Es un proceso permanente y no una
meta que se deba alcanzar.
El poder definitivo consiste, en
ser capaz de crear los resultados que uno más desea, generando al mismo tiempo
valores que interesen a otros.
El poder verdadero se comparte, no se
impone.
Es la acción lo que da consistencia
a todo éxito sobresaliente.
La acción, y sólo ella, produce
resultados.
El conocimiento no es más que poder
en potencia, excepto cuando recae en manos de
quien sabe como conducirse a sí mismo, para
actuar con eficacia.
Desarrollamos una comunicación
interna, constituida por las cosas que nos
representamos, decimos y sentimos en nuestro fuero
interno.
Experimentamos la comunicación
externa, con el mundo exterior.
Todas las comunicaciones ejercen
algún tipo de efecto, sobre nosotros mismos y sobre los
demás.
La comunicación es poder y quienes han alcanzado el dominio
eficaz de aquélla
están en condiciones de modificar
su propia experiencia del mundo y la experiencia que el mundo saca
de ellos.
El dominio que usted tenga, de la
comunicación hacia el mundo externo, determinará su grado de éxito con los
demás.
Pero, lo que es más importante, el grado de éxito que usted perciba
interiormente es el resultado directo de cómo se
comunica usted consigo mismo.
Lo que uno percibe no es el
resultado de lo que le ocurre en la vida, sino de la interpretación que da a lo
que le ocurre.
La calidad de vida no está
determinada por lo que nos ocurre, sino por lo que hacemos ante lo que
nos ocurre.
Usted es la única persona que puede
decidir cómo quiere sentir y actuar, en función de cómo haya elegido percibir su
existencia.
Nada tiene sentido, excepto el que
nosotros mismos le demos.
Uno no «cae» en una depresión sino
que la crea, lo mismo que cualquier otro
«resultado» de la vida.
El que se siente deprimido está
contemplando su vida de una manera particular, y se dice ciertas cosas a sí
mismo con una cierta entonación precisa, y adopta una postura específica y
un ritmo de respiración típico.
Cuando uno quiere sentirse
deprimido, suele ser útil dejar caer los
hombros y mirar con frecuencia al suelo; hablar con un tono de voz tristón e
imaginar que le ocurren a uno las peores situaciones
también contribuye mucho.
Se necesita un esfuerzo para crear
una depresión.
Sin embargo, algunas personas han
creado ese estado tan a menudo que les resulta sumamente fácil
producirlo y adoptar dicho estilo de
comunicación como su modo de vida natural y acaban por encontrarlo cómodo al
identificarse con ese estado.
El proceso de modelado es el camino
de la excelencia.
Significa que si veo que alguien en
el mundo consigue un resultado que yo deseo, yo también puedo producir lo mismo
si estoy dispuesto a pagar
el precio correspondiente en tiempo y
esfuerzo.
Si lo que quiere obtener es el
éxito, debe encontrar la manera de modelar su conducta sobre la de los
triunfadores conocidos, averiguar lo que hicieron, cómo utilizaron su cerebro y
su cuerpo para alcanzar los resultados que uno desea; lo que hace falta son modelos de
excelencia.
Para modelar la excelencia es
preciso convertirse en un detective, un investigador, en alguien que plantea
preguntas interminables y que persigue todas las claves de aquello que produce
la excelencia.
Nuestra conducta es el resultado
del estado en que nos encontramos. Siempre procuramos hacer lo mejor con los
recursos de que disponemos, pero a veces somos nosotros mismos los que nos hallamos carentes de
recursos.
El tipo de comportamiento que las
personas producen es consecuencia del estado en que se hallan; lo que hagan
concretamente partiendo de dicho estado depende de sus modelos del
mundo.
La mayoría de las personas hacen
muy poco para dirigir conscientemente sus
estados.
Se levantan deprimidos o con buen
pie; una buena mañana los anima, o una
mala los hunde.
Lo que distingue a la gente es la
eficacia con que invocan sus recursos.
El estado de
uno contiene un poder
impresionante y uno puede controlarlo.
No es forzoso vivir
entregado al azar de los
acontecimientos.
Anthony
Robbins
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