientemente aprobada LOMCE que suprime la asignatura de Ciencias del Mundo Contemporáneo y restringe todavía más la presencia de la Filosofía en el Bachillerato y llega a suprimirla del todo en la ESO con la desparación de la asignatura de Ética. La ciencia, a pesar de sus pretensiones de objetividad y neutralidad, es también ideología. Y si no se desenmascaran sus fines bastardos, entonces no es sólo un medio de progreso material y técnico, sino también un instrumento de poder que impide la emancipación del ser humano.
¿Por qué escogió esta disciplina? ¿Qué es lo que más le atraía de ella? ¿Qué papel cree que puede tener en nuestra cultura? ¿Qué papel tiene en su vida? ¿Cómo le han influido los conocimientos adquiridos en el curso del tiempo?
Supongo que te refieres a mi apuesta por la Neurodidáctica. Hasta hace sólo 2 años no había escrito una sola línea sobre pedagogía. Llevo más de 25 años como profesor de Secundaria pero nunca me había interesado como tema de reflexión o estudio la educación. La enseñanza era algo que hacía por vocación y dadas mis circunstancias no problematizaba. Pero hace cosa de 2 años, cuando en el centro privado concertado en el que trabajo percibí el principio del fin de su proyecto pedagógico por las decisiones que estaba tomando la titularidad, comencé a pensar qué podía hacer. Lo que hasta la fecha había leído sobre pedagogía no pasaba en la mayoría de casos de simples ocurrencias o testimonios personales, o bien presentaba muchas insuficiencias desde el punto de vista del conocimiento experimental. Fue entonces cuando sentí la necesidad de encontrar evidencias empíricas. La educación siempre se había visto como un arte. Pero si quería aportar unas ideas suficientemente convincentes para los miembros de mi comunidad educativa para mejorar la educación y la viabilidad del centro, entonces tenía que basarme en la experiencia y no sólo en expectativas, sobre todo cuando yo no era ninguna autoridad. De ahí mi interés por la Neurodidáctica porque me permitía una aproximación crítica a la educación desde la experiencia. Cuando descubrí esta nueva disciplina propuse a algunos profesores del centro donde trabajo que participaran en un proyecto de autoaprendizaje que en estas fechas cumple ya 2 años. Para nuestra sorpresa ha sido reconocido como un blog de referencia en pedagogía (35webs.com), ocupa las primeras posiciones en las búsquedas en internet sobre neurociencia y educación (Google), y ha entrado en la lista de los 1000 blogs de mayor impacto en el mundo (ClustrMaps), llegando a estar entre los primeros 300. En dos años hemos alcanzado más de 340.000 visitas, unos 6.000 suscriptores y una comunidad de 5000 amistades en Facebook, el máximo permitido para particulares. Cabe destacar aquí el artículo “Inteligencias múltiples en el aula” de Jesús Guillén, con quien comparto la administración del blog, que ya ha superado las 25.000 visitas.
Pero mi objetivo inicial no se ha cumplido. Lejos de informar con los estudios que hemos ido publicando en el blog escuelaconcerebro.org la pedagogía del centro, hemos sido silenciados y en mi caso particular presionado para dejar el centro. No obstante, mi circunstancia biográfica no afecta a mi percepción de la Neurodidáctica. Como ya han señalado voces autorizadas, como el neurocientífico Francisco Mora, autor de un libro titulado Neuroeducación, el futuro de la educación pasará necesariamente por el conocimiento del funcionamiento del cerebro porque en las escuelas no se puede seguir obviando que el cerebro es el órgano del aprendizaje y de la conducta.
¿Qué piensa de las teorías filosóficas existentes sobre la relación cuerpo-mente? ¿Defiende alguna en particular?
Una de las aportaciones más importantes de las neurociencias ha sido el descubrimiento del papel de las emociones en todas las actividades racionales y conscientes del ser humano, así como la constatación que la mente y en particular la consciencia es una función del cerebro, en concreto de la red neuronal. Por consiguiente tenemos que replantearnos viejas dicotomías como mente-materia, emoción-razón, instintos-cultura, etc. Tenemos que abandonar ya los esquemas binarios del pensamiento dualista que han dominado el pensamiento occidental.
¿Qué piensa de la libertad y del alma? (En el caso que sea indeterminista, ¿qué objeciones tiene a la perspectiva determinista?)
Hoy en día tenemos evidencias empíricas de la existencia del inconsciente gracias al descubrimiento de los “marcadores somáticos” por parte de Antonio Damasio, expuesto en su libro El error de Descartes, así como del condicionamiento emocional de la inteligencia ejecutiva gracias al descubrimiento de las funciones de la amígdala cerebral por parte de Joseph Ledoux, expuesto en su libro El cerebro emocional. Estos descubrimientos nos llevan a cuestionar conceptos tradicionales como el del libre albedrío y el de responsabilidad moral, tal como plantea Michael Gazzaniga en sus últimos libros, en particular el titulado ¿Quién manda aquí? De todos modos, nuestra interacción con el medio social y nuestra plasticidad cerebral nos permite un cierto grado de libertad. En cambio, no tenemos ningún indicio racional de la existencia de la identidad personal como algo diferente a la red neuronal. Del alma como entidad metafísica e inmortal sólo podemos hablar desde la experiencia religiosa, tan legítima como la científica mientras no pretenda imponer su pretensión de verdad y negar el escepticismo que caracteriza el espíritu científico.
¿Cuál cree que es la posición mayoritaria dentro de nuestra sociedad respecto a la cuestión de la relación cuerpo-mente? ¿Considera que el contexto histórico, social o educativo influye en esa posición?
Para que disciplinas como la Ciencia Política, el Derecho, la Economía o la Pedagogía asuman estos descubrimientos hace falta incorporar en la formación de sus respectivos profesionales las neurociencias, algo que en la actualidad no se hace. Pero la fuerza de las evidencias hará que se acabe imponiendo. Será entonces cuando todo este nuevo conocimiento se generalizará en el conjunto de la sociedad y operará un cambio de mentalidad. Pero todavía tendremos que esperar varias décadas, sobre todo por los intereses corporativos e ideológicos que hay en juego. Sólo hay que pensar en la reacción de una institución como la Iglesia ante la posibilidad de quedarse sin la idea de alma como una substancia trascendente, inmaterial e inmortal. ¿Cuántos creyentes conservarían su fe a sabiendas que son seres mortales sin posibilidad alguna de aspirar a la eternidad, salvo a través de la gloria de las obras culturales o de las huellas de su amor entre los mortales?
¿Qué piensa del estrés? ¿Qué papel cree que tiene en la sociedad occidental? ¿Y más concretamente en los jóvenes y en su educación?
El estrés es un tipo de comportamiento inducido ya sea por algunas emociones básicas como el miedo ante situaciones de amenaza o peligro ya sea por la inhibición en la satisfacción de algunas necesidades vitales por las circunstancias del medio o la presión que ejerce sobre el individuo la sociedad. Para entenderlo basta el ejemplo de la deshidratación, un problema común en las escuelas. Si durante un examen te falta tiempo para responder a todas las preguntas no saldrás del aula para ir a beber, o bien te quedarás con las ganas de hacerlo si el profesor te niega el permiso para salir del aula para beber. En esta situación se producirá un aumento considerable de los corticoides y de la ACTH, dos hormonas relacionadas con el estrés, que producirá –conviene subrayar aquí– un debilitamiento de las funciones cognitivas y afectará negativamente al resultado del examen, lo que causará un nuevo episodio de estrés.
Este ejemplo lo podemos generalizar a muchos otros comportamientos, lo que nos lleva a la conclusión que vivimos en entornos sociales cargados de violencia real o simbólica que impiden la satisfacción de nuestras necesidades vitales o bien producen amenazas o peligros. Si nos preguntamos por qué pasa ésto, la respuesta es simple: es un poderoso mecanismo de control social, así como de su legitimación por parte del poder de las autoridades. Sólo hay que pensar en el atentado de las Torres Gemelas de New York y en la gestión del estrés que hizo la Administración norteamericana, que le permitió desencadenar una política antiterrorista que vulneró derechos civiles y acuerdos internacionales.
Podríamos llegar a decir que los niveles de estrés de una población son un buen indicador de la cultura de paz, de la justicia social y de la felicidad de una sociedad, en una relación inversamente proporcional. Si como dice la OMS, la depresión será una pandemia en los próximos años, y esta enfermedad mental tiene en el estrés una de sus principales causas, entonces está claro que algo no funciona en nuestra vida social. La búsqueda de alternativas a nuestro sistema social dominante no es sólo una legítima opción que tenemos como ciudadanos sino que es un medio de procurar nuestro bienestar y garantizar la salud y la vida. En relación a esto último conviene recordar aquí la categoría “biopolítica” introducida por algunos filósofos comtemporáneos como Foucault.
¿En su opinión cuál es la razón por la que hay tantos libros de autoayuda? ¿Los lee usted? (En el caso que los lea, ¿qué le parecen?). Puede el conocimiento científico (en particular el referente a la relación cuerpo-mente) desarrollar un papel semejante al de los libros de autoayuda?
El mercado capitalista convierte en negocio cualquier necesidad, y cuando las que son vitales ya están satisfechas o bien no generan suficientes beneficios, entonces se crean necesidades artificiales. Por otra parte, las personas no son educadas en el autoconocimiento y la autonomía, sino en la dependencia a figuras de autoridad o expertos. Si combinamos estas dos circunstancias no es difícil entender por qué hay tantos libros de autoayuda.
No obstante existe un fenómeno más significativo, la falta de puentes entre la comunidad científica y la población en general. No vivimos una cultura científica, sólo somos el público objeto de los avances tecnológicos. En este sentido, la introducción de las TIC en las escuelas tiene la perversa finalidad de moldear futuros consumidores, porque no está probado que sean la mejor forma de aprendizaje, y mucho menos que tenga que ser la única forma de aprendizaje. En relación a lo que aquí argumento, sólo hay que ver el número y la calidad de los programas de TV dedicados a la difusión de la cultura científica, y lo que es más importante a la formación del espíritu científico. Brillan por su ausencia. Sí que hay muchos documentales y reportajes, pero se limitan a presentar una información que recibe pasivamente el espectador. Hay información pero no comunicación, que exige la participación del destinatario de la información. Y además se emite tal volumen de información que colapsa nuestra inteligencia y sentido crítico. Para botón de muestra pensemos en Internet.
Así pues, falta una adecuada divulgación científica que llegue al conjunto de la sociedad y de forma que fomente en cada uno de nosotros la construcción de los criterios que necesitamos para la vida buena. Habrá quien diga que la gente no quiere esto. Pero existen iniciativas que desmienten este juicio. Recuerdo el programa de TV Cosmos de Carl Sagan, emitido en los años 80, que tuvo en todo el mundo más de 100 millones de espectadores y que contribuyó a generar una conciencia planetaria y a familiarizarse con el materialismo científico, desplazando viejas y falsas creencias. En este punto, todavía queda mucho por hacer.
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