A comienzos de agosto de 1966, Gabriel Garía Márquez acompañó a Mercedes su esposa, a la Oficina de Correos, para enviar a Buenos Aires el manuscrito terminado de Cien Años de Soledad. Parecían dos sobrevivientes de una catástrofe. El paquete contenía 492 páginas mecanografiadas, por lo que el encargado de correos debía cobrarles ochenta y dos pesos. Ellos posesían sólo cincuenta pesos, por lo que el mismo Gabo fue quitando hojas al libro, como si fueran fetas de un jamón, hasta completar los cincuenta pesos y entonces enviar sólo la primera parte. El matrimonio regresó a su hogar y lograron empeñaron el secador de cabellos, la licuadora y la estufa. Con el dinero obtenido, lograron enviar la segunda parte de la obra.
Esta vez, al salir del Correo, Mercedes se detuvo y encaró a su esposo:
"Oye Gabo, ahora lo único que falta es que la novela sea mala"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario