domingo, 3 de julio de 2011

La brecha entre nativos e inmigrantes digitales

http://www.eduardpunset.es/13278/general/la-brecha-entre-nativos-e-inmigrantes-digitales

Autor: Eduard Punset 3 julio 2011

Nadie está muy seguro. Lo de menos es el lenguaje digital. Que levanten la mano aquellos de mis lectores que saben lo que quieren decir los jóvenes cuando envían por email las tres siglas TKM.

Educandos de otros países me están preguntando cuáles son las diferencias profundas entre lo que ellos llaman “nativos digitales” y los “inmigrantes digitales”; es decir, entre los que tienen hasta 13 años y los mayores de 25. Los primeros nacieron con los videojuegos en la cuna. Los segundos tuvieron que emigrar del universo analógico al que estaban acostumbrados al digital hasta para secarse las manos.

Son muchísimas las diferencias entre unos y otros; son tantas que yo me pregunto si podrán convivir juntos y si lograrán entenderse cuando estén contrariados. Hay por lo menos diez grandes diferencias que los separan e impiden saber de qué está hablando el otro.

Es la primera vez que el avance impresionante de la ciencia y la tecnología hace innecesario el enfrentamiento entre los que tienen y los que no. La ciencia está resolviendo o podría resolver los viejos problemas que enfrentaban a los humanos. Las generaciones jóvenes no ven, lógicamente, las causas de la crisis, que los adelantos científicos eliminaron. Por ello recurren a factores conspirativos e inventados para explicarlas.

La tecnología llega a la cuna de los nativos digitales.

La intuición es una fuente de conocimiento tan válida como la razón; solo cuando se dispone de toda la información y de todo el tiempo para analizarla, se puede recurrir a la razón. Los jóvenes han nacido después de la revolución neurológica y utilizan la primera sin remordimiento, al contrario de los mayores todavía enfrascados en querer descifrar lo que sugieren sus neuronas.

Los jóvenes confían mucho más que los mayores en las redes sociales. Solo un 30 por ciento de las parejas se las han arreglado solas para conocerse. Civilizaciones enteras de mayores, en cambio, siguen contactándose a través de sus padres y otros patrones familiares.

El siglo pasado –el de los mayores– fue el siglo de la redistribución de la riqueza. El actual será el de la redistribución del trabajo, que es lo único que interesa a los jóvenes. Los nacidos después del año 2000 serán centenarios porque la esperanza de vida aumenta 2,5 años cada década.

Los mayores estudiaron aquello que les podía dar trabajo en la sociedad que era un reflejo de la revolución industrial. A los jóvenes solo les interesa, con razón, su “elemento“; es decir, lo que les apasiona. No es cierto que los que tienen menos tiempo y más trabajo son los más estresados. El mayor porcentaje de suicidios se da entre los jóvenes y los mayores a los que sobra tiempo y ocio.

Los mayores aprendieron que sin conciliar entretenimiento y conocimiento no hay equilibrio en la pareja, la escuela, la empresa y la calle. Esto era muy importante en las sociedades no desestructuradas; en estas últimas no es tan necesario.

Deben reinventarse las políticas de prevención a raíz del colapso producido por la necesaria universalización de las prestaciones sanitarias, educativas, de ocio o de seguridad ciudadana. Los jóvenes ni conocen ni aceptan que haya que reinventarlas. Son un bien adquirido.

Los mayores son grandes consumidores de medicamentos. Los jóvenes prefieren un amigo que un fármaco, porque la ciencia les ha enseñado ya que la dosis adicional de bienestar que puede prodigar un amigo cuesta menos que un medicamento.

Los jóvenes tampoco saben gestionar sus emociones, pero conocen su existencia; conviven con ellas y viven más tiempo que los mayores influenciados por sus emociones y pasiones. En menos de diez años habrán aprendido a gestionar su rabia, su desprecio, su sorpresa o su miedo. Eso solo los hará irreductiblemente distintos.


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