martes, 3 de agosto de 2010

¿Qué es la formación de emprendedores?

Publicado por Mario Dehter: http://www.mariodehter.com/?p=3303

Tradicionalmente asociada a “la educación empresarial” vivimos tiempos diferentes que necesitan renovar los marcos teóricos, los contenidos pedagógicos y las metodologías didácticas. El enfoque “emprendedor es el creador de nuevas empresas, reuniendo los recursos necesarios para aprovechar una oportunidad de mercado tomando riesgos controlados” se desmorona ante la rotunda evidencia de la abrumadora cantidad de fracasos empresariales de los últimos 5 años.
La “educación empresarial” no es un proceso lineal que se traza desde la impartición de conocimientos sobre planificación y gestión de empresas, hasta la puesta en marcha de nuevos emprendimientos.
En el proceso, media el talento del profesorado, la motivación y las características personales de los estudiantes y las condiciones ambientales donde se desenvuelve el proceso cognitivo primero y en donde se funda el emprendimiento.
Ahora, cada vez más nítidamente, se comienza a percibir la necesidad de replantear hacia qué lado dirigir el proceso cognitivo de los emprendedores: la estimulación de sus actitudes personales, especialmente fortaleciendo su sentido de responsabilidad social, el desarrollando su sistema de pensamiento (más creativo, más plástico), y motivando su compromiso para contribuir al desarrollo sociocultural y económico sostenible de sus respectivas comunidades locales con visión global.
Resumidamente: la “formación de emprendedores” no es sólo enseñar a crear u dirigir un negocio. Fundamentalmente, se trata de alentar el pensamiento creativo y la promoción de un comprometido sentido de autorrealización personal y autoevaluación del rendimiento.
La buena práctica de la formación emprendedora es totalmente diferente al enfoque clásico que acostumbra a realizar algunos ejercicios, basados en algunos supuestos teóricos; como por ejemplo, formular un “plan de negocio” que finalmente termina siendo un catálogo de especulaciones muchas veces muy irracionales e irrelevantes a la luz del mundo real (en caso contrario, ¿por qué fracasan 1 de cada 7 empresas en las economías mejor desarrolladas de occidente?).
En cambio, la “formación emprendedora” en estos primero convulsionados años del Siglo XXI debe ser refundada. Ahora, el proceso de aprendizaje “pasivo” acerca de destrezas para la gestión, tiene que ser un proceso de sensibilización sobre las condiciones revulsivas del entorno y la realización desestructurada de experiencias de aprendizaje que faciliten la inmersión de los participantes en su medio local, regional, nacional e internacional.
Los nuevos componentes que hay que diseñar como objetos de aprendizaje son:
La identidad digital, la participación en la red porque de ello depende el alcance geográfico de las relaciones sociales, profesionales y económicas que establece el emprendedor.
Las habilidades para construir y gestionar relaciones personales y profesionales de apoyo, porque de ello depende la provisión de recursos y la ampliación del “mercado” en un escenario severamente recesivo; a la vez que facilitará el desarrollo cuando se reestablezcan condiciones propicias para el crecimiento.
Las habilidades de comunicación interpersonal (física y virtual), porque es la base de los puntos anteriores y de ello depende el logro de resultados en todos los procesos de intercambio social.
Claro: el cuidado de la salud personal y buenos hábitos de vida, el idioma inglés, experiencias interculturales e intergeneracionales y concientización medioambiental.
Tradicionalmente asociada a “la educación empresarial”, hay que darle la vuelta a la formación de emprendedores para que sea efectiva. Vivimos tiempos diferentes que necesitan marcos teóricos, contenidos pedagógicos y metodologías didácticas diferentes. El clásico enfoque “emprendedor es el creador de nuevas empresas, reuniendo los recursos necesarios para aprovechar una oportunidad de mercado tomando riesgos controlados”, se desmorona ante la rotunda evidencia de la abrumadora cantidad de fracasos empresariales en los últimos 5 años.
La “educación empresarial” no es un proceso lineal que se traza desde la impartición de conocimientos sobre planificación y gestión de empresas, hasta la puesta en marcha de nuevos emprendimientos.
En el proceso, media el talento del profesorado, la motivación y las características personales de los estudiantes y las condiciones ambientales donde se desenvuelve el proceso cognitivo primero y en donde se funda el emprendimiento después.
Ahora, cada vez con más nitidez, se comienza a percibir la necesidad de replantear hacia qué lado dirigir el proceso cognitivo de los emprendedores: la estimulación de sus actitudes personales, especialmente fortaleciendo su sentido de responsabilidad social, el desarrollo de su sistema de pensamiento (más creativo, más plástico), y motivando su compromiso para contribuir al desarrollo sociocultural y económico sostenible de sus respectivas comunidades locales con visión global.
Resumidamente: la “formación de emprendedores” no es sólo enseñar a crear o dirigir un negocio. Fundamentalmente, se trata de alentar el pensamiento creativo y estimular el sentido de autorrealización personal y el hábito de autoevaluar el rendimiento.
La buena práctica de la formación emprendedora es totalmente diferente al enfoque clásico que acostumbra a realizar algunos ejercicios, basados en algunos supuestos teóricos; como por ejemplo, formular un “plan de negocio” que finalmente termina siendo un catálogo de especulaciones muchas veces muy irracionales e irrelevantes a la luz del mundo real; de no ser así, ¿por qué fracasan 1 de cada 7 empresas en las economías mejor desarrolladas de occidente?.
En cambio, la “formación emprendedora” en esta convulsionada primera década del Siglo XXI debe ser refundada.
Ahora, el proceso de aprendizaje “pasivo” acerca de destrezas para la gestión, tiene que ser un proceso de sensibilización sobre las condiciones revulsivas del entorno y la realización —desestructurada*— de experiencias de aprendizaje que faciliten a) la inmersión de los participantes en su medio local, regional, nacional e internacional y b) la identificación de cuál eslabón integran y con cuál estrategia se vinculan a la cadena de valor en la que pretenden “emprender”.
Los nuevos componentes que hay que diseñar como objetos de aprendizaje son:
1. La identidad digital, la participación en la red porque de ello depende el alcance geográfico de las relaciones sociales, profesionales y económicas que establece el emprendedor.
2. Las habilidades para construir y gestionar relaciones personales y profesionales de apoyo, porque de ello depende la provisión de recursos y la ampliación del “mercado” en un escenario severamente recesivo; a la vez que facilitará el desarrollo cuando se reestablezcan condiciones propicias para el crecimiento.
3. Las habilidades de comunicación interpersonal (física y virtual), porque es la base de los puntos anteriores y de ello depende el logro de resultados en todos los procesos de intercambio social.
4. Claro: el cuidado de la salud personal y buenos hábitos de vida, el idioma inglés, experiencias interculturales e intergeneracionales y concientización medioambiental.
* Es “desestructurada” en la medida que el participante va seleccionando contenidos de un trayecto formativo que el mismo establece en función de su experiencia y sus necesidades.

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