He estado leyendo uno de los mejores libros del año, La sonrisa de Mandela, del gran John Carlin. Es “un retrato íntimo del hombre que inspiró al mundo”. El mayor líder de nuestra época, contado por uno e los mejores periodistas y escritores que conozco.
Carlin estudió Lengua y Literatura inglesa en Oxford (es un apasionado de Shakespeare), empezó su carrera como periodista en 1981 y entre 1989 y 1995 fue corresponsal de The Independent. Fue el primer extranjero en poder entrevistar al Presidente Mandela. “No puedo presumir de llamarlo amigo, pero sí sin asomo de duda que él sabía perfectamente quién era yo y que había leído la mayor parte de mis escritos, cosa que me llena de orgullo”, escribe John en el prólogo.
Estoy con el autor en que Mandela, tanto en lo moral como en lo político, es la figura más destacada de nuestra era. “Gracias a él me marché de Sudáfrica convencido de que un liderazgo noble e inteligente no había desaparecido definitivamente del catálogo de las potencialidades humanas”.
John Carlin describe su primera entrevista con Mandela ya en el poder (76 años, un porte impresionante, elegancia y naturalidad, tan majestuoso como accesible). “Su papel iba a ser más el de un monarca unificador que el de un administración práctico”. Nos habla del primer día tras salir de prisión (que fue un fiasco, porque se retrasó todo y leyó un discurso preparado), de la primera rueda de prensa, de 40 minutos (“fue un ejercicio de seducción de principio a fin”), de Winnie Mandela (Nelson y Cleopatra), cómo cautivó a los negros y a los blancos extremistas (los “bitter-enders”), cómo fue un héroe hasta para sus colaboradores directos, cómo hizo llorar a todos con el Mundial de rugby, y su principal cualidad (según Desmond Tutu, la magnanimidad).
Los ingredientes para que nadie, ni siquiera la reina de Inglaterra ni el presidente de Estados Unidos, pudiera resistirse a sus encantos, son, a juicio de Carlin, estos cuatro:
- Siempre se presentaba como un hombre de una integridad inquebrantable y nunca traicionaba esa impresión inicial.
- Mandela trataba a todo el mundo con respeto.
- Tenía carisma (más bien presencia), porque infundía respeto y admiración.
- Poseía una extraordinaria empatía.
“Un líder de verdad es alguien que nos ayuda a superar las limitaciones de nuestra pereza individual y nuestro egoísmo y debilidad y miedo y lograr que hagamos cosas mejores, y más difíciles que las que podemos hacer por nosotros mismos” (David Foster Wallace, citado por Carlin, op. cit.).
El autor ha aprendido de él cuál es el mejor de los valores humanos: la generosidad (la gran cualidad del Talentismo). “Mi hijo único se llama James Nelson en honor a mi padre y a Mandela, y desde que aprendió a hablar he intentado enseñarle que lo más importante en la vida es ser generoso”. Y que se puede ser al mismo tiempo un gran político y una gran persona.
¡Qué gran libro! Cómpralo, léelo, estúdialo, aprende del Liderazgo de Mandela (apliquémoslo a nuestra propia vida, como legado) y regálalo a la gente que quieres. Mi profunda gratitud a dos grandes: Nelson Mandela por su conducta y John Carlin por contárnosla.
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